Turquía se adentra en una crisis económica. El pasado 10 agosto, los activos turcos sufrieron una fuerte caída. La lira turca ha tocado mínimos históricos frente al dólar, y en lo que va de mes ha perdido un 23% de su valor contra la divisa estadounidense (en total una pérdida del 41% en lo que va de año). La reciente caída del mercado es atríbuible en parte a las tensiones políticas con Estados Unidos después de que el presidente Trump publicó en Twitter que duplicaría las tarifas sobre el acero y el aluminio importados de Turquía.
Pero, en realidad los problemas de Turquía, según apunta Lale Akoner, estratega de mercados de BNY Mellon Investment Management, se han estado gestando durante varios años: “Desde 2013, Turquía ha sido uno de los mercados emergentes más vulnerables debido a los problemas en los fundamentales de su economía, sus desajustes macroeconómicos, su incertidumbre política, la falta de decisión del banco central para subir sus tipos como respuesta a una elevada inflación que es atribuida a la pérdida de su independencia y sentido más laxo de una política heterodoxa”, comenta.
“A futuro, es posible que la inflación en Turquía siga creciendo y que empuje a la economía a una recesión acompañada de una posible crisis bancaria. Gran parte de la preocupación se centra en los bancos turcos, que han recurrido cada vez más al mercado mayorista extranjero para financiar su préstamos domésticos -cerca de un tercio de los préstamos bancarios se realizó en divisa extranjera, en su mayoría a empresas”, añade.
Por su parte, Craig Botham, economista de mercados emergentes en Schroders, cree que el principal problema de Turquía es su excesiva confianza en la financiación externa, que empeoró con respecto a 2013. “La financiación extranjera a corto plazo representa el 18% del PIB, y cerca de un 450% de las reservas en divisa extranjera del banco central. Los analistas han alertado desde el episodio del “taper tantrum” que esta exposición dejaba a Turquía muy vulnerable ante una parada en seco en el mercado de capitales extranjero, el pasado viernes 10 de agosto se materializaron esos miedos”.
En la opinión de Viktor Szabo, gestor de inversiones senior de Aberdeen Standard Investments gran parte del daño económico que está sufriendo Turquía es autoinfligido. “Turquía ha demostrado una y otra vez que no puede sostener niveles elevados de crecimiento sin emitir más deuda. Dado que los ahorros domésticos son tan bajos, esta deuda está en dólares estadounidenses y tiene el riesgo inherente de divisa que viene con esto. Así que no es ninguna sorpresa que los estímulos monetarios y de crédito que siguieron al golpe fallido de 2016 han llevado a un crecimiento rápido del déficit por cuenta corriente, la inflación está fuera de control y el país está al borde de una crisis monetaria. Las autoridades tendrán que subir los tipos tarde o temprano – realmente no tienen otra opción – pero la situación se ha ido tanto de las manos que van a tener que ir mucho más lejos de lo que habrían tenido que ir hace sólo tres semanas. Pero, Turquía todavía tiene un gran potencial. La economía en conjunto está razonablemente diversificada con una buena base de exportaciones. Sin embargo, la cuestión ahora mismo es la credibilidad y la única manera de subsanar la situación en el corto plazo es actuar”.
El efecto de Turquía en Europa
Por contagio, en la semana anterior, el euro también cayó un 2%, pues algunos de los mayores bancos europeos tienen una fuerte exposición a Turquía, un hecho que ha sido señalado por el Mecanismo Único de Supervisión del Banco Central Europeo. De hecho, también el pasado 10 de agosto, el euro tocó mínimos contra el dólar que no había alcanzado desde julio de 2017. El mercado de renta variable europea ha sufrido pérdidas y los bancos han cargado con gran parte de la caída.
“Europa es quien tiene una dominante exposición a Turquía a través del canal de préstamos bancarios. Por países, la exposición española a Turquía es aproximadamente el 6% del PIB, gran parte de ello eso es debido a que BBVA mantiene una posición importante sobre el segundo mayor banco privado turco. La exposición de Italia y Francia es menor, así como la de Reino Unido y Estados Unidos es trivial. La exposición de Turquía a través del canal comercial es bastante pequeña, y se reduce a los países vecinos de Europa del Este”, explica Akoner.
El riesgo en el sector bancario europeo parece estar concentrado en unos pocos bancos (BBVA, UniCredit y BNP Paribas). Entre estos tres prestamistas, el español BBVA, con un 14% de préstamos expuestos a Turquía, y el italiano UniCredit SPA, con un 4% de préstamos expuestos a Turquía, son los que mayor riesgo soportan por su exposición a Turquía. Otra cuestión importante que debe tenerse en cuenta es que ambos bancos se encuentran en la Europa periférica, lo que puede tener el potencial para recrear una crisis bancaria y soberana.
