Es probable que las perspectivas para 2017 se basen en gran medida en lo que ha ocurrido en los años posteriores a la crisis financiera, estima Nick Mustoe, director de Inversiones de Invesco en Henley. Desde 2008-2009, la política económica se ha centrado casi exclusivamente en medidas de austeridad y condiciones monetarias laxas, como son unos tipos de interés extremadamente bajos (e incluso negativos) y programas de expansión cuantitativa.
Estas medidas estaban destinadas a ralentizar el crecimiento de la deuda con respecto al producto interior bruto, reducir los tipos de interés sin riesgo y reactivar la actividad económica. Aunque han tenido éxito en la medida en que han evitado una depresión como la de 1929 y un derrumbe del sistema bancario, lo cierto es que han resultado ser bastante ineficaces a la hora de propiciar un crecimiento sustancial en la economía real, cree el gestor.
En su último análisis de mercado, Mustoe añade que dichas políticas han tenido la consecuencia imprevista de provocar una fuerte inflación del precio de los activos que, en la mayoría de las economías, no ha beneficiado a la población en general. Esto se ha reflejado en los acontecimientos políticos de 2016 como el Brexit o las elecciones presidenciales en EE. UU.
“Hay margen para que esta tendencia continúe en Europa, pues el próximo año se celebran elecciones en Francia y Alemania. Esta presión sobre los gobiernos y los bancos centrales probablemente acelerará el tan esperado giro de la política monetaria hacia una política fiscal más favorable al crecimiento”, explica.
¿Qué significa la política fiscal para los mercados?
“Un giro global hacia una política fiscal expansiva, como las rebajas fiscales y la inversión en infraestructuras que propone Donald Trump, probablemente impulsará la oferta de bonos y también las expectativas de inflación futura. En este escenario, los inversores deberían dejar de ver como norma una caída del rendimiento de los bonos, lo que tendría profundas consecuencias para la curva de tipos en los mercados de renta fija, y, por extensión, para los segmentos similares a los bonos considerados «más seguros» del mercado de renta variable”, dice Mustoe.
Para el director de Inversiones de Invesco, la valoración ha pasado a un segundo plano en los últimos años, ya que las acciones que han acusado bajos niveles de volatilidad lo han hecho mejor que sus equivalentes más cíclicas, no por sus fundamentales, sino por sus cualidades de similitud con los bonos.
“Este mejor comportamiento relativo ha hecho que muchos activos percibidos como «defensivos» se encuentren ahora muy caros. Por ejemplo, a fecha de 31 de octubre de 2016, los bienes de consumo básico globales cotizaban a unos niveles de casi 20 veces los beneficios del próximo año, lo que supera el nivel máximo anterior registrado en 2007. Considero que dichas valoraciones son insostenibles y exponen a esas partes del mercado de renta variable a un resurgimiento de la valoración como determinante principal de la rentabilidad”, apunta. El giro hacia una política de estímulos fiscales respaldaría dicha reaparición de la valoración y sería una inyección de energía para aquellas partes del mercado que han tenido un comportamiento inferior a la excelente evolución de los activos «refugio».
¿Dónde se encuentran las oportunidades de valoración?
A Mustoe los mercados le pareen bastante caros en general. A pesar de las recientes subidas de los rendimientos, el gestor estima que sigue siendo difícil encontrar valor en los mercados de deuda. A primera vista, dice, las valoraciones de los mercados de renta variable también parecen caras, aunque menos que las de la deuda. Sin embargo, esas valoraciones elevadas de las acciones ocultan disparidades de valoración extremas entre las regiones y los sectores. De hecho, si se profundiza, creo que todavía puede encontrarse valor en determinadas partes del mercado.
“En términos regionales, creo que Europa representa la oportunidad más destacada, especialmente cuando se compara con el mercado de renta variable estadounidense. Las empresas europeas no se han reapalancado en la misma medida en que lo han hecho sus equivalentes de EE.UU., se benefician de unas condiciones financieras favorables y siguen teniendo margen suficiente para mejorar sus beneficios, que se sitúan muy por detrás de los niveles máximos anteriores. Para poner en contexto la disparidad de las valoraciones entre estos mercados, el mercado de renta variable estadounidense no ha estado tan caro en comparación con el europeo desde hace décadas”, escribe en su análisis.
Por lo que respecta a los sectores, Mustoe considera que las áreas cíclicas del mercado, especialmente los bancos, deberían seguir teniendo un buen comportamiento. “Los bancos están ahora mucho mejor capitalizados que justo después de la crisis financiera. Han mejorado considerablemente sus estructuras de capital y reducido la volatilidad de sus fuentes de beneficios en los últimos años. Asimismo, operan en un entorno extremo de fuertes reglamentaciones y tipos de interés ultra bajos que han mermado las rentabilidades. Creo que existe potencial para que a lo largo de 2017 mejore el entorno de tipos de interés y regulatorio”, expone.
Entonces, ¿puede continuar la gran rotación?
“Como hemos visto en los últimos años, los acontecimientos imprevistos que provocan aversión al riesgo tienen la capacidad de sacudir la confianza de los consumidores y hacen que las valoraciones tengan un papel secundario en los movimientos del mercado. En esas circunstancias, los activos «defensivos» podrían volver a hacerlo mejor, especialmente en períodos cortos. No obstante, mantenemos la firme convicción de que, a largo plazo, la valoración es el factor determinante más fiable de la rentabilidad. Muchos de los activos «refugio» que lo han hecho bien se encuentran actualmente sobrevalorados en la medida en que ya no ofrecen necesariamente la protección que los inversores esperaban de ellos. Por otro lado, determinadas áreas del mercado, como Europa y ciertos sectores más cíclicos, descuentan una perspectiva mucho más negativa que la mía. Esa disparidad no es sostenible. Un cambio de mentalidad de los responsables políticos respecto a las medidas de expansión fiscal debería propiciar un mayor crecimiento económico positivo (aunque solo sea moderado) y un repunte de la inflación. En mi opinión, esto crearía un entorno apropiado para la normalización de las valoraciones en los distintos mercados”, concluye.