En diciembre se cumplen cinco años desde el lanzamiento de la estrategia de inversión en renta variable con dividendos de Baillie Gifford; el fondo Baillie Gifford Worldwide Responsible Global Dividend Growth Fund, que emana de dicha estrategia, celebra dos. Este producto invierte en compañías con crecimiento sostenible y predecible en el largo plazo, de tipo “compounder”, y donde prestan especial atención al crecimiento y sostenibilidad de los dividendos como indicador relevante. Lo ha conseguido generando de forma consistente un rendimiento anual de un +1,3% superior al índice de referencia (MSCI ACWI) con una volatilidad del 1% inferior. Para Ross Mathison, gestor del fondo, estas características lo convierten en un producto adecuado para inversores conservadores. Mathison pone en valor la estabilidad de la estrategia, destacando todo el trabajo que hay detrás por parte del equipo de gestión: “Hay que remover mucho por debajo el agua para intentar encontrar las próximas grandes ideas”.
Baillie Gifford es una gestora escocesa que destaca por un estilo de gestión largoplacista, emprendedor y con un fuerte sesgo ‘growth’. Este es un corpus común de pensamiento que aplican sus gestores en todas las estrategias de inversión. Así, y a diferencia de otros fondos de dividendos, el equipo pone más énfasis en el modelo de crecimiento de las compañías para determinar cuáles pueden remunerar a sus accionistas de forma consistente y recurrente durante años. Por tanto, dan más importancia a la capacidad para pagar dividendos crecientes antes que a la rentabilidad de dichos dividendos.
El rasgo diferencial de la estrategia es que esta habilidad para hacer crecer el dividendo es solo la señal para empezar a investigar a fondo el modelo de negocio de la compañía. El equipo, liderado por James Dow y compuesto por nueve personas que vienen de ámbitos de formación distintos, dedica mucho tiempo a analizar las fuentes de retorno de la compañía, qué grado de endeudamiento tiene, su cultura corporativa, a qué riesgos está expuesta, su capacidad de resiliencia en un escenario de recesión, qué posibles cambios son necesarios para liberar más crecimiento o la fortaleza del equipo directivo.
Mathison afirma que existe “un error sistemático de valoración en el mercado para estos ‘compounders’ duraderos”, en el sentido de que los múltiplos a los que cotizan en el mercado no reflejan adecuadamente esa capacidad para crecer consistentemente durante muchos años. “Cuando puedes encontrar esas compañías en las que el crecimiento no se acaba, es una oportunidad fantástica”, señala el gestor.
“En Baillie Gifford somos inversores a largo plazo. Ese sesgo al largo plazo nos distingue como compañía y es lo que nos permite diferenciarnos de otros competidores. No buscamos tanto compañías que presenten tasas aceleradas de crecimiento, como compañías que sean capaces de generar un rendimiento compuesto del 10% este año, el que viene y década tras década. Eso es lo que queremos”, resume.
Análisis: el privilegio del tiempo
Como resultado de este proceso de inversión, la cartera tiende a estar concentrada en torno a unas 55 posiciones. La duración media de una inversión es de 9 años. “Se nos permite dedicar tiempo a centrarnos en encontrar esos negocios que serán fantásticos en los próximos 10 a 15 años. A veces llegamos a dedicar entre dos y tres años a trabajar en una idea de inversión antes de que entre en cartera”, afirma el gestor. Aquí entra en juego el proceso de análisis de Baillie Gifford, que incorpora muchas fuentes de información que no tienen por qué ser las convencionales de la industria, “porque siempre trabajan con un marco temporal muy distinto al nuestro”, añade Mathison.
El proceso es tan pormenorizado que en la eventualidad de que una compañía en cartera opte por recortar sus dividendos o pagar en acciones no se toma una decisión sistemática de vencer, sino que prefieren tomarse tiempo para analizar qué causas hay detrás de esta decisión y determinar si son temporales y cómo pueden afectar o perjudicar a la estrategia.
El gestor ilustra este research explicando el rol de Hatty Oliver, ex periodista y miembro del equipo de inversión. Su misión consiste en obtener información a partir de la reunión con personas relevantes para la compañía en la que quiere invertir el equipo, como por ejemplo ex empleados, para obtener respuesta a interrogantes que hayan surgido en un análisis previo. Una vez obtenida la información, vuelven a reunirse y debaten sobre sus hallazgos. Mathison pone un caso real: el equipo quería invertir en UPS, y vieron que la nueva CEO de la compañía quería emprender cambios para reducir la burocracia existente y mejorar la eficiencia. La información recopilada por Oliver ayudó a detectar un profundo cambio en la cultura corporativa de UPS, que venía de una organización fuertemente jerarquizada, casi militar, y estaba evolucionando para atraer nuevo talento e incorporar más innovaciones para agilizar el negocio y desarrollar nuevas líneas de trabajo que aportasen fuentes adicionales de ingresos.
La cartera resultante se compone por cuatro tipos de compañías cuyo rendimiento por dividendo oscila entre el 1% y el 5% o superior: las que denominan “máquinas del interés compuesto” (por ejemplo Home Depot, Deutsche Boerse o la española Amadeus), que suponen la mayor parte de la cartera; las que presentan la oportunidad de generar ingresos excepcionales (Cognex, ANTA Sports), que suponen la segunda mayor categoría; las que presentan una aceleración del crecimiento, impulsado usualmente por cambios en el equipo directivo (SAP, Cisco Systems) y, finalmente, compañías que se encuentran en un ciclo más largo que el ciclo económico típico (Greencoat UK Wind, United Overseas Bank). Las dos primeras categorías condensan el 90% de la cartera.
Sostenibilidad y compromiso
En Baillie Gifford tienen el convencimiento de que un negocio sostenible es capital para garantizar la capacidad de una compañía para generar crecimiento a un tipo de interés compuesto. Esta estrategia cuenta con un analista ESG, pero el equipo se puede apalancar en el equipo de 45 analistas especializados en sostenibilidad de la firma. Este ha diseñado un marco de actuación ESG en el que todas las compañías son analizadas de acuerdo a cuatro conceptos: dos tipos de impacto (de las operaciones y de los productos desarrollados), ambición (por ser más sostenibles) y confianza (hasta qué punto ese compromiso es real). El equipo debe ser capaz de medir todas estas variables y dar una explicación a cada una de ellas como pre requisito antes de considerar la inversión en la compañía.
También juega un rol importante el compromiso (engagement), tanto de la gestora con las compañías en las que invierte como obviamente el compromiso de dichas compañías con la aplicación de políticas sostenibles. Mathison explica que, al mantenerlas mucho tiempo en cartera y analizarlas tan a fondo, en numerosos casos han sido capaces de reunirse con el equipo directivo y sugerirles cambios para mejorar el perfil de crecimiento y las políticas de sostenibilidad en marcha. “Las compañías confían en nosotros para tener conversaciones con los directivos y sus equipos de sostenibilidad y proporcionarles nuestros puntos de vista sobre qué deberían hacer”, concluye el experto.