“Dada la alta exposición de BBVA, UniCredit y BNP Paribas a los bancos turcos, el precio de sus acciones ha experimentado bajadas en el rango de un 3%-4% en un solo día. Los mercados temen el abultado volumen de créditos vivos del sector corporativo turco con Europa y que la incapacidad de las empresas turcas para hacer frente a sus pagos desate una crisis en su balanza de pagos. Si bien estamos lejos de alcanzar un cuello de botella, la reacción del mercado muestra una mayor preocupación por un escenario de riesgo de cola que creemos es exagerado”, comenta Aneeka Gupta, analista de WisdomTree.
El efecto contagio en el resto de los mercados emergentes
A pesar de que la debilidad de Turquía será un nuevo golpe para los mercados emergentes, en general, el efecto de contagio sobre otras economías emergentes debería ser limitado.
Los países que han compartido similares vulnerabilidades con Turquía, los llamados “cinco frágiles”, como Brasil, India, Indonesia y Sudáfrica, han mantenido unos amplios déficits por cuenta corriente, y de hecho sufrieron las mayores caídas de divisa durante el “taper tantrum” de 2013. A excepción de Turquía, estos países han mejorado significativamente sus fundamentales desde el episodio del “taper tantrum”, por lo que Turquía no es necesariamente un país que represente al conjunto de la clase de activo.
“Por ahora, el resto de las economías emergentes parecen estar soportando parte del castigo por asociación, distintas divisas como el peso mexicano, la rupia india, el rublo ruso y el rand sudafricano se han depreciado. Turquía, en sí misma, representa un riesgo limitado para otras economías emergentes, las relaciones financieras y comerciales son menores que con los bancos europeos”, comenta Botham de Schroders.
En ese sentido, Aaron Anderson, vicepresidente senior de análisis de Fisher Investments,añade que las comparaciones con la crisis económica asiática ignoran varios puntos clave. “Las divisas de los mercados emergentes, incluyendo la Lira, no se encuentran tan vinculadas a las divisas de los países desarrollados como a finales de los 90, los balances soberanos de los países emergentes se encuentran, por lo general, en condiciones mucho mejores y las reservas de divisas extranjeras son notablemente sustanciales”.
Sin embargo, Turquía representa una preocupación que la mayoría de los inversores tienen en contra de los mercados emergentes: si la liquidez global disminuye cuando los bancos centrales del G-4 decidan endurecer su política monetaria, esto podría provocar unas condiciones económicas más difíciles. “Además, cabría tener en cuenta la posible escalada de la guerra comercial entre China y Estados Unidos: ¿qué cabe esperar del conjunto de la política comercial de Trump cuando Estados Unidos impone aranceles a un aliado de la OTAN?”, comenta Akoner.
La respuesta de las autoridades turcas
Las reuniones entre el regulador del sistema bancario y del banco central durante el fin de semana no han arrojado los resultados que el mercado estaba esperando. Aunque las recientes medidas anunciadas por el Banco Central de la República de Turquía tienen por objetivo facilitar la liquidez doméstica, no alcanzarán a restablecer la confianza del inversor internacional.
“Llegado este punto, la falta de una respuesta política creíble está forzando a los activos turcos a una caída en picado. Las tasas locales atraviesan ahora una subida cercana a los 900 puntos básicos para frenar la depreciación de la moneda. Sin embargo, dada la reticencia del Banco Central de la República de Turquía por seguir subiendo tasas en sus reuniones anteriores y los recientes comentarios del presidente Erdogan culpando a una conspiración internacional, en lugar de reconocer la gravedad de la crisis económica resultante de una economía sobrecalentada que se enfrenta a unas condiciones financieras globales más restrictivas, existe pocas esperanzas de un retorno a las políticas ortodoxas en esta etapa”, comenta Delphine Arrighi, gestora de las estrategias Old Mutual Emerging Market Debt, de Old Mutual Global Investors.
La credibilidad del marco institucional de Turquía ha sufrido un fuerte golpe. Según explica Ann-Katrin Petersen, estratega de inversión de Allianz Global Investors, para estabilizar la lira turca el Banco Central de la República de Turquía aumentó su principal tasa de referencia en unos 500 puntos básicos, hasta alcanzar un nivel del 17,75%, en los últimos meses. Sin embargo, esta actuación no ha sido suficiente para contener la inflación y prevenir que las expectativas de inflación se desestabilicen. “La decisión del Banco Central de la República de Turquía del mes de julio de no aumentar los tipos de interés, en combinación con la oposición de Erdogan a no subir los tipos, ha minado la credibilidad del banco central. Además, la fortaleza del marco institucional turco se ha puesto en cuestión dada la emisión de varios decretos por parte presidente Erdogan, así como el nombramiento de su cuñado, Berat Albayarak, como nuevo ministro de Hacienda y Finanzas”.
