La decisión sobre el fin de la política del hijo único tiene algo que ver con el envejecimiento de la población global: el número de personas mayores a 60 años se ha multiplicado por cuatro desde 1950 y se triplicará desde los niveles actuales en 35 años. Aunque el problema es sobre todo del mundo desarrollado, también afecta a los emergentes: ahora solo en Europa, EE.UU., Canadá, Japón y Australia los mayores de 60 años suponen más de un 25% de su población pero en 2050 esa misma situación se dará también en casi toda Latinoamérica y países de Asia como China, además de algunas regiones de Oriente Medio, con la única excepción de África, donde la fertilidad es mucho mayor.
La tendencia del envejecimiento de la población va a ser más fuerte y violenta que lo que pueda salir de esta nueva política del fin del hijo único: “El hecho de que se haya dado el paso muestra que la situación preocupa en China”, dice Clément Maclou, CIIA y gestor de renta variable temática en Amundi.
Sobre la política en sí, el gestor cree que “necesitaremos tiempo para evaluar el cambio cultural que supondrá”. “En 2010 algunas regiones de China ya tomaron esa decisión, lo votaron entonces pero se aplicó en 2014. Ahora se ha extendido la medida a todo el país pero se necesita tiempo para adaptarse. De momento no van a cambiar muchas cosas”, dice, aunque reconoce que a largo plazo será un tema que deba tenerse en cuenta, por ejemplo, por las compañías europeas que exportan a China.
Andy Rothman, estratega de inversiones en Matthews Asia, señala que “contrariamente a lo que opinan algunos analistas, la decisión de terminar con la política del hijo único no ha sido provocada por la ralentización de la economía y la reducción de la fuerza laboral, sino que es una decisión puramente política. Es una decisión para sacar al gobierno chino de los dormitorios de las familias chinas” y recuerda que la caída de la tasa de natalidad en el país se produjo antes de que existiese dicha política, igual que sucedió en otros países.
En línea con los anteriores, Kim Catechis, director de global emerging markets de la filial de Legg Mason Martin Currie, cree que no es probable que la reversión de la tan largamente mantenida política provoque ningún cambio a corto plazo, ni en la economía ni en el crecimiento de la población, y recuerda que el catedrático del LSE, Tim Dyson, sostiene que para hacer crecer el PIB de un país, éste necesita sincronizar el crecimiento de tres variables: la población en edad de trabajar, la productividad y la utilización del trabajo. “Los cambios en el “hukou” van a tener un mayor impacto positivo sobre la productividad y el crecimiento que el reciente anuncio de esta política”.
“En la actualidad el sistema de registro “hukou” limita la posibilidad de la población para acogerse a medidas de bienestar social fuera del área donde están registrados” dice Craig Botham, economista de mercados emergentes en Schroders. Esto se traduce en que muchos emigrantes del campo a la cuidad deben volver a sus pueblos de origen para tener acceso a la educación, al sistema de sanidad y a los demás sistemas de protección social. Esto añade una inmensa carga adicional al coste de criar hijos, y será un factor contributivo a que se retrase la formación de familias.
A esto, Credit Suisse -en un informe elaborado por su departamento de global demographics & pensions research- añade: “Creemos que para hacer frente al problema del envejecimiento de la población únicamente la relajación de la política del hijo único se queda lejos de ser suficiente. Son cruciales las reformas estructurales generales para asegurar un crecimiento sostenido.” A medida que las mujeres van recibiendo mayor formación, se hacen con mejores oportunidades laborales y se encuentran obligadas a elegir entre trabajo o familia. Para impulsar la natalidad en China, es necesaria a implementación de medidas como instalaciones de cuidados infantiles, mayores bajas maternales, ayudas financieras para guarderías o colegios como ya se hizo en Singapur, Hong Kong y otros países europeos.
A pesar de que el efecto se notó inmediatamente en las empresas relacionadas con la infancia, tales como leche, papel o productos de consumo, cuyos valores se dispararon para luego sufrir recogidas de beneficios muy rápidas, dejando patente que los beneficios directos de la política son limitados. “Aunque pueda parecer contrario a la intuición, un enfoque más inteligente sería invertir en seguros o sanidad” señala Christopher Chu, analista de mercados asiáticos de Union Bancaire Privée (UBP).Al mismo ritmo que crecen los salarios –explica el gestor-, lo hace la demanda por un nivel de calidad de vida superior. Esto debería llevar a una mayor capacidad para invertir en sanidad y servicios médicos, sectores cuya penetración es baja y la única competencia es una sanidad pública con un cobertura y calidad inadecuada. “Además de éstos, el sector financiero también será un beneficiario, ya que la clave para la promoción de reformas y eficiencia sería la mayor liberalización del renminbi y la canalización del crédito hacia sectores más productivos”.
“No es probable que la relajación de esta política en el país de la vuelta a las actuales tendencias, como tampoco las anteriores medidas selectivas provocaron un baby boom”, opina el director de análisis de commodities de Julius Baer, Norbert Ruecker, que se mantiene “neutral” sobre esta clase de activos, dados los fuertes vientos estructurales que soplan en su contra.