Tras la emboscada inflacionista de 2022, las elevadas cifras de inflación han caído, al igual que la volatilidad de la inflación, lo que ha azotado a los inversores. A finales de abril, escribía sobre cómo las cifras de la inflación de entonces eran superiores a las expectativas del mercado, algo que no sorprendió a nadie que compre en el súper o pague facturas de suministros.
En las últimas semanas, se ha reproducido un patrón similar, pero esta vez en sentido contrario, ya que las cifras de la inflación directa e indirecta han sorprendido a la baja. Como consecuencia, se han reavivado los rumores sobre recortes de tipos de interés de la Reserva Federal estadounidense.
No descarto la creciente probabilidad de que el mercado anticipe un recorte de tipos en septiembre o en los meses posteriores. Sin embargo, como sugiere el título de este artículo, creo que los inversores están formulando preguntas erróneas. Hay que plantearse si «¿cuándo será el primer recorte de tipos?» y «¿cuántos recortes hará la Fed en 2024?» son las preguntas adecuadas. ¿De verdad son importantes las respuestas? En 2028, cuando estemos analizando la asignación de una cartera a cinco años, ¿se tendrá en cuenta el momento de la primera bajada de tipos?
Otras preguntas mejores que podemos considerar
Quizás una pregunta más pertinente podría ser: ¿por qué podría necesitar el banco central relajar la política monetaria? Y, lo que es más importante, si los precios de los bienes y los servicios están bajando, ¿los ingresos de quién se ven perjudicados? ¿Están bajando también sus costes? ¿Cómo repercutirá esto en los beneficios empresariales en comparación con lo que se ha descontado ya en los precios de las acciones?
Así pues, mientras el mercado aplica alegremente un múltiplo más elevado a los activos de riesgo debido a una tasa de descuento potencialmente más baja, está ignorando los indicios que ofrece la creciente debilidad respecto a los fundamentales de las empresas, que es el aspecto primordial del valor de los activos.
Analicemos lo que ocurrió durante el ciclo de recortes de los tipos de interés que siguió al final del apogeo tecnológico de los años noventa.
A principios de 2001, los fondos federales alcanzaron un máximo del 6%. La brusca desaceleración del crecimiento pilló por sorpresa a la Fed, que recortó los tipos de forma drástica durante los 18 meses siguientes, hasta el 1%. Mientras el mercado de renta variable se hundía antes del penúltimo recorte de la Fed, dado que los beneficios ya habían tocado fondo y estaban a punto de mejorar gracias a los masivos recortes de costes, el índice S&P 500 cedió casi un 40%.
Un argumento en contra radica en que actualmente las valoraciones no son tan elevadas como entonces, lo cual es cierto, por eso no estoy sugiriendo que nos enfrentamos a una caída de tal magnitud. Simplemente, señalo que los recortes de los tipos de interés de los bancos centrales no son una panacea a corto plazo para los decepcionantes resultados de explotación. Así, aunque las valoraciones no se sitúen en los extremos de los años noventa —que fueron las más elevadas de la historia de EE.UU.—, las expectativas de los analistas son de un crecimiento de los beneficios cercano al 9%. Todo lo que se sitúe por debajo de esa cifra será una decepción para los inversores que dispongan de alternativas más allá del mercado de renta variable.
También podemos fijarnos en lo que ocurrió durante el ciclo de recortes de tipos que siguió a la expansión y la burbuja inmobiliaria de mediados de la década de 2000, ya que las valoraciones de las acciones no eran tan elevadas al entrar en esa recesión.
Como muestra el gráfico siguiente, los fondos federales alcanzaron un máximo del 4,25% a principios de 2008 y después se desplomaron hasta el 0% antes de que acabara el año. Al mismo tiempo, el S&P 500 se redujo casi a la mitad.
Lo importante
Desde 2022, la inflación y la política de los bancos centrales están en la mente de todos. Podría decirse que incluso desde antes, en los días de la política de tipos de interés cero y la relajación cuantitativa, que generó un mínimo de los últimos 5.000 años en los costes de endeudamiento.
El «sesgo de inmediatez», junto con otros sesgos cognitivos, puede ser peligroso. En nuestra cabeza, los sesgos pueden a veces usurpar, o al menos diluir, los aspectos importantes que, en el caso de la inversión, son los fundamentales y los flujos de caja futuros. Las respuestas correctas a las preguntas adecuadas, en mi opinión, guardan relación con el valor final. ¿Qué medidas está tomando la empresa? ¿Cómo gestionan el aumento de los costes laborales frente a la caída de los precios de sus productos? Aunque la inteligencia artificial puede aportar eficiencia y ahorro, ¿abre la puerta a nuevos competidores que llegan al mercado más rápido con productos iguales o mejores? ¿Introduce la IA un riesgo de obsolescencia en su negocio? ¿Qué volumen de deuda necesitan refinanciar en los próximos años, y a qué coste? ¿Está todo ello incluido en los modelos de los analistas de renta variable?
Creo que nos dirigimos hacia un punto en el que son los fundamentales los que determinan las valoraciones, no los tipos de descuento o las maniobras de los responsables políticos. Los bancos centrales no pueden arreglar las empresas que están rotas.