Andrew Lyddon y Andrew Evans son parte del equipo de Global Value de Schroders, un grupo de siete inversores ‘value’ de Londres. Con una experiencia de inversión conjunta de 80 años, el equipo invierte en tres geografías principales que se enfocan en el crecimiento de los ingresos o del capital a través de un estilo de valor distintivo. A diciembre de 2017, el equipo gestionaba 15.000 millones de euros en activos para clientes de todo el mundo.
En esta entrevista, ambos gestores recuerdan que la inversión ‘value’ requiere de un proceso muy estudiado, un objetivo claro y una disciplina férrea para no dejarse llevar por las emociones. “Hay que hacer las preguntas que realmente importan en el crecimiento de una empresa, sin distraerse con información que es interesante, pero no relevante”, afirman.
¿Cuál es vuestro proceso de inversión?
Una vez que hemos identificado las compañías más baratas, creamos modelos a largo plazo para ellas. Respondemos siete preguntas que consideramos más importantes para una inversión de valor. Esto se hace de una manera consistente en una plantilla establecida.
Después de completar nuestro análisis, examinamos el riesgo y la recompensa que ofrece la empresa. Para cada empresa, otorgamos una calificación de riesgo de 10 y calculamos la recompensa potencial, que es la ventaja de nuestro precio objetivo normalizado. El objetivo de todo este trabajo es obtener los mejores inputs para el proceso de toma de decisiones de la cartera.
Comenzaremos a vender una acción cuando alcance un nivel de precios que refleje nuestra creencia en su valor intrínseco, y el riesgo de mantenerlo supera la posible recompensa.
¿Cómo funciona el value investing?
Cuando observamos las empresas en la categoría más barata del mercado, generalmente hay una razón por la que están allí. A menudo hay un problema que hace que al mercado no les guste. Cuando las cosas van mal, la reacción natural de las personas es asustarse y querer distanciarse de esas compañías. Psicológicamente, eso significa que el miedo está impulsando el proceso de toma de decisiones y cuando las personas tienen miedo y temen, toman malas decisiones.
Por el contrario, ser un inversor value requiere tener un marco analítico fuerte para tomar buenas decisiones. Ese marco nos ayuda a identificar las empresas donde los problemas son temporales y hay margen para que las ganancias se recuperen y para que el mercado reevalúe la calidad del negocio. También nos ayuda a evitar aquellas compañías en las que sucede lo contrario. En resumen, significa superar las emociones que contribuyen a la mala toma de decisiones.
Entonces, ¿cómo conseguís dejar de lado las emociones en vuestro proceso de inversión?
Todo gestor de activo necesita tener intuición para poder batir al mercado. En su corazón, esta intuición es algo para distinguir entre la habilidad y la suerte en un proceso de inversión. Tenemos cuatro elementos en nuestro proceso que nos ayudan a dejar de lado las emociones y nos dan ventaja en el proceso de inversión.
En primer lugar, está la ventaja informativa. Para nosotros, este es el uso de datos para garantizar que nos centremos en las partes más baratas del mercado. Entonces, tenemos una ventaja analítica. El siguiente paso es una ventaja de comportamiento que es nuestro uso de un marco de riesgo y recompensa para ayudar a tomar buenas decisiones de cartera. Finalmente, tenemos una ventaja organizativa: almacenar todo el trabajo que hacemos nos permite volver a analizar las empresas que pueden ser interesantes en el futuro.
¿Cómo veis las perspectivas para las acciones ‘value’ en este momento de mercado?
El value sin duda ha pasado por un momento difícil en la última década después de la crisis financiera y las intervenciones extraordinarias de los bancos centrales. Sin embargo, los miembros del equipo han estado gestionando fondos en este estilo de valor durante ese período de tiempo y aun así lograron rentabilidades por encima del índice de referencia. Ese también es el caso del Schroder ISF* European Value, el fondo que gestionamos.
La mala racha del estilo ‘value’ no durará para siempre; nada lo hace. Benjamin Graham, el padre de la inversión de value, descubrió que el secreto de una inversión sólida es el concepto de ‘margen de seguridad’. Lo que quería decir es que el precio pagado por un activo debería permitir una gama de resultados adversos inesperados. Debido a que muchas cosas pueden salir mal a la vez, es prudente ser precavido. Pero la cautela parece faltar en los mercados de hoy.
Últimamente, el mundo parece estar en un mercado alcista para todo, con inversores dispuestos a pagar precios elevados por el crecimiento futuro de las ganancias. Como inversores value, nos preocupamos mucho más por el precio que pagamos por las ganancias futuras y mucho menos por la tasa de crecimiento de las ganancias esperadas.
Es poco probable que las acciones que cotizan con un descuento respecto del valor fundamental de sus negocios subyacentes mantengan ese descuento para siempre. El valor como estrategia se basa en la reversión a la media y creemos que el precio y el valor convergen a lo largo del tiempo. De hecho, la historia sugiere que el status quo es inusual y que el valor se recuperará y tendrá un rendimiento significativo a largo plazo.