Durante 2022 y 2023 hemos asistido a un cambio muy importante a nivel económico debido al cambio de política monetaria de los bancos centrales. La vuelta de la inflación y la respuesta de los bancos centrales con subidas de tipos ha cambiado muchas cosas, tanto para inversores y compañías como para personas.
Llevamos muchos meses con una recesión anunciada que no acaba de llegar. Y todos nos hacemos la misma pregunta: ¿de dónde saca la gente el dinero?
No lo sabemos, pero desde nuestro análisis de compañías empezamos a ver que los mensajes conservadores que veíamos en el primer trimestre del año se empiezan a convertir en mensajes más contundentes de falta de visibilidad y debilidad de la demanda. Esto se está extendiendo ya al sector servicios tras un verano donde los precios del turismo han subido de forma significativa.
Por su parte, los bancos centrales mantienen los tipos altos y no hablan de bajarlos. Pero sí parece que se habla de frenar las subidas. El tiempo que estén los tipos en estos niveles determinará el grado de daño en las economías. No obstante, hay que tener en cuenta que, a diferencia de la crisis financiera de 2008, los entes más endeudados actualmente son los estados (frente a las empresas y los particulares en la crisis financiera), por lo que los bancos centrales tendrán ese factor en cuenta (o eso suponemos). Los estados necesitan recursos para pagar los intereses sobre sus abultadas deudas y las dos soluciones son mayor presión fiscal o menores tipos de interés.
¿Hacia dónde vamos?
Con este panorama veremos desaceleración de casi todo. De hecho, ya hemos empezado a ver resultados de compañías cuyos crecimientos se ralentizan (o que decrecen) y en muchos casos tienen poca visibilidad sobre los próximos meses.
No somos muy creyentes en un aterrizaje suave de la economía (nunca digas nunca, pero nosotros aún no lo hemos visto), pero sí que creemos que no hay ingredientes para que esto sea una debacle como 2008. Los bancos centrales suben tipos y enfrían la economía (recesión o no, da igual). Un ciclo más. En este escenario saldrán vencedores los de siempre: los que tenían un balance sólido, los que no cometieron excesos y los que tienen productos (o servicios) innovadores o que generan valor real para sus clientes (ya sea en forma de eficiencias de costes o crecimientos de ingresos). Y en el centro de los ganadores seguirán estando los que aprovechan nuevas tecnologías que realmente contribuyen al desarrollo de un sector, una empresa o la sociedad en su conjunto.
¿Qué estamos haciendo?
Buscar, diversificar y esperar. Buscamos mucho, buscamos compañías que no conocemos y revisitamos inversiones que hace tiempo que no analizábamos. Hay que pescar en el río revuelto porque empieza a haber oportunidades de compañías muy interesantes, cuyo negocio sigue funcionando de forma rentable (y siguen creciendo, y pensamos que seguirán haciéndolo pese a que venga una recesión) pero sus cotizaciones han caído a la espera de caídas de beneficios o porque el mercado ha querido sin una razón muy científica. Casos en nuestra cartera como ASR, Italian Sea Group o Digital Value, entre otros.
Por otro lado, hace ya años que nos dimos cuenta de que la diversificación te ahorra muchos quebraderos de cabeza. Como no sabemos qué tendencias y sectores irán mejor, buscamos compañías que cumplen nuestros criterios de inversión en sectores que nos gustan y donde el equipo directivo puede tomar acciones de peso. En otras palabras, procuramos huir de sectores muy regulados o donde el precio de una materia prima que nadie puede controlar defina la evolución de la empresa.
Y luego esperamos. Esperamos a que esas acciones tengan su efecto en resultados y valoración. Procuramos que eso ocurra más pronto que tarde (lo que nosotros llamamos momentum) y nuestras inversiones se revaloricen. También es cierto que hay compañías que sufren el ciclo en sus carnes. En algunas de estas estamos invirtiendo ahora (Befesa) y en otras las teníamos y no fuimos rápidos para salir y volver a entrar (algunas industriales alemanas). Aun así también hay que sacrificar algunas inversiones que no pensemos que van a ir tan bien, en beneficio de cosas más interesantes.
En definitiva, nos toca seguir viviendo un periodo de dudas y desaceleración, aunque con signos de sentido opuesto de vez en cuando (porque no todo va mal). Es momento de aguantar, sacar la caña y pescar.
Tribuna de Jesús Domnínguez, gestor de Valentum