En la industria de fondos de inversión nadie lo dirá en alto, pero la idea es común: si Bernie Sanders ganara las elecciones presidenciales de Estados Unidos el próximo mes de noviembre sería un auténtico desastre. No es raro que los mercados piensen de esta forma. Con frases como «el modelo de negocio de Wall Street es un fraude» o «la codicia y la irresponsabilidad de Wall Street arruinan nuestra economía», no es que el aspirante a hacerse con la candidatura demócrata haya hecho muchos amigos en el mundo de las finanzas.
Las propuestas de Sanders se basan en seis pilares fundamentales: limitar el poder de las instituciones financieras, implantar un seguro médico universal para todos los estadounidenses, rebajar las matrículas universitarias, reformar del sistema de financiación electoral y las leyes migratorias y luchar contra el cambio climático. Además, ha repetido incansable en todos los debates su clara intención de endurecer los controles al sistema bancario.
Varios economistas consultados por The New York Times estiman que llevar a la práctica este programa electoral supondría elevar un 40% el gasto federal. Pero Sanders pretende financiarlo subiendo los impuestos a las transacciones financieras y desalentar el trading de alta frecuencia y el comercio especulativo.
Según desglosó esta misma semana The Wall Street Journal, en virtud de un proyecto de ley presentado por Bernie Sanders el pasado mayo, los inversores estarían obligados a pagar un impuesto especial por las transferencias de acciones, bonos o derivados. Las operaciones de bolsa podrían tener un impuesto de hasta el 0,5%, o de 5 dólares cada 1.000 dólares de transacciones bursátiles. En el caso de los bonos el impuesto sería más alto, del 0,10% y los derivados recibirían un gravamen del 0,005%. Un esquema similar al de la Tasa Tobin.
Así que cada vez que las encuestas lo sitúan por delante de Hilary Clinton y los medios se hacen eco de su lema cool que le acerca al electorado más joven –‘Feel the Bern’- un espasmo recorre las mesas de trading y los despachos de bancos de todo el mundo.
“Las elecciones no están siendo nada previsibles, pero después de anoche, los inversores no pueden descartar la posibilidad de que el resultado tienda a los extremos, lo que plantea importantes riesgos para el mercado de valores, escribió a sus clientes Andy Laperriere, responsable de análisis de políticas fiscales en la firma independiente Cornerstone Macro, justo el día después de que Donald Trump y Bernie Sanders ganaran las primarias de New Hampshire con sus respectivos partidos.
La carta refleja el creciente miedo en el mundo de las finanzas como consecuencia no sólo de lo que han sido resultados imprevisible hasta ahora sino del auge de las posiciones más radicales en esta campaña presidencial.
Lo que tienen en común Sanders y Trump no es poco. Ambos están capitalizando el hartazgo de la clase media trabajadora estadounidense con la clase política y el rencor que ha supuesto que la brecha entre ricos y pobres no haya hecho más que aumentar tras la crisis financiera. La clase media no olvida que fueron sus impuestos quienes salvaron a la banca.
Sin embargo, hay que reconocer que Sanders tiene carisma. Entusiasma. Su discurso beligerante contra el establishment político y las élites financieras del país han desatado la pasión entre el electorado más joven. Otra cosa será que consiga capitalizar el descontento. “Voy a exigir que el mundo de las finanzas pague de manera justa”, dijo en un debate.