Con la tragedia griega dominando el escenario mundial, es posible que los inversores se hayan perdido algunas historias interesantes agazapadas entre bastidores. Bill McQuaker, codirector de Multiactivo en Henderson Global Investors, dirige el foco a tres de sus favoritas: el petróleo, la evolución del empleo y los salarios y los mercados emergentes.
Petróleo: un nuevo guión
“Si los inversores pensaban que el exceso de producción de petróleo había terminado, se han equivocado”, dice el experto. El aumento de la demanda de gasolina en EE.UU. se ha satisfecho con una oferta mundial sin fin a unos precios de nuevo en retroceso, en torno a 60 dólares. Según el experto, las explicaciones son diversas y todas ellas razonables: necesidad urgente de divisas (Rusia/Venezuela); el deseo de reafirmar el control sobre el mercado (Arabia Saudí) y la llegada de nuevos suministros (Irán). “También sospechamos que las innovaciones en los sistemas de perforación horizontal, y de aprovechamiento eficiente de los pozos ya abiertos de fracking, no han hecho más que empezar a impulsar la economía petrolífera de EE.UU., apuntando hacia un exceso de oferta en un futuro inmediato”.
¿Las consecuencias? Apunta tres: La primera, el descenso continuado de los precios puede acabar convenciendo a los consumidores de que los precios bajos serán ya la norma. “Veremos seguramente el fortalecimiento de la contribución del consumo (especialmente de EE.UU.) al crecimiento del PIB”, explica. La segunda, es posible que se mantenga la debilidad de la moneda de algunos países productores de petróleo, los cuales, para contrarrestar su efecto, seguirán presionando a sus bancos centrales para que adopten una política monetaria restrictiva; y existe la posibilidad de que estalle una tormenta financiera de la mano del colapso de los precios del petróleo, especialmente si los precios en EE.UU. suben pronto. La tercera, la debilidad de los precios es evidente en todo el conjunto de las materias primas. “Los inversores que apostaron por un reparto estratégico de sus inversiones entre estos productos cuando estaban en su momento más alto, podrían capitular dejando oportunidades para los que se quedaron fuera”, dice el experto.
Salarios: pongamos NAIRU
“Sabemos que el mundo es un lugar extraño cuando los conservadores anuncian, por un lado, que “Gran Bretaña necesita un aumento salarial” y, por otro, felicitan a un impopular ministro de economía por anunciar un nuevo “salario nacional que permita vivir”. Claramente, la presión política ejercida para el reparto de las migajas de la recuperación está teniendo su efecto. Y no es un fenómeno únicamente británico. Los políticos estadounidenses están defendiendo la subida de los salarios mínimos, y legisladores estatales y empresas están mostrando signos de reacción favorables. Walmart, que tiene una reputación legendaria por su control de costes, está entre los primeros en subir los salarios para 500.000 de sus empleados con peor nivel salarial”, analiza el experto.
Para él, la reclamación de salarios más altos no es solo el resultado de procesos políticos., pues las tasas de creación rápida de empleo están viendo la caída de los índices de desempleo en el Reino Unido y EE.UU. “Muchos economistas piensan que se encuentran muy próximas a los valores de la tasa NAIRU, la tasa de desempleo no aceleradora de la inflación. Los mercados laborales más rígidos están produciendo una dinámica similar en Alemania y Japón”.
Nada de esto pasa inadvertido para los responsables de las políticas: los bancos centrales de EE.UU. y Reino Unido están ya preparando el camino para una pronta subida de tipos. “¿Podrá aguantar un mercado alcista, generado por unas generosas condiciones de liquidez, si los bancos centrales se ven forzados a subir los tipos? Nos tememos que no, pero también prevemos una remontada de la volatilidad del mercado: bueno para los inversores con algo de efectivo que invertir”.
Mercados emergentes: ¿cayó el telón?
Los mejores resultados obtenidos por los mercados desarrollados frente a los emergentes en los últimos años han sido verdaderamente espectaculares. El índice S&P 500 prácticamente se ha duplicado desde la crisis de la deuda en EE.UU. (agosto de 2011), mientras que el MSCI de mercados emergentes ha crecido en torno al 5% (en términos de USD). Los argumentos que suelen utilizarse para explicar esta situación son el lento crecimiento de los mercados emergentes, la debilidad de los precios de los productos básicos y una imperiosa necesidad de transformación estructural. “El hecho de que muchos de estos argumentos podrían aplicarse también fácilmente a los mercados desarrollados suele pasarse por alto”, dice el experto.
En su opinión, esta situación no puede durar: “El desencanto con todo lo “emergente” parece que está llegando a su máxima efervescencia, lo que nos recuerda las prisas que se vivieron en el segundo semestre de 1999 y principios del 2000 por deshacerse de los valores de la “vieja economía”. No nos atrevemos todavía a emitir opiniones que seguramente no serán del agrado de muchos, pero cuando caiga el mercado alcista, pasado ya el periodo de abundante liquidez, es posible que las mejores decisiones de compra se encuentren en los mercados emergentes y en las poco queridas empresas occidentales que operan en ellos”.