Tras dos años consecutivos de rentabilidades de dos dígitos,1 los inversores siguen preguntándose si la inversión en inteligencia artificial generativa ha llegado a su fin y si nos encontramos en el punto álgido del ciclo de sobreexpectación de la IA. Aunque ya no estamos en las primeras fases de la «cuarta ola» tecnológica de la IA generativa, creemos que los inversores siguen subestimando tanto la duración como la magnitud de la inversión necesaria, así como los trastornos y beneficios a largo plazo que traerá consigo.
En primer lugar, es importante aclarar la diferencia entre una ola informática y un tema (como la ciberseguridad, los vehículos eléctricos o las tecnologías limpias). Una ola informática requiere una amplia inversión en todo el conjunto tecnológico, desde los bloques de silicio hasta la interfaz de usuario y las aplicaciones. La era de Internet para ordenadores personales requirió un cambio inicial del mundo analógico al digital, lo que hizo bajar los precios de la informática, democratizó el acceso y conectó los hogares. La ola de la nube móvil sobre la que se construyó la infraestructura de Internet fue impulsada por el lanzamiento del iPhone en 2007. Es notable que una aplicación móvil clave como Uber no tuviera su oferta pública de venta (OPV) hasta 2019.
El paralelismo en este caso es que la infraestructura tiene que ser construida y la escala alcanzada antes de que las nuevas aplicaciones más interesantes y útiles estén plenamente desarrolladas y adoptadas. El ritmo de inversión de capital en centros de datos de IA no tiene precedentes y la demanda de computación acelerada por parte de empresas como NVIDIA ha crecido a un ritmo sin precedentes. Sin embargo, esta ola de IA generativa aún no ha asistido a un cambio de interfaz o de nuevos requisitos de dispositivos de borde. Nuestra experiencia demuestra que esta tendencia es coherente con la de anteriores olas tecnológicas. Abarca la optimización de los recursos y la productividad, los cambios en los sistemas de pago y financieros, la reinterpretación del transporte gracias a las capacidades autónomas, el diagnóstico, la cirugía y el descubrimiento de fármacos en la sanidad, los robots humanoides y los dispositivos móviles y ordenadores actualizados más familiares. Sabemos que aún queda mucho por venir a medida que los copilotos de IA y los agentes autónomos se generalicen en la economía. Para los inversores, se requiere paciencia para beneficiarse de esta ola omnipresente y transformadora.
Y como también han demostrado anteriores olas tecnológicas, los inversores no deben esperar que el ritmo de desarrollo y adopción de la IA generativa sea lineal. Existen cuellos de botella en el desarrollo de infraestructuras y la disponibilidad de silicio (microchips), como el último chip Blackwell de NVIDIA. De hecho, las olas anteriores han durado normalmente más de seis años y han proporcionado rendimientos desorbitados, pero también han implicado una elevada volatilidad y frecuentes caídas.2
Un régimen político cambiante en EE. UU. traerá consigo una mayor volatilidad a medida que se reconsideren los impuestos, los aranceles y las normativas. La tecnología y la inteligencia artificial son una prioridad nacional para muchos países y son fundamentales para una estrategia más amplia de desglobalización y reindustrialización que se está llevando a cabo. Aunque se espera que esto aumente la volatilidad, también servirá como factor de impulso para la demanda en infraestructuras y ámbitos como la conducción autónoma, donde es probable que veamos un desarrollo acelerado a medida que surjan nuevas leyes federales.
A medida que esta ola de IA madure en 2025, creemos que la gestión activa será más importante que nunca. Es probable que el coste del capital siga fluctuando, pero es improbable que los tipos de interés vuelvan a cero. Por tanto, en nuestra opinión, la disciplina de valoración volverá a ser una característica importante a la hora de determinar los rendimientos. Normalmente, los períodos de inflexión tecnológica se caracterizan por cambios en el liderazgo del mercado, por lo que basarse en índices fuertemente ponderados por los ganadores de la última ola puede resultar complicado.
Si nos remontamos diez años atrás, siete de las 10 mayores empresas tecnológicas superaron al MSCI All World Index, mientras que solo cuatro superaron al propio índice tecnológico. La tecnología sigue siendo un mercado de «ganadores que se llevan la mayoría»; un desplazamiento hacia abajo en la curva de capitalización bursátil no garantiza un mayor crecimiento. Las empresas con una amplia base de usuarios y grandes plataformas son capaces de escalar más rápidamente nuevos productos, con importantes recursos para ello. La preferencia por el tamaño de la empresa por sí sola no ha sido una estrategia fiable para la selección de valores en el sector tecnológico, como tampoco lo ha sido un sesgo temático estrecho.
La inteligencia artificial como ola subyace en una amplia variedad de temas de inversión a largo plazo, como infraestructuras de nueva generación (incluida la ciberseguridad), fintech, electrificación (incluida la energía, los vehículos eléctricos y la tecnología Limpia) e Internet 3.0, que ayudan a orientar la generación de ideas. Es esencial centrarse en la ventaja competitiva, la gestión responsable, la rentabilidad escalable y la innovación de nuevos productos, a un precio racional e independientemente de la capitalización bursátil o la región geográfica. Creemos que combinar la identificación ascendente de líderes tecnológicos y la generación de ideas temáticas con un poder de beneficios infravalorado puede ayudarnos a superar el reto actual de la valoración en este sector dinámico e innovador.
Se espera que la creación de infraestructuras y aplicaciones para la IA generativa tarde años en desarrollarse. Es importante señalar que con cada ola tecnológica no solo se ha necesitado más inversión para aprovechar su potencial, sino que también se han producido más trastornos en más sectores de la economía en general. A medida que madure la ola de la inteligencia artificial, se acelerará la disrupción en muchos otros sectores, como ha ocurrido en el pasado. El sector tecnológico sigue aprovechando la ventaja de la solidez de su balance para invertir fuertemente en investigación y desarrollo en el futuro, lo que respalda su capacidad de generar rentabilidades atractivas para los inversores.
Seguimos entusiasmados con las perspectivas de la renta variable tecnológica. Nuestro objetivo sigue siendo encontrar a los líderes del sector sorteando el ciclo de sobreexpectación, y creemos que centrarnos en los fundamentos de los valores puede ayudar a obtener rentabilidades constantes. A medida que madura la inteligencia artificial genérica, otorga esencialmente a los «vampiros» tecnológicos (FAANG) superpoderes para utilizar a sus FAANG para succionar más cuota de la economía en general. Creemos que a los inversores les irá bien si permanecen centrados en las empresas y sectores que están impulsando, más que experimentando, la disrupción.
Tribuna de Alison Porter, gestora de carteras de Janus Henderson
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