En su informe de perspectivas económicas para el segundo trimestre, Fidelity International advierte que la largamente esperada desaceleración de EE.UU. ya ha llegado, y se observa en el descenso de las encuestas empresariales y en los indicadores de consumo recientes, junto con el deterioro continuado de los sectores sensibles a los tipos de interés, como la vivienda y los productos de consumo duraderos, y cierto enfriamiento del mercado laboral. El acusado endurecimiento de las condiciones financieras en EE.UU. sugiere que ha arraigado la tendencia de ralentización del crecimiento en 2019.
El anterior endurecimiento monetario de la Fed debería reducir en más de un punto porcentual el crecimiento estadounidense en 2019. Ahora que, además, están agotándose los efectos de los estímulos presupuestarios, en Fidelity esperan que el ritmo de crecimiento en 2019 sea similar o ligeramente superior a la tendencia, pero inferior al 2%. Aunque esta desaceleración es significativa, no se pisa terreno de recesión: es un retorno a la tasa media de crecimiento que se ha observado durante las últimas décadas.
Resulta fácil caer en el pesimismo en casi todos los componentes del PIB, pero las perspectivas del consumo privado están menos claras. Ciertamente existen obstáculos para el consumo, como los tipos de interés más altos y el menor efecto riqueza después de las acusadas caídas de las bolsas en el cuarto trimestre de 2018, si bien el rebote del primer trimestre de 2019 lo atenuó. Sin embargo, el aumento reciente del salario real, tanto por el crecimiento del salario nominal como por el descenso de la inflación (ver gráfico de la página anterior), podría brindar apoyo. Si el crecimiento del salario real se mantiene en positivo sería favorable para el consumo durante el año, de forma similar a lo que ocurrió en 2015, cuando el consumo aguantó a pesar de la desaceleración general de la economía.
Postura contraria al consenso en lo que respecta a la política de la Fed
La Fed no prevé más subidas de tipos en 2019 y solo una en 2020. Eso sigue siendo más de lo que el mercado está descontando, lo que hace albergar alguna posibilidad de recorte de tipos el próximo año, mientras que ningún miembro del Federal Open Market Committee (FOMC) espera un recorte durante el periodo cubierto por las previsiones.
Además, el FOMC anunció que la reducción del balance finalizaría en septiembre, antes de lo que esperaba el conjunto del mercado. El presidente Jerome Powell insistió en que las perspectivas económicas siguen siendo favorables y que los riesgos principales vuelven a ser de índole externa, como la desaceleración mundial, la incertidumbre comercial y el Brexit. Al mismo tiempo, el FOMC cree que los datos actuales no apuntan a un movimiento de la política monetaria en alguna de las dos direcciones, lo que refuerza la idea de la paciencia. Aunque estos cambios consolidan las perspectivas de pausa prolongada en el ciclo de endurecimiento, no dejan a la Fed mucho margen de maniobra en caso de que los datos sorprendan favorablemente conforme avance el año. El viraje expansivo podría volverse pronto en su contra.
A la vista de las distorsiones de los datos del primer trimestre, que sesgan los datos de actividad a la baja, tendrá que pasar más tiempo para tener una visión más clara sobre el dinamismo de la economía. Probablemente se vea un rebote de los indicadores de actividad de EE.UU. durante el segundo trimestre, lo que sugeriría cierta aceleración tras el decepcionante arranque del año. El efecto combinado de las condiciones financieras más expansivas en EE.UU., las persistentes tensiones en el mercado laboral y la mejoría del crecimiento y la inflación a finales de este año podrían imponer otro cambio de orientación en la política monetaria y devolver a la Fed a la senda de la normalización. La reactivación del ciclo de subidas ya sea a finales de este año o en 2020, sigue siendo la hipótesis de trabajo en Fidelity International.
A la vista de los precios actuales, los mercados serían vulnerables en ese escenario. El ciclo mundial debería estabilizarse en algún punto este año, pero probablemente se vea otra pequeña serie de datos negativos antes de que todo se despeje. El ciclo chino tardará más en rebotar y la economía europea también tardará más en digerir las consecuencias de ello. En el Reino Unido, el Brexit es un problema interno de primer orden que se suma a la compleja coyuntura externa.
Una “nueva normalidad” en la política monetaria
Este camino hacia la estabilización económica parece demasiado largo como para que los mercados sigan subiendo alimentándose de “esperanza”, por lo que a corto plazo podrían darse fuertes oscilaciones en la tolerancia al riesgo. Al mismo tiempo, el dólar debería seguir moviéndose en una horquilla estrecha, mientras que el movimiento a la baja de los rendimientos parece limitado dado que se descuenta una postura notoriamente expansiva por parte de los bancos centrales, sobre todo la Fed.
La implicación económica más importante es que resulta improbable que las condiciones financieras se relajen de forma sustancial, como hicieron en 2016, para sentar las bases de un rebote significativo del crecimiento. Sin embargo, este proceso de normalización con fases de arranque/parada bien podría ser la “nueva normalidad” de la política monetaria, lo que conllevaría ciclos económicos más largos que antes y fluctuaciones mucho más estrechas. Si no se producen grandes crisis en el sistema, se podría no ver una recesión propiamente dicha durante algún tiempo.