Si algo hay claro en este mundo de incertidumbre, donde la preocupación por la seguridad energética y sus precios ha cobrado un papel preponderante en nuestro listado de preocupaciones, es que el futuro de la energía será eléctrico e inteligente.
La electrificación de la economía se convierte en la solución energética preferente gracias a diversos factores como la presión de los grupos de interés y el soporte de las políticas, la elevación de los precios de la energía y del carbono que convierten a las renovables en más competitivas, la demanda del consumidor de soluciones innovadoras y sostenibles, así como la independencia energética de la mano de la energía limpia ante las restricciones de suministro y los riesgos geopolíticos.
Dentro de este camino de transición hacia la descarbonización observamos que la innovación ha permitido, porque la industria lleva treinta años trabajando en ello, alcanzar unas tecnologías maduras cuando nos referimos a las energías eólica y solar; otras que están disfrutando de vientos favorables tras un fuerte impulso por parte de las políticas climáticas, serían el vehículo eléctrico y los acumuladores de energía. Próximas tecnologías que serán igual de importantes en el medio plazo a la hora de alcanzar el Cero Neto el 2050 continúan en plano esfuerzo de investigación, como son la captura de carbono, o el hidrógeno verde.
En esta ocasión resulta sencillo aprovechar la tendencia, dado que esta evolución hacia las energías limpias, algo conocido que por diferentes motivos terminaría dominando el mix energético, se encuentra enormemente beneficiado por un cambio energético estructural que se desliga de los combustibles fósiles convencionales.
La urgencia ante un cambio climático que amenaza con un avance hacia un catastrófico calentamiento que apunta a los 2.7ºC, si no ponemos remedio, marca la velocidad de esta transición. Uno de los problemas es que, igual que el sector eléctrico se estima sea capaz de alcanzar una descarbonización prácticamente total para la fecha objetivo, existen otros sectores industriales que presentan mayores dificultades en alcanzarlo en breve espacio de tiempo. Sin embargo, la tecnología plantea diversas soluciones de descarbonización en ámbitos como la metalurgia o el transporte aéreo, marítimo o pesado de distribución por carretera.
La descarbonización se encuentra favorecida como solución energética ante la fuerte elevación de los precios de la energía, algo que sufrimos más que nunca como consecuencia de la invasión de Ucrania, donde inicialmente Rusia era el suministrador del 40% del gas que consumíamos en Europa. Alemania, de hecho, piensa en adelantar su meta de alcanzar un 100% de energía renovable, del año 2040 objetivo, al año 2035, dejando patente la necesidad de asegurar la independencia y seguridad energética.
Resultan clave en esta transición las políticas climáticas que siguen impulsándola, algo que se ha demostrado clave en un momento que las energías renovables dejan de necesitar subvención como ocurriera en sus inicios, cuando sí que resultan eficaces, por ejemplo, en la implantación del vehículo eléctrico y su infraestructura.
La pandemia, los problemas en la cadena de suministro y, posteriormente, el alza de precios de la energía ante el conflicto europeo, han incrementado también el precio en la implantación de las energías renovables. Sin embargo, el todavía más elevado precio de las energías llamadas convencionales mantiene como mejor opción a las tecnologías que aprovechan las energías renovables. Como matizaba Fatih Birol, director de la AIE, ante la alerta de «los nuevos desafíos» para las renovables, impuestos por el alza general de los precios de la energía y de las materias primas: «Sin embargo, los elevados precios de la gasolina hacen que las renovables sean más competitivas».
Los pilares básicos de esta transición son las EERR, la eficiencia energética, y la electrificación, aunque no debamos olvidar la importancia del hidrógeno, la bioenergía, la captura de carbono y los hábitos o comportamiento de la sociedad. Son todos asuntos clave, pero sin olvidarnos de la presencia clave de la innovación, transversal a todos ellos, y totalmente imprescindible a la hora de alcanzar los objetivos del Cero Neto a 2050.
Claramente el futuro de la energía es eléctrico, por lo que invertir en estrategias que entiendan esta transformación que pone en primera fila la generación renovable, las energías eficientes y las redes inteligentes, resulta acertado.
De ahí que el fondo RobecoSAM Smart Energy, con un objetivo claro de transformación y descarbonización del sector energético, no invierte directamente en el sector energético apostando por empresas nucleares o de combustibles fósiles que pudieran tener mayor exposición a futuros activos bloqueados, sino que invierte en las empresas que ofrecen las tecnologías necesarias para acometer la transición energética.
Estas soluciones tecnológicas donde invierte Robeco abarcan, tanto a las empresas TI que, por ejemplo, venden tecnologías capaces de convertir la red en inteligente (conmutadores, contadores, sensores, convertidores), como a las empresas industriales que fabrican los equipos imprescindibles para las energías limpias y de bajo consumo. Y siempre pensando en el largo plazo, sin centrarnos en tecnologías efímeras.
La producción desde energías renovables, la gestión inteligente de la electricidad con su distribución y almacenamiento, así como una mayor eficiencia desde el lado de la demanda con prioridades como la industria, los edificios, el transporte, y la gestión de la información, marcan la hoja de ruta de la electrificación.
Tribuna de Ana Claver, directora general de Robeco Iberia, Latam y US Offshore y presidenta del Comité de Sostenibilidad de CFA Society Spain.