Tras un 2022 negativo para casi todas las clases de activos de renta fija (emisiones del estado, bonos corporativos, deuda emergente), el año 2023 comenzó con unas perspectivas más positivas para el crédito, dados los indicios de un lento descenso de la inflación y las expectativas de un aterrizaje suave de la economía.
La volatilidad de los mercados volvió a EE.UU. cuando los bancos regionales experimentaron salidas de depósitos y se extendió a Europa con el episodio de uno de los bancos suizos más importantes. Estos acontecimientos han puesto de manifiesto el fuerte impacto que el aumento rápido y constante de los tipos de interés ha tenido en la situación del crédito y la actividad económica, pero en nuestra opinión no han cambiado el escenario central de un aterrizaje suave de la economía y una política monetaria menos restrictiva por parte del BCE. En este panorama central pensamos que existen interesantes oportunidades de inversión, como los bonos verdes, una alternativa sostenible que ha cobrado cada vez más relevancia.
Con el paso de los años, la sostenibilidad se ha convertido en una pieza imprescindible para las estrategias de las compañías, incluidas aquellas pertenecientes al sistema financiero. Los inversores recurren a la emisión de bonos verdes para financiar el proceso de transición, al tiempo que reducen potencialmente el perfil de riesgo medioambiental de la empresa, aumentan su solidez financiera y obtienen una ventaja competitiva a medio y largo plazo.
La sostenibilidad, lejos de ser una moda pasajera, se ha ido consolidando poco a poco en los mercados y a través de diferentes regiones e instrumentos financieros. Sin ir más lejos, el año pasado, varios países como Suiza, Canadá, Austria y Nueva Zelanda, realizaron sus emisiones inaugurales de bonos verdes; y otros como Italia, Alemania y Francia, volvieron a acudir al mercado con segundas emisiones. En este sentido, cabe destacar la emisión de instrumentos innovadores como el primer bono verde ligado a la inflación de Francia o la primera emisión de una Letra del Tesoro verde en Austria.
En un futuro más o menos próximo veremos un aumento de las emisiones gubernamentales sostenibles en el continente europeo. Por su parte, en el segmento corporativo esperamos que algunos sectores poco representados (como el industrial) vayan adquiriendo mayor peso, como resultado de las políticas comunitarias europeas y de las acciones del Banco Central Europeo en materia de lucha contra el cambio climático.
De manera adicional, en lo que respecta a su distribución geográfica, Europa es a día de hoy el principal contribuyente al mercado de bonos verdes destacando, en primer lugar, Francia, seguido de cerca por Alemania. Siguiendo esta trayectoria, durante los próximos años se mantendrá una presencia significativa de inversores europeos como consecuencia inherente a las políticas y objetivos fijados a nivel europeo en materia de descarbonización.
Por otro lado, el principal riesgo para el mercado “verde” sigue siendo el «greenwashing». En Europa se está avanzando en términos de legislación y divulgación corporativa. Un ejemplo concreto sería la introdución del Reglamento de Divulgación de Finanzas Sostenibles o la legislación SFDR. En este contexto, la integración de las directrices europeas (como los Green Bond Standard o la propia taxonomía) y la constatación de que los objetivos medioambientales declarados por las empresas son coherentes con la consecución de los acuerdos de París; son esenciales en la mejora de los procesos de selección de activos sostenibles.
Tribuna de Matteo Merlin, director de finanzas verdes y sostenibles en Eurizon