En España, el ahorro de las familias ha ido en aumento, y se sitúa en máximos según el Banco de España, alcanzando en julio la cifra más elevada en depósitos desde 1989 (948.000 millones de euros). Las inversiones en fondos de inversión también han crecido alcanzando un nuevo máximo, representado un 15% del ahorro particular. Como consecuencia de ello, cada vez hay más personas que se preguntan qué deberían hacer con el ahorro.
Ahorradores, inversores y especuladores
Es importante diferenciar entre ahorradores, inversores y especuladores, sobre todo los dos últimos, pues a menudo se confunden.
Los ahorradores, son aquellos que deciden no gastar todo aquello que ingresan, guardando una parte, para atender posibles situaciones a futuro. Ese objetivo se puede satisfacer con una cuenta corriente o una “hucha”.
Los inversores, van más allá, además de no gastar todo aquello que ingresan, consideran que deben destinar ese dinero a inversiones, de tal manera que, en el largo plazo, no solo dispongan del dinero ahorrado, sino de algo más, (plusvalías generadas con la inversión).
Los especuladores destinan parte del dinero a intentar acertar el activo que más subirá y el momento en el que lo hará. Históricamente, nadie ha logrado hacerlo con éxito de manera sostenida en el tiempo.
Teniendo en mente todo ello, es fundamental pasar del ahorro a la inversión, dejando de lado la especulación.
¿Por qué pasar de ahorrar a invertir?
En los últimos tiempos, la remuneración que ofrecen los depósitos bancarios ha pasado a ser nula o negativa, como consecuencia de la política monetaria del Banco Central Europeo. Esta situación complica la toma de decisiones de los ahorradores, que saben que ahorrar es necesario, pero no es suficiente si se tiene en cuenta el efecto perverso que ejerce la inflación sobre el ahorro.
Por ejemplo, imagina que dispones de un ahorro de 100 unidades. Si no está invertido (solo se guarda), asumiendo que cada año haya un 2% de inflación, el año que viene, esas 100 unidades, solo podrán comprar lo equivalente a 98 unidades. Es decir, aun manteniendo las 100 unidades (ahorro), con el paso del tiempo, el poder de compra irá disminuyendo. La única alternativa para no empobrecerse con el tiempo es invertir el dinero ahorrado.
Por todo lo anterior, es recomendable no tener ahorro ocioso. Cualquier persona, incluso antes de tener ahorro, debería ir pensando los objetivos que tendrá que ir satisfaciendo, para que, conforme pueda ir ahorrando, sea capaz de invertir acorde a los objetivos y necesidades planteadas.
Con esto se logrará, por un lado, no tener más tesorería de la cuenta, lo cual tiene un coste de oportunidad (si no se va a necesitar, debe estar invertido). Por otro lado, hacer una asignación de recursos responsable y ajustada a los objetivos y necesidades personales (cada inversor tiene los suyos).
Esto último es muy relevante, ya que, por ejemplo, en el caso de una persona que pretenda satisfacer tres objetivos, un sistema tradicional con una cartera que los cubra todos a la vez no funcionaría. Por ello, habría que hacerlo de otra manera.
Mantener nivel de vida. Cualquier persona debe tener claro el nivel de vida que lleva y lo que necesita para mantenerlo. Este objetivo se enmarcaría en la cartera de preservación nominal. Es un objetivo de corto plazo (12-18 meses), donde prima preservar el valor nominal. No podrá igualar el efecto de la inflación. Se antepone la disponibilidad sobre cualquier cosa.
Comprar un coche en 5 años. Estaría incluido en la cartera de medio plazo (18 meses – 5 años), cuyo objetivo es la preservación real (mantener la capacidad de compra). Es necesario obtener una rentabilidad igual o superior a la suma de la inflación, costes e impuestos.
Transmisión patrimonial intergeneracional. Estaría incorporado en la cartera de largo plazo, cuyo objetivo es el crecimiento por encima de la inflación, gastos e impuestos, y una rentabilidad adicional. Cubiertas las necesidades de corto y medio plazo, con el patrimonio restante (largo plazo), se podrá asumir mayor volatilidad, esperando obtener una rentabilidad que permita hacer crecer el patrimonio.
La parte más importante del proceso inversor, al contrario de lo que muchos puedan pensar, no es escoger los productos. Lo más importante es realizar una buena reflexión sobre los objetivos y necesidades a satisfacer, y asegurarse de que la política de inversión recoge todos esos objetivos en diferentes plazos temporales. Eso será lo que determinará todo lo demás.
Conclusión
Sin ahorro, todo lo demás carece de sentido, pero el ahorro “a secas” no es suficiente. El ahorrador actual, tiene que dar el paso y convertirse en inversor para no ir empobreciéndose. Dicho esto, no hay que precipitarse. Muchos comienzan el viaje de la inversión sin saber dónde van y qué van a necesitar para tener éxito. Eso suele acabar mal.
El dinero debe estar a disposición de los objetivos de las personas, no a la inversa. Por ello, como la vida evoluciona, el inversor cada cierto tiempo deberá revisar si ha habido cambios y, en su caso, realizar ajustes para que, en todo momento, la cartera refleje los objetivos a lograr.