Según destacan las gestoras, las materias primas, como clase de activo, han experimentado una fuerte corrección tras los máximos alcanzados en el verano de 2022, cuando los inversores optaron por ser más cautelosos ante las perspectivas de la demanda mundial y las implicaciones de la subida de los tipos de interés. En 2024, varias materias primas están subiendo con fuerza -entre ellas el petróleo, el oro, el cacao o el café- obligando a los inversores a mirar con más detenimiento las oportunidades que puede ofrecer esta clase de activos a sus carteras.
Para Matthew Michael, director de inversiones de Schroders, existen factores subyacentes que hacen que resulte ventajoso invertir en materias primas a largo plazo y los inversores deberían estudiar su buen comportamiento en un momento en el que muchas otras clases de activos han sufrido una rentabilidad poco favorable. “Aunque es importante tener en cuenta que la inversión en materias primas no es una cobertura contra las caídas de los mercados bursátiles, pueden aportar diversificación a las carteras y, con una perspectiva de largo plazo, proteger a los inversores en escenarios de inestabilidad geopolítica y aumento de la inflación”, apunta Michael.
En su opinión, si las prioridades siguen girando en torno a la mitigación del cambio climático y las tensiones geopolíticas son elevadas y crecientes, el interés por las materias primas no hará más que aumentar. “Un activo olvidado durante mucho tiempo ha cobrado vida; los precios del oro han ignorado el repunte de los tipos de interés reales tras la crisis, y esto es significativo. Parece que hemos entrado en una era de desglobalización y bifurcación geopolítica que ha reforzado significativamente el papel del oro como activo de reserva”, añade Michael.
Visión sobre el mercado
Sobre la actualidad de las materias primas, el repunte del sector industrial y cómo todo ello impacta en la macroeconomía, Thomas Planell, Portfolio Manager y analista de DNCA (afiliada de Natixis Investment Managers), explica que parece que estamos viendo el final de un periodo de desabastecimiento. Muestra de ello es que a principios de abril, el índice Bloomberg de materias primas superaba la línea de tendencia bajista que lo ha mantenido durante los dos últimos años.
“El cobre coquetea con los 9.400 dólares, el aluminio supera los 2.400 dólares la tonelada y los metales industriales alcanzan precios que no se veían desde hace 14 meses, alentados por las perspectivas de repoblación y los informes de investigación sobre el apetito gigantesco de metales conductores en los centros de datos de inteligencia artificial. La tonelada de cacao se cotiza a casi cinco cifras, llevándose por delante el café”, destaca Planell.
Ante esta evolución, Planell se plantea si estamos ante una euforia especulativa, y el gestor tiene la respuesta clara: “No del todo”. Según explica, “las materias primas cuyos fundamentales están deprimidos, como el mineral de hierro, lastrado por el desplome inmobiliario en China, o el níquel, no están sitiadas. Así que el mercado está separando el trigo de la paja. Este rebote de las materias primas empieza a avanzar, a contracorriente de las turbulentas cifras de inflación, que descienden algo más rápido de lo previsto, sobre todo en Europa”, comenta.
Para Marco Mencini, responsable de análisis, Plenisfer Investments, parte de Generali Investments, antes de analizar si la tendencia tiene recorrido y se amplía a otros productos, es necesario distinguir entre materias primas agrícolas e industriales. “La tendencia de las primeras está ligada a factores impredecibles, como los meteorológicos, mientras que el valor de las segundas varía en función de fenómenos medibles. En Plenisfer, pensamos que algunas de ellas están en el centro de tendencias alcistas a largo plazo, como el uranio y el cobre, ambas cruciales para la transición energética. En términos más generales, es sobre todo el desequilibrio entre una demanda creciente y una oferta limitada lo que determina la evolución de los precios. A este factor se suman las tensiones geopolíticas, que también pueden afectar a la cadena de suministro, y la resistencia de la economía, que apoya aún más la demanda”, explica Mancini.
