Un entorno económico debilitado, el endurecimiento de las políticas de los bancos centrales y unas valoraciones de los activos en niveles elevados constituyen una trinidad imposible, de acuerdo con Witold Bahrke, responsable senior de estrategia macroeconómica en Nordea Asset Management.
El directivo opina que lo más probable es que solo dos de estos tres factores, como máximo, se mantengan a finales de año. Dado que los indicios económicos apuntan de forma sistemática a una inflación ultrarreducida, la cuestión clave del segundo semestre será quién cederá en este pulso: ¿un mercado en ebullición, mostrando una mayor aversión al riesgo, o unos bancos centrales dispuestos a normalizar su política, adoptando un tono más acomodaticio?
En Nordea consideran que “serán los mercados quienes cedan antes y que la aversión al riesgo aumentará en el segundo semestre, dado que los bancos centrales, casi por naturaleza, solo ajustan sus posturas de forma muy gradual. Si cambian continuamente entre una postura favorable a la normalización monetaria y otra acomodaticia, estos pierden credibilidad, una característica muy preciada para estas instituciones, ya que es difícil lograrla, pero fácil perderla” comenta Bahrke añadiendo que “Esto se traduce en que las elevadas valoraciones de muchas clases de activos se pondrán en duda ante un entorno macroeconómico incierto y una posición menos clara de los bancos centrales. Por lo tanto, esta trinidad imposible tendrá que resolverse, y el resultado más probable es un incremento de la volatilidad y una menor tolerancia al riesgo durante el segundo semestre. En última instancia, los bancos centrales podrían verse obligados a actuar y a abandonar su tono restrictivo, al menos temporalmente, dado que no pueden ignorar indefinidamente el contexto de baja inflación. Esto podría ocurrir en el tercer trimestre, lo que limitaría la caída de los activos de riesgo”.
En su opinión, lo que resta de 2017 será dominado por una narrativa «posreactivación» luego de un positivo primer semestre del año y en un entorno donde la inflación se ha debilitado y los discursos de los principales bancos centrales apuntan a una normalización de sus políticas.