Habitualmente, no será suficiente con ahorrar para lograr cumplir tus objetivos financieros de medio y largo plazo, por ejemplo, comprarte una casa o reformarla, ahorrar para tu jubilación, etc. Debes poner tu ahorro a trabajar, sino la inflación lo mermará y hará insuficiente ese ahorro.
Ahorro: apartar y reservar parte de tus ingresos
La primera definición del diccionario de la Real Academia de la Lengua Española nos dice que “ahorrar es reservar alguna parte del gasto ordinario”. La segunda y tercera, que ahorrar es “guardar dinero como previsión para necesidades futuras” y “evitar un gasto o consumo mayor”.
Por tanto, se denomina “ahorro” a aquella parte de nuestros ingresos que apartamos y guardamos para poder disponer del mismo en el futuro. Renunciamos a gastarlo en el presente, poniéndolo en un lugar seguro y sin riesgo, aunque también suele generar intereses.
Ahorramos cuando, por ejemplo, mantenemos nuestro dinero en efectivo, en una cuenta corriente o cuando lo guardamos en un depósito. Invertir significa hacer crecer tu dinero, ponerlo a “trabajar” para conseguir una rentabilidad.
Por otro lado, llamamos inversión a aquel dinero que renunciamos a gastar en el presente para que en el futuro nos aporte un dinero adicional. Invertir consiste en colocar el dinero, que ahorramos, en un producto financiero para obtener una rentabilidad.
Mantener lo que has ahorrado en una cuenta de ahorro, sin más, no permitirá que tu dinero crezca. Si, por el contrario, decides invertir, obtendrás una rentabilidad (tasa de retorno) adicional que te ayudará a incrementar tu capital.
La inversión hace referencia a la compra de un bien (por ejemplo, una vivienda) o un activo financiero, con el objetivo de obtener una ganancia futura. Esta ganancia adicional que nos aporta la inversión con respecto al ahorro se debe a que con la inversión estamos tomando riesgos con nuestro dinero, y por ello recibimos una compensación.
Podemos invertir nuestro dinero en muchos tipos de activos, desde bienes inmateriales como la educación (invertir en formarte a ti mismo mejorará tu empleabilidad y por lo tanto tus ingresos futuros), pasando por bienes materiales no financieros como los inmuebles, hasta activos financieros como las acciones, los bonos, los fondos de inversión, los seguros de ahorro unit linked, etc.
Una de las diferencias principales entre el ahorro y la inversión es que, con la inversión, en vez de guardar el dinero y tener disponibilidad inmediata del mismo (liquidez), se renuncia al mismo temporalmente para que dé una rentabilidad, es decir, para sacar provecho de ese dinero e incrementar su valor.
Con la inversión debemos tener en cuenta cuatro factores: rentabilidad, riesgo, liquidez y tiempo. Los tres últimos tienen una relación directa con la rentabilidad: cuanto mayor sea el riesgo de perder o minorar el dinero invertido, mayor será la rentabilidad que esperamos de esa inversión. El riesgo que asumimos con la inversión dependerá del tipo de inversión. Hay inversiones con un menor riesgo (en general, la renta fija) y otras con mayor riesgo (las acciones).
Tiempo: Las inversiones a largo plazo suelen ser más rentables porque renunciamos durante más tiempo a tener nuestro dinero disponible para nosotros, y además minoran el potencial impacto coyuntural de caídas de valor del activo o volatilidades en el corto plazo.
Liquidez: Con el ahorro prácticamente tenemos el mismo dinero siempre, pero podemos disponer del mismo cuando queramos (es muy líquido). En cambio, con la inversión tenemos que esperar para poder disponer de nuestro dinero, porque si no potencialmente tendríamos penalizaciones. A cambio de esa pérdida de liquidez, una vez finalizado ese período tendremos más dinero del que teníamos en un principio.
En conclusión, ahorro e inversión deben trabajar juntos para lograr los diferentes objetivos financieros que tengas a lo largo de la vida.