Estabilizar la temperatura del planeta respecto al nivel preindustrial requiere cero emisiones netas de CO2, lo que ocurrirá en las próximas tres décadas. La cuestión clave para la economía mundial es si tendrá lugar de manera suficientemente rápida, lo que, en gran medida, depende de los mercados emergentes.
De momento, la infraestructura instalada de producción de combustibles fósiles en el mundo es tan grande que su uso a plena capacidad los próximos 20 años llevará al planeta a un calentamiento de cerca de 2ºC, sin tener en cuenta que para algunos países puede tener sentido añadir más infraestructura de carbono durante un cierto periodo.
La correspondiente pérdida de PIB per cápita puede afectar a todos los países, en diferente grado, y, en especial, a los emergentes. Así, India, con las actuales políticas, puede llegar a perder el 60% de su PIB potencial hasta 2100. A ello contribuyen sus patrones de tiempo, la estructura de su economía, muy dependiente de la manufactura y agricultura y de la costa, siendo muy sensible a las variaciones de los patrones de agua. También la economía de Brasil se vería muy afectada, por encima de la pérdida promedio mundial del 42%, llegando a un 45% en el peor escenario.
A finales de este siglo, dos tercios del país podrían clasificarse como áridos, perjudicando las cosechas y la producción de energía, pues la hidroeléctrica representa el 60% del suministro eléctrico del país. A problemas similares se enfrentan México, Indonesia y Sudáfrica. Sin embargo, China sólo perdería algo más del 10% de su PIB y Rusia podría ser una excepción, con impactos positivos por extensión de tierras de cultivos, aunque ello podría verse contrarrestado por menores exportaciones de petróleo, pues el análisis no tiene en cuenta impactos sistémicos en la economía mundial por disminución del comercio.
Hacia una economía de emisiones netas cero
Afortunadamente, moverse rápidamente hacia una economía con cero emisiones favorece los intereses de los países emergentes, en un momento en que el apoyo a una recuperación ecológica es alto entre los ciudadanos del mundo, especialmente en India, México y China.
De hecho, las pérdidas en un escenario de alta ambición con un objetivo de calentamiento de 1,6º C encima de los niveles preindustriales pueden ser sustancialmente menores, con una reducción del PIB de un 22% respecto al potencial para 2100. Ahora bien, si los gobiernos se deciden por tal estrategia de calentamiento global entre cinco y 17 billones de dólares de activos relacionados con combustibles fósiles están en riesgo. Además, para algunas naciones se trata de un problema existencial, como Arabia Saudita, Estados del Golfo y Rusia. En estos países el modelo económico requiere tener en cuenta la previsible caída de ingresos por venta de petróleo las próximas tres décadas y empezamos a ver en Arabia Saudí derivaciones hacia el hidrógeno limpio (5.000 millones en inversiones) a partir de energía solar y eólica.
Efectivamente, precisamos de muchos elementos capaces de reducir emisiones y eso pasa por tecnologías de captura de carbono, donde ya hay apoyo de capital privado. El CO2, una vez capturado, se pueden emplear en otras industrias. De hecho, la oportunidad de inversión en activos de energías limpias es de 22 billones de dólares hasta 2030. A ello se añade que el efecto neto global de los trabajos verdes es positivo, pues se precisan más horas de trabajo por kilovatio/hora en las industrias de energías limpias que en las fósiles.
Estamos en un buen momento
Además, estamos en un buen momento. Los vastos paquetes fiscales y monetarios que los gobiernos siguen poniendo en marcha para apoyar sus economías a corto plazo pueden ayudar considerablemente a los esfuerzos para limitar el calentamiento global las próximas décadas si se invierten sabiamente, aunque de momento los planes de recuperación de países como Sudáfrica o México no son especialmente “verdes”.
Pero China se ha comprometido a que su generación de electricidad, tras alcanzar su máximo en 2030, sea neutra en CO2 para 2060, con un aumento en diez veces de la energía solar, siete de la eólica y siete de la nuclear. Al respecto hay que tener en cuenta que la energía nuclear es más segura, aunque también más cara de lo que se piensa, pero China parece ser más eficiente. De todas formas, aunque puede jugar un papel relativamente importante tiene dificultad para competir en costes con la solar y eólica.