Materias primas al alza
A la hora de hablar de oportunidades, Enguerrand Artaz, gestor de fondos de La Financière de l’Echiquier (LFDE), pone en primer lugar el cobre. A finales de abril, 10. 000 dólares era el precio de una tonelada de cobre según los contratos a plazo que se negocian actualmente en el mercado. Según su visión, este nivel, que no se alcanzaba desde hacía dos años, simboliza la reciente racha alcista del más célebre de los metales industriales, cuyo precio ha rebotado más de un 15 % desde comienzos de año.
“Existen razones estructurales que lo explican. Por un lado, la oferta está reduciéndose: las reservas mundiales de cobre son muy bajas y la capacidad de producción se ha visto sensiblemente mermada estos últimos años, sobre todo después del cierre a finales de noviembre de la gigantesca mina a cielo abierto explotada en Panamá por el grupo canadiense First Quantum. Por otro, la demanda va a acelerarse durante los próximos años debido al desarrollo de los centros de datos en todo el mundo y los planes de inversión en infraestructuras, sobre todo verdes, presentados en EE. UU. y Europa”, explica.
Sin embargo, en su opinión, el cobre no es el único metal afectado por este incremento rápido de los precios. Si no que defiende que lo mismo le ocurre al níquel y, en menor medida, al zinc y al aluminio. “Tradicionalmente, el rebote de los precios de estos metales industriales se ve como un buen indicio de recuperación cíclica en la economía. En el contexto actual, esta señal corrobora el mensaje que arrojan numerosos indicadores desde hace algunos meses, tanto los índices de sentimiento -por ejemplo, el PMI manufacturero mundial, que volvió recientemente a territorio de expansión por primera vez desde mediados de 2022)-, como los datos reales -por ejemplo, el crecimiento del transporte por carretera y ferrocarril-”, argumenta Artaz.
Un caso curioso ha sido el protagonizado por el cacao. Había pulverizado todos sus récords protagonizando una escalada en su precio del 260% durante el último año, pero a finales de abril sufrió una fuerte corrección. Según explica Alexis Bienvenu, gestor de fondos de LFDE, su escalada se debe a cuestión de producción y clima: demasiadas lluvias y, después, demasiado calor, que han lastrado a los principales países productores en África. Según indica, otra causa más elocuente es la deriva climática, amplificada puntualmente por el ciclo de El Niño, que se ha acelerado repentinamente para alumbrar en 2023 un desajuste considerable. Se pueden detectar ahí las señales de una perturbación del ciclo de la vegetación que no augura mejores cosechas regulares de cara a los próximos años. Algunos serán mejores, eso es seguro, pero la tendencia no hace pensar en un retorno duradero a las condiciones pasadas.
Según el gestor, “en los próximos años parecen bastante probables unos precios más altos que en la última década, aunque no se vaya a alcanzar pronto el reciente récord de más de 11.000 dólares por tonelada”. Ahora bien, ¿por qué han caído tan bruscamente los futuros del cacao en los dos últimos días? Según Bienvenu, podría deberse a una combinación de factores fundamentales y especulativos: el tiempo parece más favorable y la liquidación de posiciones como consecuencia del aumento de los márgenes aplicados a las posiciones especulativas, precisamente por la subida del precio de los contratos. “Dicho esto, los retos estructurales a los que se enfrenta el cultivo del cacao no han desaparecido, en particular su concentración en unos pocos países, sus métodos de cultivo insostenibles, las enfermedades que afectan a los frágiles árboles y el cambio climático a largo plazo”, añade.
Por último, Mancini apunta: “Un debate aparte merece el oro, que brilla en los mercados al menos por dos factores. En primer lugar, por las compras realizadas por los bancos centrales. En conjunto, en los dos últimos años han comprado el 30% del oro producido: los asiáticos, en particular, están inmersos en un proceso de desdolarización y están aumentando significativamente la proporción de oro en sus reservas, en las que el metal precioso sigue representando una parte marginal en comparación con Occidente”.