En los últimos 30 años se ha producido una mejora de la prosperidad humana mayor que la de todos los siglos anteriores juntos. Hemos construido más carreteras, edificios y máquinas que nunca. Ha aumentado la longevidad y la salud de la población, y el acceso a la educación es mejor que nunca. El PIB medio per cápita se ha multiplicado por 15 desde 1820. Actualmente, más del 95% de los recién nacidos sobreviven hasta cumplir los 15 años, frente a tan solo uno de cada tres en el siglo XIX.[1]
Sin embargo, se ha tenido que pagar un alto precio por este progreso. Mientras la humanidad prosperaba, la naturaleza sufría.
Los seres humanos, para alimentar y albergar a una población que no deja de aumentar, están llevando a especies animales y vegetales a la extinción y están destruyendo sus hábitats. Un prestigioso informe de la ONU advierte que hasta un millón de especies animales y vegetales están en riesgo inminente de extinción.[2]
Los datos muestran que, en el periodo 1992-2014, se duplicó la cantidad de bienes de equipo –tales como carreteras, máquinas, edificios, fábricas y puertos– generados por persona. Sin embargo, en ese mismo periodo, las reservas mundiales de capital natural –agua, suelo y minerales– por persona disminuyeron casi un 40%.[3]
Los responsables de las políticas económicas ahora consideran que la protección de la biodiversidad es una prioridad tan urgente como frenar el calentamiento global. Se espera que en la Conferencia de la ONU sobre Diversidad Biológica (COP15) que se celebrará en Montreal en diciembre se desvelen objetivos innovadores de protección de la naturaleza. Antes de este encuentro histórico, los líderes mundiales reunidos en Egipto en la 27ª Conferencia anual de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP27) celebrada en noviembre reconocieron el papel de la naturaleza como solución fundamental para luchar contra el calentamiento global.
Según el borrador del acuerdo, el Acuerdo de Montreal comprometerá a los signatarios a restaurar por lo menos el 20% de los ecosistemas degradados, a proteger por lo menos el 30% de las zonas marinas y terrestres del mundo y a reducir los pesticidas en al menos dos tercios.
Una vez que estos objetivos se conviertan en políticas nacionales, los responsables políticos y los organismos reguladores podrían establecer rápidamente un marco para la protección y divulgación de información sobre biodiversidad, con el Acuerdo de París y las cero emisiones netas como modelo.
Financiación de la biodiversidad: un mercado floreciente
La intensificación de los esfuerzos políticos y normativos es un paso en la buena dirección. No obstante, los responsables políticos no pueden cambiar la tendencia por sí solos. Las empresas y los inversores también deben hacer más para situar al mundo en la senda del crecimiento sostenible.
Como administradores de capital, los inversores se encuentran en una posición privilegiada para contribuir a crear una economía que vaya a favor de la naturaleza, en lugar de contra ella. Pueden desempeñar un papel crucial contribuyendo a desviar los flujos de capital de empresas y proyectos que degradan el medio ambiente hacia soluciones positivas para la naturaleza.
Históricamente, la financiación de la biodiversidad solía centrarse en la recaudación de fondos para actividades de conservación en un contexto filantrópico. Sin embargo, en los últimos tiempos se ha producido un aumento constante de un mercado de inversión en biodiversidad y capital natural, incluyendo valores que tienen como objetivo explícito minimizar la pérdida de biodiversidad y aprovechar el potencial de crecimiento del capital a largo plazo.
En los últimos dos años, se han lanzado fondos de renombre que invierten en empresas especializadas en la restauración de la biodiversidad y en servicios ecosistémicos, y nueve de los once fondos de este tipo se han lanzado a partir de 2020. Los activos bajo gestión de este grupo se han duplicado con creces hasta alcanzar los 1.300 millones de USD, frente a los 525 millones de USD de principios de la década.[4]
Los fondos que invierten en biodiversidad y capital natural pretenden facilitar la integración de prácticas empresariales más sostenibles y regenerativas en toda la cadena de valor, incluyendo sectores como la agricultura, la silvicultura, las TI, la pesca, los materiales, los inmuebles, el consumo discrecional, el consumo básico, las “utilities” y los productos farmacéuticos.
La Food and Land Use Coalition estima que las iniciativas para transformar el uso actual de los alimentos y el suelo en favor de prácticas regenerativas y circulares tiene potencial para crear un mercado de biodiversidad con un valor de 4,5 billones de USD de aquí a 2030.[5]
Transición positiva para la naturaleza
El sector financiero debe sumar su influencia al esfuerzo global por reducir los daños, al tiempo que potenciar la recuperación de la naturaleza. Una destacada iniciativa de análisis orientada a contribuir a esta tarea es el programa de investigación Finance to Revive Biodiversity (FinBio), que está supervisado por el Stockholm Resilience Centre de la Universidad de Estocolmo.
Este programa de investigación de cuatro años de duración, del cual Pictet Asset Management es miembro fundador, tiene como objetivo desarrollar una investigación útil que sirva para ayudar al sector financiero a transformar las prácticas actuales, que premian el crecimiento a expensas de la biodiversidad, en un nuevo modelo que capte con precisión –y atribuya un valor económico– el carácter positivo para la naturaleza de una empresa.
La iniciativa reúne a un consorcio heterogéneo de colaboradores académicos y del sector privado, entre ellos los Principios de la ONU para la Inversión Responsable, la fundación Finance for Biodiversity y la Universidad de Oxford.[6]
La naturaleza siempre ha sido el activo más importante de la economía. Va siendo hora de que el sector financiero lo reconozca.
Para acceder a los últimos análisis sobre biodiversidad y por qué es un riesgo financiero que no se puede ignorar, pinche aquí (solo disponible en inglés).
Notas
[1] Our World in Data
[2] IPBES
[3] Fuente: Managi y Kumar (2018) Nota: El capital producido se refiere a carreteras, puertos, cables, edificios, máquinas, equipos y otras infraestructuras físicas. El capital humano se refiere a la educación y la longevidad. El capital natural se calcula con los recursos renovables y no renovables, incluidos el suelo agrícola, los bosques como fuentes de madera, la pesca, los minerales y los combustibles fósiles
[4] Broadridge y Pictet Asset Management, datos a 31/07/2022.
[5] https://www.foodandlandusecoalition.org/wp-content/uploads/2019/09/FOLU-GrowingBetter-GlobalReport.pdf
[6] Puede encontrar más información en: https://www.stockholmresilience.org/research/research-news/2022-03-31-new-funding-will-boost-efforts-towards-a-greener-economy.html
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