Los titulares de la prensa sobre Europa rara vez son una feliz lectura. La creciente tasa de desempleo, el vacilante crecimiento económico, la crisis de la deuda pública y el drama político componen un cuadro negativo, no precisamente el tipo de contexto que favorece la inversión.
No obstante, incluso en este difícil entorno económico, el mercado de renta variable europea ha registrado una excelente evolución. Tan buena, de hecho, que el FTSE World Europe ex UK Total Return Index subió un 17,8%1 en 2012 en libras esterlinas. Un dato más que decente para una región que ha pasado gran parte de los últimos años arrastrándose de una crisis a otra.
¿Por qué está registrando la renta variable europea un comportamiento mucho mejor que el de la economía? En primer lugar, esto demuestra que el compromiso expresado el pasado julio por Mario Draghi, presidente del Banco Central Europeo (BCE), al declarar que haría «lo imposible para preservar el euro» tranquilizó a los mercados. A esta declaración le siguió poco después la creación de las Operaciones Monetarias Directas (OMT, por sus siglas en inglés), un programa que respalda de manera efectiva a los gobiernos de la eurozona a través de la compra de deuda a corto plazo con la condición de que apliquen unas estrictas medidas presupuestarias.
La simple existencia del programa OMT ha contribuido a reducir uno de los mayores riesgos «extremos» (tail risk) al que se enfrentan los inversores europeos: el riesgo de denominación. Los inversores ya no temen tanto que una inversión en la agitada periferia pueda reembolsarse en liras o pesetas devaluadas, en lugar de en euros.
Tal vez no sea una coincidencia que justo cuando los temores en torno a la supervivencia de la eurozona se disipan, la atención se haya centrado en EE.UU. y en la disputa sobre cómo resolver el déficit presupuestario federal de este país. Los inversores se están dando cuenta rápidamente que Europa no es la única que necesita controlar su gasto público.
En segundo lugar, se ve que se comienza a reconocer gradualmente que las economías nacionales y los mercados de renta variable no siempre están conectados. El pasado año, varios mercados emergentes —como Indonesia y Rusia— registraron un fuerte crecimiento económico, sin que sus mercados de renta variable se comportaran especialmente bien. Profundizando en esta analogía, el simple hecho de que una empresa esté domiciliada en un país no supone que su rendimiento refleje necesariamente la situación de la economía local.
A través de una cuidada selección de valores, es posible evitar lo peor de la economía local y beneficiarse de nichos de crecimiento y economías más dinámicas fuera de Europa. La ventaja de las compañías europeas que tienen una presencia global es que aunque su economía local no vaya a todo gas, es probable que las economías de otros países en los que operan compensen esa debilidad. Por ejemplo, el grupo Swatch, la compañía de relojes y joyas que cuenta entre sus muchas marcas con Omega y Longines, realiza menos del 37% de sus ventas en Europa, mientras que la región asiática, de rápido crecimiento, representa más de la mitad de su facturación. Dado que sus marcas se venden en distintos segmentos de precio y en diferentes países, la empresa se beneficia de una clientela diversificada.
Otras empresas europeas operan en sectores con buenas perspectivas de crecimiento a largo plazo, que es independiente, en gran medida, del ciclo económico. Un buen ejemplo es el negocio de perfumes y sustancias aromatizantes, que se encuentra concentrado en manos de unas pocas empresas. Dos empresas europeas, Symrise de Alemania y Givaudan de Suiza, lideran este sector. Estas compañías fabrican ingredientes para mejorar el sabor de los alimentos y fragancias para cosméticos, perfumes y otros productos más básicos de cuidado personal. Con una clientela cada vez más exigente en términos de calidad y unos mercados en vías de desarrollo que demandan los mismos productos que usan las naciones ricas, el único límite a este mercado es el tamaño de la población mundial, que se espera que aumente en dos mil millones de personas durante las próximas tres décadas.
Una de las ventajas de las empresas europeas es que pueden ofrecer exposición a zonas de rápido crecimiento con la tranquilidad que supone el cotizar en una bolsa regulada y consolidada y el consiguiente cumplimiento de normas de gobierno corporativo. De hecho, empresas como Bureau Veritas —grupo francés de verificación e inspección— se benefician de sus raíces europeas y de la calidad y la confianza que ello genera.
Del mismo modo, Kone, el fabricante finlandés de ascensores, recibe pedidos porque los clientes confían en la calidad de su producto: simplemente, no merece la pena correr el riesgo de instalar un ascensor de peor calidad en un edificio cuando la fiabilidad y la seguridad son cuestiones tan importantes. A través de contratos de servicios y mantenimiento, Kone goza de ganancias recurrentes procedentes de una base instalada de más de 850.000 ascensores y escaleras mecánicas que ayudan a reducir el componente cíclico de su negocio original de fabricación de equipos.
No puede negarse que los últimos años han sido difíciles para las compañías europeas. Sin embargo, en muchos casos, este contexto ha acelerado reformas e incrementado las eficiencias haciendo que, por lo general, estas empresas se mantengan en buena forma financiera. Por lo tanto, en su conjunto, la renta variable europea parece atractiva, aunque en nuestra opinión, un enfoque selectivo puede ayudar a identificar las empresas con mayor potencial.
1Fuente: Datastream, a 31.12.12