Es difícil de imaginar un candidato que, sobre el papel, se vea mejor que Pedro Pablo Kuczynski para guiar a un país azotado por la caída de los precios de las materias primas, en una era del post-populismo en América Latina. Fue gerente del Banco Central de la Reserva de Perú, ministro de finanzas y ejecutivo en Wall Street, además de hablar tres idiomas: español, francés e inglés con perfecta fluidez.
De carácter contemplativo, pero ferozmente dedicado a llevar a su país al presente, conoce a la mayoría de las personas influyentes en materia de financiación del desarrollo mundial, pues trabajó para el Fondo Monetario Internacional y en el Banco Mundial. Está preparando un plan para vender unos 6.000 millones de dólares en bonos del gobierno para financiar proyectos de infraestructura, en una nación todavía por desarrollar y con finanzas muy poco apalancadas. Aprendió con una edad temprana la importancia del servicio público, pues cuando era niño vivió en una región del Amazonas donde su padre ayudaba a combatir la lepra en Perú.
Pero, a sus 77 años, Kuczynski se enfrenta a Keiko Fujimori, joven y políticamente hambrienta, se cierne estrictamente al guion. Hija del expresidente Alberto Fujimori, que cumple condena por los casos de corrupción en los que se vio involucrado durante su mandato, la última encuesta realizada por Ipsos la da como ganadora por el momento, aunque más de un 10% de la población peruana todavía no ha decidido el voto. Han estado empatados en las últimas semanas. A la comunidad financiera le gustan los dos candidatos por igual, sus políticas económicas no son muy diferentes, pero si tienen enfoques muy distintos en la manera de enfrentarse a los problemas del país.
Durante la campaña, Fujimori ha prometido luchar contra el crimen, entre sus medidas destacan la instauración de la pena capital para los violadores de menores y permitir a los miembros del cuerpo de policía tener un segundo empleo para complementar sus ingresos, tal y como sucedía en el pasado.
Por su parte, Kuczynski quiere aumentar los salarios de la policía y limpiar el sistema judicial como medidas en la lucha contra el crimen. Piensa que el origen de la violencia en Perú radica en el comercio de drogas, su idea es persuadir a los agricultores de la coca y a los traficantes para que se alejen del cultivo ilegal y se aproximen a un negocio legítimo y lucrativo.
Kuczynski quiere rebajar los impuestos drásticamente con la idea de atraer a un gran número de negocios que operan por fuera del sistema fiscal, al que los peruanos se refieren como economía informal. Plantea la posibilidad de ofrecer una amnistía para legitimar el dinero de origen peruano que sigue en el extranjero y establecer un sistema de préstamos bancarios que opere en la normalidad y no en los límites de la usura como en la actualidad.
Perú ha sido una de las economías que más ha crecido en la región, mantiene una calificación crediticia de grado de inversión A y el crédito formal del país es tan sólo un 35% del producto interior bruto. Como el resto de países de América Latina, Perú vivió una década de bonanza a raíz del boom del precio de las materias primas y de la inversión china, que contribuyó a sacar de la pobreza a muchos de sus habitantes hacia una tentativa clase media. Pero con la desaceleración del gigante asiático y la caída de los precios de las materias primas, Perú se enfrenta a las mismas dificultades que las economías de Argentina, Brasil y Venezuela. El domingo los peruanos tendrán que decidir a quién eligen para navegar estos desafíos.