Actualmente, no podemos esperar que los mercados emergentes tiren del carro de la economía global, y ese papel le corresponde más al mundo desarrollado, y en especial a Estados Unidos. Es una de las tesis que defendió John Greenwood, economista jefe del grupo Invesco, en el marco de unas recientes conferencias organizadas en su sede de Henley y en las que participó la prensa europea. El experto habló de la continuación de un escenario marcado por la combinación entre una recuperación gradual en los países desarrollados (que aún durará mucho tiempo porque está en una fase temprana) y una desaceleración en los emergentes, si bien a medio plazo no descarta el potencial de estos últimos para recuperarse con fuerza.
Pero, de momento, la mayor locomotora para el crecimiento mundial será Estados Unidos, con retos aún pendientes como la continuidad del desapalancamiento en el sector público y privado, pero con la ventaja de que ese proceso ha sido más rápido que en otras partes del mundo, además de haber llevado a cabo unas políticas monetarias más efectivas que en Europa o Japón, lo que se ha traducido en mayores crecimientos en el gigante americano y en el hecho de que el crédito fluya a niveles más normales. Con respecto a la Fed, ahora la cuestión es si tendrá que revertir los tipos de interés y la respuesta es “no”: quizá haya alguna subida en junio o julio, y septiembre o diciembre. “No veo que pueda haber restricciones de crédito en EE.UU.”, añade. “La Fed subirá tipos pero eso no será una restricción de la política monetaria, solo una normalización. Solo si hay una gran subida podría haber riesgo de una recesión”, dice. En su opinión, esto llevará a un fortalecimiento del dólar.
En cuanto al resto del mundo desarrollado, Greenwood augura una inflación baja durante “mucho tiempo” y defiende que tanto Europa como Japón necesitan reparar más sus balances y solucionar el problema del bajo crecimiento del crédito. “Hay dos problemas principales: en primer lugar, la reparación de balances no ha sido suficiente; el proceso ha de ir más allá, pues es necesario antes de que estos países vuelvan a crecer”. Y en segundo lugar, necesitan “políticas monetarias efectivas, al igual que la Fed o el Banco de Inglaterra, consistentes en comprar activos de entidades no bancarias, en lugar de comprar deuda pública en manos de las entidades bancarias”, explica. Porque solo así se contribuye a incrementar el dinero en el sistema (M3) y el poder adquisitivo de hogares y empresas.
“El BCE y el Banco de Japón, con sus QE, han comprado valores de bancos comerciales, generando una especie de swap entre esos bancos y las autoridades, pero ése ha sido el fin de la transacción”, es decir, no ha habido impacto en otros sectores ni se ha incrementado el crédito bancario ni la base monetaria (M3). Debido a los bajos tipos y a la aversión al riesgo, los hogares y las empresas no quieren tomar préstamos, lo que conlleva a una expansión en el balance de los bancos centrales pero con poco impacto en los bancos y en el resto de actores económicos. “El mecanismo de transmisión de la política monetaria está roto de forma fundamental y por eso los tipos están tan bajos y son incluso negativos en Europa y Japón”, añade Greenwood. Aunque el BCE comenzará en junio a comprar deuda privada, el economista considera que el volumen será pequeño en comparación con las compras de deuda pública y no resolverá el problema.
Ni tampoco lo harán los tipos negativos: “Se necesita impulsar el poder adquisitivo del sector privado, incluyendo a empresas, hogares y firmas financieras, y no solo a los bancos: solo así se impulsa el gasto en la economía; no basta con los tipos bajos”, explica. En su opinión, los tipos de interés no constituyen una buena medida de las políticas monetarias, pues lo que de verdad importa es la cantidad de dinero y crédito en el sistema: ahora los tipos solo reflejan que la demanda de crédito es muy baja.
Desapalancamiento
En resumen, las políticas monetarias más eficientes en el mundo anglosajón, junto con un mayor trabajo de desapalancamiento público y privado, explican por qué tenemos un crecimiento del 2%-2,5% en EE.UU. y Reino Unido frente al 1%-1,5% en Europa y Japón. “España e Irlanda sí han hecho un gran trabajo pero no basta para contrarrestar que ha habido poco desapalancamiento en los países grandes como Italia o Francia”, dice el economista. Los hogares también se han desapalancado menos en Europa y Japón que en EE.UU. y Reino Unido.
Con todo, y aunque Greenwood reconoce que en EE.UU. se ha hecho un gran trabajo para reparar el balance de los hogares y el sector privado, ya en niveles de 2002, recuerda que la deuda sigue alta en el sector público (casi el 100% del PIB) y dice que el proceso no está totalmente completado, lo que impide a la economía marchar a pleno potencial. Defiende que el proceso de desapalancamiento del sector público lleva mucho tiempo, porque implica estabilizar la deuda y hacer crecer el PIB: “Lleva al menos el doble de tiempo que el que ha pasado desde 2008: la cola de todos los estímulos es muy larga”.
Los problemas de los emergentes
El análisis de Greenwood sobre la interacción entre las economías desarrolladas y emergentes parte de la crisis económica de 2008: así mientras los primeros están recuperándose poco a poco –en un entorno en el que los estímulos no han tenido éxito y aún muestran debilidad-, en los emergentes la recuperación fue muy rápida y fuerte pero esos excesos han llevado a los problemas recientes: inflación, caída de las divisas, burbujas en sectores como el inmobiliario… “Han fallado como locomotora mundial”, dice.
El experto destaca principalmente tres problemas: el exceso del crédito; la fuerte dependencia de las materias primas y las dificultades para diversificar sus economías; y la dependencia de China. Y, a la hora de apostar por estos mercados, recomienda separar con claridad entre aquellos productores de materias primas –los más castigados, como Chile o Perú-y aquellos de manufacturas. Entre estos últimos, y también por su cercanía con un EE.UU. más fuerte, apuesta por México.