La inversión sostenible se ha convertido en un tema clave para los inversores privados e institucionales. Sin embargo, los acrónimos utilizados (ESG, ITR, SFDR, etc.), la complejidad y la rápida evolución en este campo dejan a muchos inversores confundidos. La pregunta fundamental que se nos plantea a menudo es: ¿por qué debemos, y cómo podemos, integrar los principios de sostenibilidad en las carteras?
En la actualidad, existen importantes fuerzas de mercado que fomentan y facilitan una transición medioambiental que se ha vuelto indispensable: la presión de los consumidores, las medidas reguladoras, las transiciones de los modelos de negocio en todos los sectores y la asignación justa de capital por parte de los inversores.
En este contexto, la integración de los principios de sostenibilidad en la construcción de carteras apoya la transición básica de nuestros modelos económicos. Además, permitirá preservar mejor los activos invertidos, favoreciendo a las empresas que se beneficiarán de las futuras transiciones y reduciendo la exposición a los posibles perjudicados de la revolución en curso.
Estabilidad medioambiental para un crecimiento sostenible
Es innegable que las comunidades funcionales, el crecimiento económico sostenible y los rendimientos financieros atractivos a largo plazo dependen de la estabilidad medioambiental.
La investigación científica ha cuantificado ya una serie de límites globales que no deben sobrepasarse, con medidas relativas a las emisiones de CO2, la calidad del agua y la biodiversidad, entre otras. Si bien la situación es alarmante, puesto que ya hemos superado los umbrales de alerta en la mayor parte de estos ámbitos, la ciencia tiene claro cómo restablecer o reducir los daños causados a nuestros ecosistemas.
La transición medioambiental se construirá en torno a cuatro grandes ejes:
- Electrificación. La electricidad se está convirtiendo en el vector energético dominante. De alrededor del 20% de la demanda mundial de energía en 2020, aumentará a más del 70% en 2050. Para producir electricidad, tendremos que pasar de los combustibles fósiles a energías más limpias (agua, eólica, solar y posiblemente nuclear).
- Agricultura y preservación de la naturaleza. De aquí a 2050, necesitaremos alimentar a 2.000 millones de personas más, al tiempo que restauraremos grandes extensiones de tierra cultivable para proyectos de reforestación y biodiversidad. Tendremos que replantearnos nuestros métodos de producción y consumo.
- Materiales. Habrá que desvincular la trayectoria del crecimiento económico de la extracción de materias primas. El modelo «tomar, fabricar, desperdiciar» debe ser sustituido por «reducir, reutilizar, reciclar». Habrá que repensar los materiales de construcción, compartir los coches y reciclar sus componentes.
- Carbono. El modelo de economía de mercado debe ampliarse para incluir todas sus externalidades. Las emisiones de carbono deberán ser cada vez más caras, creando los mecanismos de incentivo necesarios para que los actores industriales adopten verdaderas estrategias de transición.
Sostenibilidad, una fuente de creación de valor
La transformación de nuestros modelos económicos hacia una economía más sostenible está en marcha y representa una auténtica revolución. Surgirán nuevos actores con gran potencial de crecimiento, mientras que otros desaparecerán. El temor de algunos inversores a que la inversión sostenible signifique sacrificar el rendimiento es en realidad una idea infundada.
Los recientes acontecimientos geopolíticos y las tensiones resultantes no harán sino aumentar la urgencia de la transición. El concepto de independencia energética, por ejemplo, nunca ha sido tan relevante como hasta ahora.
Integración de la sostenibilidad en las carteras de los inversores
En los últimos años, los inversores han integrado los criterios de sostenibilidad según sus preferencias. Muchos han elegido los criterios ESG como herramienta de puntuación, lo que permite comparar las prácticas actuales de diferentes empresas en una serie de criterios medioambientales, sociales y de gobernanza.
Hoy en día, debemos mirar más allá. La transición en curso promete afectar a todos los sectores económicos, a lo largo de todas las geografías. Al igual que los avances tecnológicos de los últimos cincuenta años han trastornado todos los modelos de negocio, esta transición hacia la sostenibilidad afectará a todos nuestros entornos de inversión, invitándonos a repensar nuestra forma de invertir. Más que nunca, la inversión sostenible debe convertirse en una cuestión de convicción, destacando la importancia de la investigación científica para permitirnos comprender mejor las trayectorias de transición de las empresas, sector por sector. El análisis debe ser prospectivo y requerirá una amplia gama de competencias: climatólogos, científicos, ingenieros y analistas.
Con la revolución de la sostenibilidad ya en marcha, y cada vez más acelerada por las presiones geopolíticas, creemos que la creación de carteras alineadas con los principios de sostenibilidad es la forma más eficaz de apoyar esta transición. Esto garantizará la mejor conservación de los activos invertidos a largo plazo, favoreciendo a las empresas que pueden beneficiarse de la transición actual y limitando la exposición a los futuros perjudicados.
Tribuna elaborada por Frédéric Rochat, socio director de Lombard Odier.