Para Víctor Alvargonzález, el mundo ha cambiado mucho desde que a mediados de los años 90 fundara Profim. El experto habla de un punto de inflexión en el sector del asesoramiento financiero, marcado por la revolución digital, la necesidad de reducir costes, la urgencia de optimizar el peso en las carteras entre la gestión pasiva y una gestión activa que ya pocas veces aporta valor y, por supuesto, la llegada de MiFID II. El cambio que llega ahora tiene una trascendencia muy similar al momento en el que montó Profim coincidiendo con la llegada a España de las gestoras internacionales y de la necesidad de seleccionar sus fondos para aportar valor, explica en una entrevista con Funds Society, aunque con características totalmente diferentes a las de entonces.
“En los momentos de cambio o cambias o te cambian y yo quiero participar en ese proceso y ser de los que se “comen” al cambio, y no de aquellos que son engullidos por él”, explica. Como considera que llega una nueva era en el sector en la que el tema de los costes cobrará importancia y el modelo de asesoramiento por el que el cliente pagará deberá justificar perfectamente su valor añadido, Alvargonzález se adaptará al nuevo entorno -siguiendo a su reciente salida de Tressis– con la creación de un nuevo proyecto de asesoramiento. “Quiero construir un modelo eficiente, mejor operativamente que el anterior, en el que los costes estén justificados y en el que la gente pague realmente por lo que vale, utilizando la tecnología y el sentido común, y adaptado a MiFID II”, resume, indicando que podría estar listo en los próximos de seis a ocho meses.
Se tratará de un modelo de asesoramiento independiente, así entendido bajo la óptica de MiFID II, que conjugará tecnología y capital humano para distintas labores. Así, será un proyecto fintech, pero con un toque humano, en el que las personas tendrán un papel fundamental. “El robot no tomará las decisiones financieras ni seleccionará fondos, ni tampoco tendrá el contacto con los clientes… solo hará aquello que hace mejor que las personas”, indica, hablando de labores de back office y de facilitar los procesos como ejemplos.
La tecnología tendrá por tanto un papel clave en el modelo de negocio, “puramente independiente”, pero también habrá analistas, aunque no tantos como en los modelos tradicionales. “Si en mi época elegir fondos que aportaban alfa era tirar a balón parado, hoy es buscar una aguja en un pajar”, dice, por lo que se limitará a buscar esos fondos en activos que por sus características lo demanden (high yield, convertibles, small caps en distintos mercados… lugares en los que la gestión realmente aporte), mientras en otros activos recurrirá a la gestión pasiva. Así pues, el modelo, a diferencia de otros que utilizan únicamente gestión pasiva e indexada, incluirá también gestión activa, pero esta última “solo entrará en las recomendaciones cuando se justifique”.
El negocio también se diferenciará de los roboadvisors tradicionales en que no requerirá abrir cuenta en los bancos con los que trabaje esa entidad, y estará dirigido a cualquier cliente, sin mínimo de patrimonio. “Muchos dicen que los clientes con menos de 300.000 euros serán huérfanos de asesoramiento pero yo trataré de que no sea así”.
Además, aportará un valor añadido nuevo, que consistirá en seleccionar y analizar estrategias de inversión de grandes gurús (ya sean gestores, analistas o estrategas) y asesorar a los clientes para que puedan replicar sus modelos de inversión. Algo que será posible gracias a las posibilidades de análisis de las redes sociales.
El objetivo que se fija es “ser un referente en el proceso de cambio digital que va a tener el sector del asesoramiento financiero en España” y mientras pasan los meses en los que pone en marcha el servicio, compartirá sus ideas de inversión desde su blog (www.victoralvargonzalez.com).
Los cambios que vienen
Para el experto, el cambio que viene en el sector será positivo para los clientes y mejorará precio y servicio… y por tanto la rentabilidad. Para Alvargonzález, los ejes de ese cambio son cuatro. En primer lugar, la revolución digital, que llega al sector financiero, y que no se limita a robotizarlo todo, puesto que los robots, dice, no pueden tomar las decisiones de inversión. “Un robot no habría comprado acciones de Amazon cuando empezó ni entendería a Jobs ni a Trump, ni tampoco emociones como el miedo, la avaricia y las modas, factores que no se pueden obviar cuando se invierte”, explica.
En segundo lugar, la necesidad de rebajar los costes: “Quitando la toma de decisiones y la relación con los clientes, los robots sí pueden rebajar mucho los costes del servicio. Lo que se cobra actualmente es excesivo y una empresa eficiente de asesoramiento ha de adaptarse al nuevo entorno para producir más barato, de forma más eficiente, y repercutirlo sobre clientes. El asesoramiento puede ser mejor y más barato”, dice.
El tercer eje es el equilibrio entre gestión activa y pasiva pues, a diferencia de hace décadas cuando la gestión activa aportaba alfa, ahora no es así: “A los gestores activos se les limita tanto a través del tracking error que se les dificulta batir a los índices, pero -y aquí viene el cambio- creo que no hay que pagar por la gestión donde no la hay y que se debe pagar solo donde los resultados lo justifican o solo en los activos que necesitan realmente de esa gestión”, dice. En su opinión, se puede ahorrar más del 1% en la gestión de una cartera optimizando el peso de la gestión activa y pasiva, dice.
Por último, el cuarto eje del cambio es MiFID II, “importantísimo y para los fans de la independencia, pues va a dejar muy claro quién es independiente de verdad y quién no”. Y en todos esos ejes se basa para construir su nuevo proyecto.