Después de las polémicas, por fin ha echado a rodar el balón en los terrenos de juego en Qatar. Los amantes del deporte rey pasarán bastante tiempo en las próximas semanas atentos a las pantallas, disfrutando del que probablemente sea el mayor espectáculo del mundo. Sin embargo, si algo caracteriza a los gestores de fondos de inversión es el hábito (que puede resultar tanto virtud como defecto) de intentar buscar en su actividad cotidiana posibles oportunidades que mejoren la rentabilidad de nuestras carteras.
Algunas ideas que pueden servir como guía para saber en qué hay que fijarse y qué lecturas hay que sacar sobre el mundial de fútbol de Qatar 2022 desde la perspectiva del inversor son las siguientes, que ofrecen en Mapfre.
La llegada de nuevos inversores
Quizás la conclusión más evidente que nos llevaremos tras estas semanas de competición es que el fútbol continúa siendo el producto de contenido audiovisual más potente que existe a nivel global. Esto no resulta ninguna novedad, pero, combinado con la llegada en los últimos años de mejores controles financieros y de equipos gestores cada vez más preparados, está haciendo que nuevos inversores hayan aterrizado (o planeen hacerlo) en un sector que hace bien poco estaba vetado. Sobre todo, si se pretendía gestionar de manera racional nuestro patrimonio. Precisamente, la mayor parte de los compradores que están llegando al mundo del fútbol provienen de la región que organiza el presente mundial (Oriente Medio) o de la que se encargará de la próxima cita dentro de cuatro años (Norteamérica).
La lucha sobre el modelo de negocio
Este aterrizaje masivo de nuevos inversores a un mercado en el que la oferta es casi totalmente inelástica (es prácticamente imposible crear nuevos clubes de fútbol de la nada…), está haciendo que los precios de estos activos se incrementen y, probablemente, esta tendencia pueda ir a más. Ese flujo de dinero, en nuestra opinión, debería aportar rentabilidades atractivas a los que logren anticiparse y elegir los activos adecuados. Sin embargo, como ya estamos viendo en otros deportes, como el golf o el pádel, no resulta indiferente el perfil de inversor que acabe siendo el dominante, ya que está en juego la sostenibilidad financiera del sector a largo plazo. La buena noticia es que parece que los organismos reguladores, con medidas restrictivas como el endurecimiento del control económico, tienen clara la dirección que quieren tomar para que el crecimiento sea ordenado.
La inversión con impacto social
Si por algo se han caracterizado los meses y semanas previas a este mundial de Qatar ha sido por la polémica sobre las implicaciones morales y sociales de la elección de esta sede, con la sombra de la sospecha sobre los posibles fallos de gobernanza en la FIFA en el momento de la designación del país organizador. El deporte (y, en concreto, el fútbol) es, probablemente, el mejor lugar común del que disponemos a nivel global para poder generar un impacto positivo en la sociedad a través de la integración, para probar e instaurar tecnologías que mejoren el cuidado del medio ambiente y para promover una gobernanza sana de las instituciones. Es por eso que sorprende la poca atención que, de momento, ha puesto la inversión ESG sobre este sector en particular.
Las infraestructuras como vía de ingresos
Otra cosa que llamará nuestra atención en las próximas semanas será probablemente la enorme inversión en faraónicos estadios construidos específicamente para la cita mundialista. Con una alta probabilidad, muchas de estos lujosos activos quedarán sin uso y desaparecerán después del pitido final del último partido. Muy al contrario, la tendencia en Europa pasa por intentar aprovechar las infraestructuras deportivas de una manera cada vez más continua, eficiente y sostenible. Si se dispone de un espacio capacitado para recibir eventos de empresas, congresos, conciertos o eventos de otros deportes, ¿por qué iban los clubes a limitarse a explotarlos comercialmente solo una vez cada quince días? De esta manera, se abre una vía, ya probada con enorme éxito en Estados Unidos, para aumentar los ingresos a la vez que se diversifica la actividad empresarial del club y se deja de depender en exclusiva de los resultados dentro del terreno de juego.
El ruido contra los fundamentales
Por último, si hay algo que caracteriza a los campeonatos mundiales de fútbol es el enorme ruido mediático, de todo tipo, que generan. Este estruendo alcanza también a los clubes de fútbol cuyas acciones cotizan en bolsa. ¿Se lesionará alguno de sus jugadores más relevantes compitiendo con su selección? ¿O, por el contrario, tendrá una actuación destacada que hará posible venderlo por una jugosa cantidad? Para el inversor a largo plazo, como es nuestro caso, el impacto de estas noticias debería de ser bastante limitado. Sin embargo, puede ser que la cotización de sus acciones experimente a corto plazo movimientos extremos, ya sea al alza o a la baja. El ruido es el gran enemigo del inversor, pudiendo nublar su conocimiento y despistarle de la información realmente importante. Pero también es el gran aliado de aquellos que logran controlar las emociones e imponer la racionalidad en sus análisis, ya que pone sobre la mesa oportunidades extraordinarias que solo se dan cuando el mercado pierde temporalmente la cordura.
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