Ha pasado algo más de una década desde que la crisis financiera se desatara y dejara a su paso una sangría en los mercados y en la economía real. Ahora, en 2018 y tras uno de los periodos de crecimiento más largos de la historia, las gestoras hacen balance y repasan qué aprendimos de aquella crisis y qué errores ya no se volverán a repetir.
Para Yves Celeen, gestor de Degroof Petercam AM, de aquella crisis hemos aprendido dos lecciones: “La primera es la importancia de la liquidez. Incluso los activos sólidos pueden causar problemas cuando atraviesan dificultades si hay falta de liquidez. Es crucial proteger a los inversores en este sentido. La segunda es que no existe nada demasiado bueno que sea cierto. El mercado es bastante eficiente. Los supuestos en los que los bonos AAA que ofrecían un alto rendimiento, que fue el caso en 2007, significaban que los ratings no eran correctos. El mercado siempre corrige estas anomalías”, afirma.
Reconocer esas anomalías y saber analizarlas correctamente es otra de las lecciones que se llevan los gestores: más análisis. En opinión de Lucy O’Carroll, economista jefe de Aberdeen Standard Investment, la crisis ha ensañado a diferenciar entre un síntoma y un problema.
“Desde agosto de 2007, los bancos estaban empeñados con que tenían un problema de liquidez, no de solvencia y pensaban que cuando se restableciera la liquidez todo estaría bien. Muchos bancos pensaron que no podían hacer nada, más que concentrarse en cubrir sus necesidades de financiación a corto plazo, y esperar que terminara el annus horribilis de 2007. Resultó que no podían y los bancos que no abordaron los problemas más fundamentales se encontraron con que se enfrentaban a problemas de solvencia. Llegados a este punto, ya era demasiado tarde para algunos y se necesitaban importantes inyecciones de capital”, recuerda O’Carroll.
En su opinión, otra gran moraleja ha sido pensar que porque todavía no haya pasado nada horrible no significa que no vaya a ocurrir. “Los supervivientes a la crisis financiera tienen algo en común. Todas las compañías con las que hablé durante las primeras fases de la crisis tenían una explicación de por qué sobrevivirían a la crisis. Lamentablemente, muchas no lo consiguieron. Pero las que lo lograron, fueron las que mantuvieron la flexibilidad suficiente para seguir avanzando en momentos difíciles”, afirma.
Regulación e intervención
Lo que nadie duda es que una consecuencia directa de la crisis fue un aumento de la regulación financiera, que ha afectado a todos los jugadores del mercado. “Pese a que la brecha regulatoria se ha cerrado parcialmente, la memoria tanto de los reguladores como de los participantes del mercado es muy corta, especialmente en años de bonanza y lo preocupante del asunto es que los mismos instrumentos financieros que causaron estragos en la crisis financiera están ganando popularidad entre los inversores que buscan aumentar sus rendimientos. Además, en Estados Unidos existe cierto interés por relajar la regulación, especialmente ahora que la experiencia de la crisis financiera se ve más lejana”, afirma Witold Bahrke, responsable sénior de estrategia macroeconómica de Nordea AM.
Ahora bien, para Bahrke hay que valorar bien las decisiones que se tomaron para salir de la crisis y medir su impacto, en particular las tomadas por los bancos centrales. En su opinión, el experimento de política ultraexpansiva hizo posible que la economía global no se desapalancara, pero también ha sido una fuente potencial de inestabilidad de cara al presente.
“La economía mundial y los mercados financieros dependen cada vez más de condiciones monetarias extremadamente laxas y en particular de tipos de interés bajos. La pregunta clave es: la economía global se ha recuperado de la crisis gracias a las políticas monetarias extraordinarias de los bancos centrales. ¿Pero serán capaces de retirar las medidas ultraexpansivas sin crear daños colaterales en la economía real? Esto es lo que quita el sueño a los banqueros centrales, al no tener una respuesta clara”, advierte este responsable de Nordea AM.
¿Repetir los errores?
Lo positivo de toda esta crisis, según O’Carroll, ha sido que “nos hayan hecho estar más seguros para la misma clase de crisis. Pero la historia tiende más a rimar que a repetir: la próxima crisis financiera probablemente sea diferente, y la arrogancia se manifestará de una manera diferente”.
En opinión de su colega Ana Guzmán Quintana, responsable de Aberdeen Standard Investment en España, las lecciones aprendidas servirá, pero el contexto de la próxima crisis será diferente.
“Nos encontramos en un nuevo paradigma económico, político y social que no es ajeno a la industria de gestión de activos: la crisis financiera ha avivado los movimientos populistas, antiglobalización y de una mayor concienciación social. Esto ha hecho que se preste más atención a la hora de elegir en qué activos invertir a aspectos relacionados con el medio ambiente, la gobernanza y aspectos relacionados con la sociedad. La digitalización y la automatización en la que el mundo se ve inmerso ha traído cada vez más sistemas de gestión basados en métodos cuantitativos y una mayor demanda (y facilidad de acceso) de información financiera”, explica Guzmán.
Para Bahrke, la principal causa de la crisis financiero fue el apalancamiento. En ese sentido, considera que el mundo desarrollado no ha seguido apalancándose. “Dicho esto, el endeudamiento sí se ha incrementado significativamente en los mercados emergentes, que en cierto modo han repetido el error que llevó a los países desarrollados a la crisis financiera. En resumen, la economía global no parece ser menos vulnerable a shocks financieros de lo que era antes de la gran crisis financiera”, concluye.