Tras el abandono de hasta nueve candidatos en la carrera por la nominación presidencial del partido republicano, y uno en las filas demócratas, las cosas empiezan a estar más claras para los pretendientes a la Casa Blanca y para los mercados, porque es probable que tanto la campaña electoral como los resultados en sí tengan un impacto importante en las bolsas, estima Edward Perkin, director de Inversión de Capital de Eaton Vance.
En este contexto, explica el gestor, vale la pena considerar los sectores e industrias que podrían beneficiarse, según qué partido asuma el poder. “Es difícil saber dónde ubicar al sector de atención de la salud en la tabla más abajo. Por un lado, si el partido Demócrata gana, podría ponerse en marcha una iniciativa para poner un límite a los precios de los medicamentos. Por el otro, la Ley de cuidado de salud asequible podría ser más segura, la que ha sido un beneficio para las organizaciones de mantenimiento de la salud (HMO) y los hospitales, pero también ha llevado a un impuesto a las empresas de dispositivos médicos”, dice Perkin.
Petróleo y gas, bancos y defensa son los sectores identificados por Eaton Vance como los más beneficiados en caso de una victoria republicana a manos de Donald Trump, John Kasich o Ted Cruz. En el caso del crudo, podríamos ver un aumento del número de proyectos aprobados, como el oleoducto Keystone. El mundo de las finanzas podría registrar menos costes legales y de compliance, mientras que defensa obtendría, presumiblemente, un mayor presupuesto.
En lo que respecta al dólar, es probable que la llegada una nueva administración tenga un efecto en el dólar, aunque, advierte Perkin, “no es fácil clasificar a los demócratas o republicanos como a favor o en contra de un dólar débil. Cada candidato parece tener sus propias preferencias”.
Por último, sin importar qué partido logre el poder, es probable que reforme el impuesto corporativo en 2017. “Ambos partidos reconocen que las empresas estadounidenses se encuentran en una posición desfavorable y esto conlleva a pérdidas de empleos y reubicaciones de las grandes empresas. Estados Unidos no ha modificado su tasa impositiva corporativa en veinticinco años. Entretanto, otros países han estado reduciéndolas progresivamente, lo que ha significado que la primera economía del mundo registre las tasas impositivas a sus empresas más altas del mundo desarrollado”, concluye Perkin.