“El esperado discurso del presidente Erdogan exponiendo un nuevo modelo económico para Turquía acabó realizando más daño a los mercados financieros que ofreciendo apoyo. El discurso del presidente Erdogan carecía de cualquier forma de compromiso con los mercados internacionales y se hizo eco de un sentimiento de desafío y nacionalismo, al afirmar que estaba decidido a no caer preso de los lobbies de los tipos de interés. Erdogan cree que la crisis se puede enfrentar con medidas locales y con sacrificios por parte de los ciudadanos, que intercambien sus posiciones en oro y divisas extranjeras por liras turcas. No se han anunciado nuevas iniciativas políticas. Los mercados estaban esperando una subida mínima de 300 puntos básicos, sin embargo, el ministro de Hacienda y Finanzas, Berat Albayrak, no cumplió con las expectativas del mercado, explica Gupta.
Sin embargo, a pesar de lo complicado de la situación, siguen existiendo puntos a favor de Turquía. Según señala la gestora DWS, el gobierno mantiene un bajo nivel de deuda, del 31% del PIB, aunque la historia muestra que incluso ese tipo de margen no protege contra una posible crisis, y una lira más débil puede tener un impacto positivo sobre las exportaciones y el turismo. “La experiencia de Turquía gestionando crisis no debe ser subestimada. Las décadas anteriores han ofrecido al país numerosas oportunidades para aprender técnicas de gestión de crisis. Turquía puede ofrecer su importante posición geoestratégica y su pertenencia a la OTAN como cartas de negociación. Pero existen más remedios para hacer frente a la crisis, sin embargo, tememos que el país no desea tomar la medicina en estos momentos. Dos pasos en política monetaria serían recomendables: una fuerte subida en los tipos de interés para contener la inflación y la huida de capitales y la negociación de una línea de crédito con el Fondo Monetario Internacional suficientemente grande como para aliviar las preocupaciones a corto plazo de los prestamistas extranjeros”, comentan.
En esa misma línea, Anderson, explica que Turquía es estratégicamente importante para la OTAN: “Turquía tiene mayor importancia militar y política para sus vecinos que en términos económicos. Ubicada en la intersección entre Europa, Oriente Medio y Asia. Por otra parte, al absorber a millones de refugiados procedentes de Siria y otras regiones, Turquía es importante para la Unión Europea, donde la inmigración sigue siendo un tema político candente. Si Turquía continuase su deterioro hasta el punto que el presidente Erdogan se viese obligado a buscar ayuda, estas cualidades estratégicas representarían piezas claves en la negociación”.
Las sanciones de Estados Unidos a Turquía
El empeoramiento de las tensiones políticas entre Estados Unidos y Turquía ha sido el golpe final para una situación económica ya difícil de por sí, con el colapso de la lira, que ahora alimenta una mayor preocupación por una crisis en la divisa y la deuda en toda regla, debido la cantidad de bonos denominados en dólares que han sido emitidos por el sector privado.
“Al duplicar los aranceles sobre el acero y el aluminio, el presidente estadounidense Donald Trump propició una caída de la lira en un 12,40%. Si bien Turquía no es un gran exportador de aluminio y acero, el anuncio del incremento de los aranceles por parte de Estados Unidos subraya que las negociaciones entre los dos aliados de la OTAN no tuvieron éxito”, explica Gupta.
Según Arrighi, la solución al problema turco podría pasar por incluir controles de capital, que parecen más factibles que una petición de ayuda al Fondo Monetario Internacional, aunque ciertamente no sería el remedio menos doloroso y podría precipitar una recesión, al tiempo que retrasaría el regreso de flujos de entrada al país.
“Un aumento considerable de las tasas, seguido de medidas drásticas de consolidación fiscal siguen pareciendo la opción más viable para volver a anclar la lira y rescatar a la economía turca del borde del abismo. Este caso es muy similar al de Argentina, con las concesiones que el país tuvo que realizar. Dudamos que la voluntad política en Turquía, por lo que podría ser necesarias mayores caídas para forzar la actuación política. Algo de resolución en la disputa política con Estados Unidos podría conducir a un alivio en el corto plazo en la moneda, pero es poco probable que sea sostenible si no va acompañado de acciones económicas creíbles”, concluye Arrighi.