Al invertir en fondos de inversión, surge con frecuencia entre los inversores la duda sobre la elección de un producto que se adecue a nuestras necesidades de inversión y, por supuesto, a nuestros objetivos de rentabilidad, costes y los riesgos que podemos asumir. Como cualquier instrumento financiero, los fondos de inversión están sujetos a comisiones de gestión, pero no siempre resulta sencillo para el inversor decidir cuál es la mejor opción.
Miguel Rodríguez, socio y gestor de Horos AM, firma española de value investing, explica y analiza en este artículo las claves que deben ser tenidas en cuenta antes de elegir un fondo de inversión con relación a sus costes. En este sentido, desde la gestora explican que la comisión de gestión representa un coste que se descuenta directamente del capital invertido, lo que lleva a suponer que una comisión más baja siempre beneficia al inversor. No obstante, en el ámbito de las inversiones, este es solo un componente dentro de un panorama más amplio.
Comisión de gestión: ¿por qué se pone el foco en ella?
La comisión de gestión es la tarifa que cobra una gestora de fondos por administrar el capital de sus clientes. En general, se expresa como un porcentaje anual sobre el patrimonio gestionado. Esta comisión está destinada a cubrir los costes operativos y a remunerar el trabajo de los gestores, quienes analizan y seleccionan los activos en los que invierte el fondo.
En España, la comisión de gestión que pueden aplicar las gestoras de fondos de inversión está regulada por la CNMV. Esta puede ser fijada en función del patrimonio bajo gestión, de los rendimientos obtenidos o de ambas variables:
- En función del patrimonio del fondo: no podrá superar el 2,25% anual. Generalmente esta comisión se detrae diariamente del valor liquidativo del fondo.
- En función de solo los resultados: no podrá ser superior al 18% anual.
- Cuando se utilicen ambas variables: los límites máximos serán el 1,35% sobre el patrimonio y el 9% sobre resultados, ambas aplicables anualmente.
Es comprensible que los inversores tiendan a buscar fondos con comisiones de gestión más bajas, especialmente cuando aún no están familiarizados con los detalles de cómo se compone el rendimiento neto. Sin embargo, centrarse exclusivamente en esta cifra puede llevar a dejar de lado algo mucho más importante: la rentabilidad final.
Rentabilidad neta: lo que realmente importa
La rentabilidad neta es el porcentaje de ganancias que queda después de descontar todas las comisiones, impuestos y otros gastos asociados al fondo. Este es el valor que realmente importa, ya que representa el beneficio neto que recibe el inversor, descontados todos los costes.
¿Cómo decidir? Si analizamos dos fondos, uno que cobra una comisión baja y ofrece una rentabilidad neta anualizada del 6,5% y otro que cobra una comisión más elevada, pero logra una rentabilidad neta anualizada de 11,7%, si nos decidimos por el “barato”, aunque a simple vista la diferencia de la rentabilidad parezca pequeña, a largo plazo y gracias al efecto del interés compuesto, esos puntos porcentuales adicionales se traducen en un impacto extraordinario sobre el patrimonio acumulado.
Más allá de las comisiones: el interés compuesto a largo plazo
Para entender plenamente la diferencia entre una rentabilidad del 6,5% y una del 11,7%, es importante pensar en el efecto del interés compuesto a lo largo del tiempo. El diferencial de rentabilidad entre dos inversiones que se revalorizan a esos dos ritmos, se hace cada vez más grande a medida que pasa el tiempo. Es lo que se conoce por el efecto bola de nieve.
Imaginemos una inversión inicial de 10.000 euros en dos fondos. Si uno crece a una tasa neta del 6,5% anual y el otro al 11,7%, la diferencia después de 30 años sería, aproximadamente, de 66.000 euros vs. 276.000 euros. Esto muestra claramente que, a largo plazo, unos pocos puntos porcentuales adicionales pueden tener un impacto exponencial en el valor final.
¿Cómo evaluar un fondo?
La evaluación de un fondo de inversión es una tarea crucial para tomar decisiones informadas y maximizar las oportunidades de rentabilidad. Algunos de los aspectos clave a considerar:
- Analizar el historial de rentabilidad neta y observar cómo ha rendido el fondo a lo largo de los años, especialmente en diferentes ciclos de mercado, tanto en momentos de auge como de crisis.
- Considerar el enfoque de inversión y si el objetivo es a corto plazo o a largo. En este sentido, será importante tener en cuenta la aversión al riesgo del inversor. Por ejemplo, en un fondo de value investing es importante que se ignore la volatilidad de los mercados y así evitar distorsiones que nos hagan deshacer una posición con potencial antes de tiempo.
- Comparar con el promedio del mercado: algunos fondos logran mantenerse consistentemente por encima del mercado, lo cual puede justificar comisiones superiores.
- Investigar al equipo gestor. Su experiencia y trayectoria será un elemento determinante para decidir si realizar la inversión y también deberá evaluarse si las estrategias que practican son consistentes y con un track record sólido. También es importe tener en cuenta la alineación de sus propios intereses con los de la gestora, es decir, si tienen invertido su propio dinero, ya que el rendimiento de sus productos repercutirá directamente en su propio patrimonio.
Al invertir, debemos recordar que la rentabilidad neta es lo que verdaderamente importa y que puede ser la clave para tomar decisiones acertadas a largo plazo. Aunque pueda parecer que una comisión más baja es beneficiosa en el corto plazo, lo esencial es encontrar un fondo que ofrezca un rendimiento estable y por encima de la media, de modo que el patrimonio invertido se multiplique gracias al interés compuesto.