Con el mercado anticipando quizá de forma demasiado temprana una victoria de Donald Trump, el riesgo ahora parece estar del otro lado de la moneda.
El precio del bitcoin ha alcanzado máximos, y las cotizaciones de compañías mineras de oro y uranio reflejan cómo, en esta ocasión y en contraste con lo ocurrido en 2016, los inversores ya consideran la posibilidad de una “ola roja” arrolladora el próximo 5 de noviembre.
La experiencia política acumulada entre 2016 y 2020 reduce considerablemente el factor sorpresa que una figura tan particular como la de Trump ofrecía antes de su presidencia. Además, el contexto macroeconómico también es distinto.
Aunque la inflación se ha moderado desde los picos de 2022, sigue por encima del rango de confort de la Fed, mientras que, entre 2014 y 2016, se mantuvo cómodamente por debajo del 2%, en una tendencia estable que solo comenzó a cambiar cinco meses antes de las elecciones. La bolsa, por su parte, mostraba una valoración que permitía a los inversores interpretar de forma favorable las sorpresas que Trump efectivamente terminó ofreciendo, principalmente a través de recortes de impuestos a empresas y familias. En aquel momento, el múltiplo precio/ventas era de 1,9x, mientras que actualmente se sitúa alrededor de 3x. Además, el margen operativo de las empresas del S&P 500 estaba en 8,4%, un 25% por debajo del nivel actual.
Como muestra la tabla (que presenta distintos escenarios de valor teórico para el S&P 500), para justificar la cotización actual, tras el incremento de ~0,6% en la rentabilidad del bono del Tesoro, sería necesario asumir una prima de riesgo que se encuentra entre las más bajas de los últimos 50 años.
El efecto de estas y otras diferencias se observa, por ejemplo, en el comportamiento de las empresas de pequeña capitalización frente a sus hermanas mayores, el cual es muy distinto al registrado en 2016 y refleja claramente los mensajes de la encuesta NFIB sobre las pymes.
Como explicábamos la semana pasada, aunque el desempleo está cerca de mínimos históricos, las encuestas que evalúan cómo distintos segmentos de la sociedad estadounidense perciben la situación económica no son especialmente favorables a la candidatura demócrata, pero tampoco ofrecen una justificación contundente para anticipar su derrota.
Como se muestra en la gráfica, el sentimiento de los estadounidenses (según las encuestas de la Universidad de Michigan) respecto a la gestión macroeconómica del gobierno de Trump, siguió una tendencia ascendente hasta el inicio de su último año como presidente. Aunque las percepciones, de acuerdo con este sondeo, fueron en general bastante mejores que las obtenidas bajo la administración Biden/Harris, ambos presidentes entraron en la fase final de sus respectivas campañas de reelección en terreno pantanoso.
Además, aunque los indicadores de actividad en el mercado de trabajo continúan, de manera unánime, mostrando un claro enfriamiento, la situación actual es razonablemente buena. Los datos más recientes ofrecen argumentos tanto para quienes apoyan la idea de un aterrizaje suave como para quienes prevén una desaceleración del crecimiento en 2025.
La publicación de las cifras de empleo privado de octubre (ADP: +233.000 frente a los +111.000 esperados) refuerza la confianza de los primeros, aunque persisten dudas sobre el posible impacto de los huracanes Helene y Milton (ajustando estacionalmente, el dato se situaría en aproximadamente +117.000). La actualización de los índices JOLTS da impulso a los segundos: las vacantes de empleo han vuelto a caer por debajo de los 8 millones y, como porcentaje del total de empleos, se sitúan en un 4.5%, un nivel a partir del cual, en el pasado, el desempleo ha tendido a dispararse. Indicadores a “tiempo real” del estado de la demanda de nuevos empleos no anticipan un cambio inminente en la dinámica de deterioro que muestra JOLTS.
Es posible que la corriente global de polarización política y social, que en los últimos 8-10 años ha afectado de manera particular a Estados Unidos, esté influyendo más en el sentimiento de los votantes que su propia salud financiera. Como hemos explicado en semanas anteriores, la interpretación de la situación macroeconómica es muy distinta entre los hogares acomodados y las familias con menos recursos, quienes llevan meses reduciendo su gasto discrecional para concentrar un porcentaje cada vez mayor de sus ingresos en la compra de bienes de consumo personal y de primera necesidad, inclinándose además por marcas blancas.
Esto, a priori, beneficia a Trump; sin embargo, lo ocurrido en el evento del Madison Square Garden (MSG) en Nueva York esta semana podría tener repercusiones negativas más allá de Pensilvania, un estado clave que aporta 19 votos electorales. Según las apuestas, la mayoría en este estado sigue siendo republicana, aunque las últimas encuestas -anteriores al mitin en el MSG-, muestran un empate técnico.
El promedio de los sondeos otorga una ventaja de 1,4 puntos a Harris, lo cual cae dentro del margen de error estadístico. Aunque una “ola azul” es poco probable, el mercado parece no estar considerando adecuadamente la posibilidad de una presidencia demócrata.
Si Trump regresa a la Casa Blanca y su partido recupera el control del Congreso, es posible que la bolsa reaccione favorablemente a corto plazo, descontando así el desenlace a este periodo de incertidumbre política. Sin embargo, en una perspectiva más amplia, el mejor escenario podría ser la presidencia de Kamala Harris junto con un control parcial o total del Congreso en manos de los demócratas, lo que evitaría un aumento desmesurado del gasto público, limitaría potenciales subidas de impuestos y evitaría la imposición de aranceles excesivos.
Las encuestas han comenzado a inclinarse recientemente en esta dirección, y Allan Lichtman, el popular historiador y pronosticador de elecciones presidenciales estadounidenses, ya ha declarado a Kamala Harris como ganadora.
Tras la corrección en el precio de la deuda pública el mes pasado y en base a nuestros comentarios del viernes pasado, los bonos del Tesoro podrían ser la mejor herramienta para protegerse en caso de que el resultado del próximo día 5 sea contrario al que anticipa el consenso.