Según apunta Ian Samson, analista en Fidelity International, en la cumbre del G20 en Buenos Aires del pasado fin de semana hay mucho en juego para los presidentes Trump y Xi, ya que se espera que se reúnan en un intento por romper el callejón sin salida en el que se encuentra su guerra comercial. En cuanto a los posibles resultados, en Fidelity International creen que, si bien existe la posibilidad de una tregua, los halcones de ambos lados pueden tener una gran influencia en el debate y atrincherar aún más a los dos líderes en un punto muerto.
Acuerdo frente a no acuerdo
Tal y como están las cosas, Estados Unidos planea aumentar los aranceles existentes a productos chinos por un valor de 200.000 millones de dólares, a un 25% desde el 10% actual a partir de enero. Trump también está amenazando con imponer aranceles sobre otros 267.000 millones de dólares de bienes chinos. Sin embargo, la reciente volatilidad de las bolsas, el ajuste continuo de la política monetaria de la Reserva Federal, los cultivos de soja de EE.UU. destinados anteriormente a China pudriéndose en los campos y el anuncio esta semana de un recorte de 14.000 empleos en General Motors, podrían haberle dado a Trump algunas razones para pisar el freno.
De hecho, el asesor económico de Estados Unidos, Larry Kudlow, dijo el pasado martes que el presidente estaba abierto a la idea de un acuerdo. Pero el propio Trump ha seguido en modo combativo y, en una entrevista a principios de esta semana, reiteró su amenaza de imponer nuevos impuestos a las importaciones chinas si no se llega a un entendimiento.
Desde el punto de vista de Fidelity, el mejor escenario sería una tregua inmediata plasmada mediante un acuerdo que demore las nuevas tarifas durante varios meses mientras Estados Unidos y China intentan llegar a una solución a más largo plazo. Otra forma de tregua, aunque menos atractiva, sería que el tono general de la reunión sea positivo y lleve implícitamente a un aplazamiento, que no cancelación, de las tarifas adicionales.
China primero
En un reciente viaje a China quedó claro que la desaceleración del crecimiento económico, principalmente debido al desapalancamiento del sistema bancario, es la mayor preocupación de los ciudadanos chinos… las guerras comerciales ocupan los titulares a nivel mundial, pero se encuentran bastante abajo en su lista de preocupaciones. Nos dio la impresión de que Pekín ha cambiado de opinión sobre las guerras comerciales en los últimos dos o tres meses. Se han dado cuenta de que esto no es solo Trump, ni solo los republicanos, ni solo sobre el déficit comercial y no va a desaparecer. Esto es, de alguna manera, una mejora: ambas partes por fin hablan de lo mismo, pues hasta ahora era un diálogo de sordos.
El sentimiento parece ser que Xi ve la amenaza de los aranceles como una estrategia de contención de EE.UU., y es poco probable que ceda terreno para satisfacer las preocupaciones del país norteamericano sobre las reformas de las empresas estatales y de los subsidios chinos. Otra impresión que surgió en la visita fue que Xi cree que su política doméstica es correcta para China y que su mercado interno es lo suficientemente grande como para compensar la desaceleración de las exportaciones a EE.UU. Todo esto ha envalentonado a los halcones a su alrededor.
La opinión de Fidelity es que, si bien ahora Pekín entiende mejor el «problema», la estrategia subyacente parece ser continuar a toda velocidad con las políticas nacionales con las que EE.UU. tiene problemas, es decir, con un “China primero”, pero con una retórica mucho más suave que la de Trump. De hecho, nos preocupa que Xi no esté por la labor de cambiar sus políticas nacionales o extranjeras, un riesgo que significaría que 2018 fue solo el comienzo del dolor, no el final.
La cumbre de Buenos Aires podría terminar en alguna forma de tregua, pero a Fidelity le preocupa que los halcones alrededor de Trump y Xi prevalezcan y ninguna de las partes esté por tanto dispuesta a comprometerse lo suficiente como para poner fin a este estancamiento.