En el mundo de las finanzas la única constante es el cambio y, en estos momentos, nos encontramos ante un panorama económico caracterizado por una creciente volatilidad y desafíos que exigen nuestra atención y análisis. Hace apenas tres meses, la situación impredecible de los mercados invitaba a la prudencia. En ese momento, las valoraciones, la época del año y nuestra visión a largo plazo nos indicaban que el mercado estaba presentando desafíos considerables. Nuestras previsiones apuntaban hacia una posible recesión global, y recomendábamos minimizar los riesgos en las carteras de inversión. En el momento actual, continuamos abrazando este posicionamiento, ya que las condiciones fundamentales no han mejorado significativamente y han aparecido nuevos riesgos, como son los resultados empresariales y la geopolítica, entre otros.
Uno de los desafíos más notables tiene que ver con las políticas agresivas de los bancos centrales. Estas políticas han generado una menor capacidad para obtener préstamos, un aumento en el costo de la deuda -en un mundo marcado por déficits públicos abrumadores- y una menor capacidad de ahorro tanto por parte de las familias como de las empresas. Además, la incertidumbre en torno a la evolución a largo plazo de las administraciones públicas, que se enfrentan a un crecimiento económico más lento, está inquietando a los mercados y podría tener un impacto duradero.
Un factor crítico en esta ecuación es el nivel de los tipos de interés reales a largo plazo, que ha alcanzado niveles no vistos desde la crisis financiera de 2008. Esto afecta a los inversores, que buscan protegerse contra la inflación y el aumento del riesgo. A pesar de las preocupaciones persistentes sobre esta situación, creemos que el bajo crecimiento económico debería evitar un retorno de los precios a los máximos anteriores. Los próximos factores de riesgo están relacionados con la deuda pública y privada, así como con el empeoramiento del mercado laboral.
En los últimos meses, hemos sido también testigos de una venta masiva de bonos a nivel mundial debido al temor a tipos de interés más altos y preocupaciones sobre la capacidad de pago de los estados. Sin embargo, las empresas, en su mayoría, han salido relativamente indemnes. Esto podría cambiar si los diferenciales de los bonos comenzaran a aumentar en proporciones similares a las tasas de referencia, lo que podría llevar a una reducción necesaria en los costes laborales y, por consiguiente, un impacto en el empleo.
En lo que respecta a la economía mundial, hemos observado una pérdida de impulso en los últimos meses, respaldada por los recientes indicadores de octubre, sobre todo en la eurozona. Aunque no pronosticamos una recesión larga y muy costosa, la historia nos enseña que las expectativas de un aterrizaje suave a menudo se transforman en desafíos más significativos de lo previsto. De hecho, la opinión generalizada de estar ante un aterrizaje suave, ha sido contraproducente porque las condiciones financieras mundiales se han ido tensionando cada vez más, con lo que la caída podría ser de mayor calado. Las tendencias divergentes entre las principales economías del mundo, con China y Estados Unidos manteniendo un crecimiento positivo, (pero no tan robusto como en la primera mitad del año), y con otras economías, como Japón e India luchando por mantener su actividad robusta, añaden incertidumbre.
Por otro lado, en Europa, la inflación y la débil demanda manufacturera mundial siguen siendo obstáculos estructurales para el crecimiento. Sin embargo, si la actividad manufacturera global se recupera, esto podría ayudar a revitalizar el crecimiento en Alemania y otras partes del continente. Además, China y los mercados emergentes, aunque experimentaron dificultades tras la pandemia, parecen estabilizarse tras los datos de actividad. Aunque las medidas de estímulo podrían respaldar el crecimiento en los próximos trimestres, las tensiones comerciales y el sector inmobiliario siguen siendo preocupaciones importantes.
En España esperamos una moderación en los próximos meses, si bien la volatilidad en los precios del petróleo es un factor a tener en cuenta, y podríamos ver una nueva aceleración de los precios en la segunda mitad de 2024.
En resumen, nos encontramos en un entorno caracterizado por una mayor volatilidad y riesgos crecientes en los mercados financieros. Si bien no estamos pronosticando una recesión inminente, es esencial que ajustemos nuestras estrategias de inversión para enfrentar estos desafíos. Mantener una visión a largo plazo y diversificar las carteras son estrategias clave en este entorno incierto.
Tribuna de David Azcona, Chief Economist de Beka Finance.