Actualmente, Robinhood, la aplicación móvil de brokerage más popular en Estados Unidos, cuenta con más de 18 millones de usuarios, mientras en 2017 contaba con 2 millones. A su vez, Ant, la mayor super app del mundo (aplicaciones con enorme diversidad de productos y servicios), a través de su filial Ant Fortune, ofrece servicios financieros personalizados. Actualmente, dicha matriz cuenta con más de 1.300 millones de usuarios, en 2017 contaba con 600 millones. En Europa, el broker más popular es eToro, que actualmente cuenta con más de 20 millones de usuarios alrededor del mundo, 15 millones más de los que acumulaba en 2016.
La democratización por parte del inversor minorista en los mercados ha crecido exponencialmente en los últimos años. Los inversores minoristas de hoy en día se enfrentan a grandes retos a la hora de invertir sus ahorros.
En primer lugar, cabe destacar la abundante información disponible a la que un inversor minorista puede llegar a acceder, la cual se ha visto indudablemente impulsada por las redes sociales. Bien sonado fue el caso de GameStop que provocó subidas de más de 1500% en el transcurso de dos semanas y su posterior caída, este efecto se relacionó con una comunidad de Reddit. Por otro lado, con un simple vistazo en Twitter, se pueden contar por decenas de miles los expertos que, al menos, han gestionado millones de dólares en alguna de sus anteriores vidas. Actualmente, el inversor minorista no se enfrenta a un problema de falta de información, sino todo lo contrario, de sobre información.
Pues bien, más allá de qué broker elegir o de qué fuentes de información fiarnos, nos enfrentamos a una duda mayor: en qué activos invertir. Aquí las posibilidades también se han visto incrementadas destacando la irrupción de las criptomonedas (comandadas por el Bitcoin), junto a la inclusión de los ETFs (instrumentos de inversión equivalente a acciones que replican índices), muy popularizados en los últimos diez años.
En este contexto, es importante reseñar que estamos ante una situación en la que los riesgos no son menores, principalmente por la naturaleza inédita en la que los mercados se encuentran. La pandemia no ha hecho más que acelerar un proceso que lleva gestándose desde la Gran Recesión, causado por las desconocidas herramientas que están utilizando los bancos centrales alrededor del mundo, perturbando la visión (sobre todo por el lado de los riesgos), de prácticamente cualquier tipo inversión en activos.
Estas herramientas, por un lado, consisten en bajar los tipos de intervención, es decir, los de corto plazo, hasta niveles de cero. Y, de forma paralela, comprar masivamente activos de deuda, en su mayoría soberana (el 20% de la deuda pública americana la mantiene la Reserva Federal de Estados Unidos) y de largo plazo (en el caso de Estados Unidos, la duración es menor). Y así, bajar los tipos de largo plazo (ya que al no poder bajar los tipos de corto plazo, que están en cero, no hay otro modo de reducir los tipos de largo plazo que directamente operando sobre bonos en los mercados). Ambos anclajes, tanto de tipos cortos como largos, tienen como objetivo que la economía se recupere con mayor celeridad.
Ante este contexto, el endeudamiento ha sido más barato, y, por lo tanto, los agentes económicos, con mayor o menor éxito, lo han demandado, en especial los gobiernos, que han visto cómo la deuda pública global sobre PIB, según el BIS (Bank of International Settlements, considerado el Banco Central de los Bancos Centrales), ha pasado del 63% en 2006, al 83% en 2013 y finalmente al 109% en 2020. Por lo tanto, ha aumentado la inestabilidad financiera, o sea, el endeudamiento.
Actualmente, las expectativas medias de inflación para los próximos diez años en Estados Unidos y Europa, han subido hasta alcanzar el 2,3% y 1,7%, rozando máximos de cinco años. Estos niveles no suelen ser cómodos para los Bancos Centrales, que tienen como objetivo de inflación el 2% y, por lo tanto, ante esta situación la subida de los tipos de interés se hace más probable (sobre todo en Estados Unidos).
Las implicaciones para un inversor minorista son relevantes, recordemos que prácticamente todo tipo de activo se valora con el descuento de flujos de caja, siendo una de las excepciones el Bitcoin, que no puede valorarse así al no tener flujos (al igual que las materias primas o las divisas). Warren Buffet ya decía hace muchos años que no invertía en activos que no podía entender. Pues bien, puesto que todo flujo se descuenta a un tipo de interés determinado, tanto una subida inesperada de los tipos a corto, como una inesperada venta de activos por los bancos centrales, que eleve sus tipos de interés, puede impactar directamente en toda inversión minorista.
En definitiva, gracias al avance tecnológico los inversores minoristas crecen a niveles desorbitados, enfrentándose a un problema de sobre información. El mundo está más endeudado que nunca, cortesía en gran parte del anclaje de los tipos efectivos, mientras tanto las expectativas de inflación suben, y sitúan a los bancos centrales en posiciones aún más delicadas si cabe. No es de extrañar que la incertidumbre macroeconómica continúe situándose en niveles inusualmente altos, ya que la economía transita territorios inexplorados, y las minas pueden estar en todos los lados.
Entretanto, la bolsa mundial ha subido más del 30% en un año de pandemia. Recordemos que los ganadores estructurales en el mundo de la empresa y la inversión no son quienes ansían el máximo beneficio, sino los que mejor gestionan sus riesgos.