En los últimos cinco años, y en un mundo con menor crecimiento económico, la revalorización de los mercados ha sido muy generosa, con rentabilidades superiores o cercanas al 20% en activos como la deuda high yield o las acciones de los países desarrollados. En este entorno, una cartera modelo conformada a partes iguales por renta variable y fija ha logrado retornos anuales, ajustados a la inflación, del 9,8%, similar a los niveles del periodo 1994-1999 o 2002-2007.
Sin embargo, Patricia de Arriaga, subdirectora general de Pictet Asset Management en España, no cree que estas cifras puedan repetirse en el futuro con ese asset allocation: “La rentabilidad de una cartera formada por bonos y acciones será plana o incluso negativa, algo inédito en la historia en periodos de expansión económica”, asegura en el marco del evento “Futuro y nuevas estrategias de gestión para los planes de pensiones y previsión”, organizado por iiR. En su opinión, la rentabilidad de la deuda será plana o negativa y estará por debajo del crecimiento nominal. Y, en ese sentido, los planes de pensiones podrían tener que mover ficha -por ejemplo hacia la renta variable-, puesto que el 80% de sus inversiones está en activos de renta fija.
Belén Alarcón, directora de Asesoramiento Patrimonial de Abante Asesores, también alerta de ese peligro: “El riesgo hoy no es estar en bolsa, sino invertir en productos demasiado conservadores que no permitan batir a los enemigos silenciosos del ahorrador-inversor: la inflación y los impuestos”. En su opinión la renta fija, que antes era un aliado para la inversión para la jubilación, ahora podría no serlo tanto. “El cliente ha de aprender a convivir con el riesgo y entender que el principal riesgo no es la volatilidad de los mercados sino no poder jubilarse como quiere”, dice.
Renta variable: ¿la única salida?
Pero, cuando hablamos de riesgo, ¿cuál es la solución? ¿únicamente la renta variable? Aunque en Pictet AM calculan que las bolsas podrían ofrecer una rentabilidad esperada del 7% en los próximos años, explican que hay más opciones. Para descubrirlas, se han fijado en los planes de prestación definida que, desbordados por las mayores obligaciones que supone el envejecimiento de la población y ante la crisis de 2007, cambiaron su asignación de activos. Y no solo hacia la renta variable, debido a la mentalidad conservadora de los clientes y la importancia de no perder capital. “Los planes de pensiones tendrán que ceñirse a unas reglas del juego: tendrán que proteger capital, reducir el riesgo y además ofrecer unas rentas de forma regular”, dice Arriaga.
Por eso, los activos en los que inviertan tendrán que tener tres características: la estructura de un bono, rentabilidad similar a la de una acción y baja correlación con los activos financieros tradicionales. ¿Existen esos activos? Sí, en opinión de Pictet AM, que plantea cinco alternativas.
1. En primer lugar, las inversiones inmobiliarias, que considera interesantes y demandadas por bancas privadas y planes de prestación definida. El real estate pesaba un 20% en esos planes en 1974, llegó al 4% en sus mínimos y ahora se sitúa en el 8%; la gestora prevé que esa cifra pueda llegar al 11% de sus activos en 2017, ante su capacidad de hacer crecer el capital, aportar rentas, proteger contra la inflaciónn y ofrecer flujos de caja regulares.
2. En segundo lugar, la inversión en infraestructuras. En este aspecto se centra en dos posibilidades: las de agua (en las que se hará más del 50% del gasto en infraestructuras del futuro, pues es “la nueva commodity” y ofrece retonos anuales históricos del 6%, con menor volatilidad que las bolsas) y las de energía (una historia que Pictet juega en EE.UU., a través de la historia del gas de esquisto, que permitirá al país la autonomía energética en los próximos 10-15 años). “Para 2035 se necesitarán 580.000 kilómetros de pipelines de transporte y recolección de gas de esquisto”, explica.
3. En tercer lugar está el crédito alternativo. “Basilea III hará a los bancos sacar de sus balances parte de los préstamos dudosos y tendrán que aligerarlos”, dice. En un entorno de menor financiación bancaria y mayores posibilidades en los mercados, habla del atractivo de los mercados secundarios de private equity.
4. En cuarto lugar, los activos de “high income”, de renta fija. Arriaga explica que los planes de prestación definida, que realizan una asignación dinámica de activos para adaptarse a la edad y el apetito por el riesgo de los clientes, están demandando deuda emergente pública en moneda local, que permite no correr tanto riesgo de tipos de interés como en EE.UU. (la Fed los subirá en el segundo trimestre del próximo año, dice Arriaga) y presentan, en algunos casos, rating de grado de inversión con rentabilidades en el entorno del 6%. Aunque los retornos podrían ser menores, el efecto divisa podría ayudar, constituyéndose en una fuente de rentas para los planes de pensiones.
5. Las acciones de mercados emergentes de altos dividendos también están en la lista, con una tendencia de las compañías a aumentar el payout.
6. El valor absoluto frente al valor relativo. Para el inversor retail, las bancas privadas o los planes de contribución definida, ya no cuenta tanto batir al índice (que ha decepcionado en el pasado, porque se ha hecho a costa de una mayor volatilidad) sino lograr retornos independientemente de los mercados: por eso, Arriaga considera que estrategias como mercado neutral, u otras con menos correlación con los mercados serán las más demandadas.
Por clientes, cree que real estate, infraestructuras y crédito alternativo serán demandados por planes de prestación definida; mientras los planes de contribución definida pedirán productos con objetivo de rentas y un asset allocation dinámico. El minorista preferirá activos de rentas y de renta fija flexible y dinámica y las bancas privadas demandarán real estate y productos de retorno absoluto dinámicos, apostilla.