Precisamente, China ha alcanzado una posición dominante en energías renovables, contribuyendo a reducir los costes. Ha añadido 451 GW de renovables en el periodo 2009 – 2019, seguido de Europa con 260 y EE.UU. con 151. Lo que genera un círculo virtuoso de menores precios y mayor volumen, extensible a baterías y vehículos eléctricos. Además, a pesar de que el 70% de su producción sea a partir de carbono, China ya tiene la línea de corriente directa de ultra alto voltaje (UHVDC) mayor y más potente del mundo, que aprovecha diferentes fuentes de energía limpia a cientos o miles de millas de distancia y permite cambiar eficazmente entre fuentes dependiendo de la demanda y el clima. A ello se añade una impresionante capacidad para producir turbinas y paneles, incluso baterías. El caso es que los compromisos de China pueden reducir el calentamiento global 0,2 a 0,3ºC.
A esto se añade el plan climático de Biden, el cual puede reducir el calentamiento otro 0,1 ºC. Este plan incluye la promesa de volver al Acuerdo Climático de París, así como dos billones de dólares en nuevas inversiones “verdes”, pilares de una gran estrategia para hacer que EE.UU. sea neutral en carbono en 2050.
Por su parte, la Comisión Europea quiere que el objetivo de reducción de emisiones de CO2 de la UE para 2030 pase de 40% actual a 55% respecto a 1990. El Pacto Verde Europeo incluye la acción climática y el Fondo de Recuperación de la UE de Nueva Generación de 750.000 millones para 2021-24, con renovación de edificios, eficiencia energética y sobre todo movilidad electrónica. Por su parte, el Reino Unido prohibirá la venta de nuevos vehículos de gasolina y diésel a partir de 2030, para reducir las emisiones de CO2 a cero neto para 2050.
Mientras estamos viendo también objetivos netos cero en empresas como BHP, BP, Shell y AcelorMittal para 2050 e incluso Google que pretende usar 24 horas siete días al año de renovables para 2030. Así que el 74% del PIB y el 73% del consumo mundial de carbón están camino del objetivo de emisión neta cero de CO2.
Hace falta que los países emergentes se involucren
De todas formas, el camino será accidentado y en cualquier caso la industria financiera tiene un papel importante que desempeñar. Con los objetivos actuales, la temperatura global puede quedar algo por debajo de 2ºC respecto a niveles preindustriales. Para llegar a 1,6 ºC hace falta que los países emergentes se involucren. Al respecto, es posible que para la conferencia de Glasgow COP26 en noviembre de 2021 otros países incrementen objetivos y acciones.
Sea lo que sea, estamos ante una transición multibillonaria en la que gran parte de las inversiones tienen que hacerse en emergentes, siendo el origen de la mayor parte de la financiación de los países desarrollados. Hay obstáculos que pueden superarse mediante políticas, con fórmulas para que el sector público asuma las primeras pérdidas, creación de entidades públicas gestionadas privadamente, uso de dinero público para cobertura en países de divisas más débiles e instrumentos financieros que cubran el riesgo de cambio de políticas de país.
El caso es que estamos en un proceso de disrupción con nuevos actores e ideas. En una economía cero neto en emisiones de CO2 la energía puede llegar a parecerse más a Internet, con bajos márgenes, donde pueden salir beneficiadas las plataformas, los modelos de suscripción y las empresas que aprovechan las limitaciones de oferta, como en electrificación. En cualquier caso, habrá ganadores y perdedores, tanto en vehículos eléctricos, captura de carbono como hidrógeno limpio.
Estas conclusiones se basan en el estudio “Climate Change and Emerging Markets after Covid-19”, sobre escenarios de cambio climático e implicaciones para emergentes de Pictet AM en colaboración con Oxford Smith School of Enterprise and the Environment.