Andrew Harmstone estuvo en Miami hace unos días para compartir con un numeroso grupo de clientes su “Global Investment Outlook”. El portfolio manager de la estrategia Global Balanced Risk Control y miembro del equipo global de multiactivos de Morgan Stanley desgranó las claves de la inversión en un entorno enfocado al control de riesgo, durante un almuerzo en que destacó que las perspectivas globales de mercado cambian rápidamente en el entorno actual, dirigido por dos fuerzas deflacionarias y la cesión del control de los mercados mundiales por parte de los países emergentes a los desarrollados, lo que hará que la volatilidad se alargue todavía, al menos, un mes.
En este momento –dice Harmstone- asistimos a la unión de dos fuerzas deflacionarias –China y el precio del petróleo- y al gran cambio que supone que los mercados desarrollados estén recuperando el protagonismo que los emergentes han ostentado desde 1973. En 2008, existían fuertes desequilibrios a escala mundial: las naciones desarrolladas adquirían bienes y servicios de naciones emergentes que pagaban tomando préstamos de ahorradores de estas economías. Por ejemplo, China acumuló reservas por un importe de más de 3 billones de dólares estadounidenses, de los cuales una parte sustancial correspondía a «préstamos» a EE. UU. en forma de valores del Tesoro estadounidense. Los analistas consideran que estos desequilibrios comerciales y los flujos de capitales contribuyeron a la crisis de 2008 y a la denominada «Gran Recesión» que llegó después.
Por lo que respecta a la situación de China, el gestor achaca la falta de rumbo actual a la utilización política de los mercados financieros. La experiencia previa del gobierno, cuando en 2008 puso en marcha un programa de estímulos económicos muy importante, pareció funcionar a base de crear una enorme deuda privada (hasta el 200% del PIB). En 2015, con el fin de incrementar la riqueza de la población china y facilitar financiación mediante la emisión de acciones a empresas estatales claves, mantuvieron su estrategia de utilizar la bolsa de valores para conseguir objetivos políticos. Para conseguir esta financiación, se ofreció a inversores particulares participar en las OPI de las denominadas «empresas conceptuales» a precios atractivos, lo cual impulsaba el capital de estas empresas y servía a los objetivos de política.
Sin embargo, controlar las fuerzas del mercado es complicado, dice Harmstone,: si los objetivos del Estado son acordes con los factores que impulsan los mercados, como los niveles de valoración y la confianza de los inversores, no hay problema pero, en caso contrario, surgen retos significativos como los que ahora debe afrontar el gobierno chino. La inyección de 200.000 millones de dólares calmó temporalmente la situación pero el gobierno acabó perdiendo un control que no ha recuperado, y que ha repartido la deuda entre una maltrecha clase media –se estima que en torno al 80% de los inversores chinos son personas físicas– que, como consecuencia de las pérdidas de los mercados, podrían disminuir sus niveles de consumo (en especial, de artículos de gran valor, como automóviles). Ello, a su vez, podría llegar a incidir no solamente en la economía china, sino también en el conjunto de la economía mundial dado el peso de las importaciones chinas en ámbitos como las materias primas, los bienes de lujo y los automóviles. Por último, la debilidad de los mercados chinos también podría continuar retrasando la normalización de los tipos de interés por parte de la Reserva Federal estadounidense.
La segunda causa de deflación hay que buscarla en la evolución de los precios del crudo, cuyo recorrido ha producido un impacto muy negativo para los países productores y exportadores, incluido Estados Unidos, que todavía no ve su final. Por un lado, las empresas del sector tienen que invertir para subsistir, tienen que buscar ahora los pozos que explotarán dentro de 10 años, y para ello les hacen falta los beneficios de que ahora carecen; y por otro, los presupuestos de la mayor parte de los países productores y exportadores están basados en unos precios del crudo que ya no guardan ningún parecido con la realidad, por lo que Harmstone ve cierto riesgo de default. Pero cabe la esperanza, pues al estar el dinero en manos de los consumidores, éste acabará por llegar a las cajas de los comercios, aligerando el castigo.
Un par de apuntes más: en este contexto, los gobiernos de los países más desarrollados se han lanzado a emitir deuda soberana que repagan casi sin coste de financiación y la Fed opta por no subir los tipos –pero alimenta la incertidumbre anunciando que lo hará en algún momento-. “Sin duda, es el momento de ser cauto», dice el gestor.
Precisamente, las estrategias de riesgo controlado son especialmente populares en situaciones de alta volatilidad, incluidas las fases de mercados bajistas. La estrategias global de Harmstone–que incluye renta variable, fija, commodities y efectivo – apunta a un nivel concreto de volatilidad, que el gestor mantiene variando la asignación de activos, ya que según dijo “si quieres mantener tu nivel de riesgo tienes que cambiar tu cartera de valores porque la volatilidad cambia el panorama”.
“Hay oportunidades en los mercados emergentes, pero es prematuro entrar hasta que los mercados desarrollados corrijan algo más. Veremos caídas por debajo del fair value y entonces será el momento de entrar” dice el gestor. En su opinión, hay diferencias muy significativas entre los distintos mercados emergentes. Como ejemplo, dijo: “India es una buena opción ahora. No produce petróleo, sólo consume y ahora está barato”.
“La única razón por la que se puede ganar en bolsa es porque hay estos periodos de volatilidad”, dice positivo, dando muestras de que su optimismo no acaba ahí: espera que el dinero en manos de los consumidores, por fin, fluya hacia bienes de consumo; valora positivamente la toma de control por parte de los mercados desarrollados, aunque a corto plazo se produzcan volatilidades; no cree que el precio de las commodities vuelva a niveles anteriores y pronostica que el precio del crudo –ahora en e entorno de los 40- no subirá más allá de 60/70 dólares el barril. Y, para terminar, avisa: “ los mercados podrían darse la vuelta en marzo”.