Difícilmente habríamos imaginado al terminar 2019 que la amenaza de recesión que el mercado estaba temiendo iba a ser de la magnitud y la intensidad de la crisis provocada por la pandemia del coronavirus en la que estamos inmersos. Aunque al principio no parecía que fuera a afectarnos más allá de lo que puedo afectarnos el SARS en 2003, pronto quedó patente que el COVID-19 se contagia con gran facilidad y astucia, ya que puede estar incubándose durante un periodo de hasta 24 días, y su índice de letalidad está demostrando ser bastante superior al del SARS.
La decisión de los gobiernos de ordenar el aislamiento ha sido clave para conseguir frenar la velocidad de contagio, pero este violento frenazo en la actividad económica y el desconocimiento sobre el comportamiento del virus generaron durante marzo una oleada de pánico en los mercados europeos y estadounidenses, en los que las bolsas parecían estar en caída libre. Una caída que sólo consiguió cambiar de sentido con la masiva intervención de los bancos centrales.
En fondos de inversión de gestoras nacionales el retroceso registrado en su patrimonio ha sido de 24.076 millones durante el pasado marzo, un 8,73% respecto al dato de 29 de febrero. El mayor volumen de este descenso ha venido derivado del brusco retroceso en la rentabilidad de las carteras, por un valor de 18.546 millones, mientras que los reembolsos netos supusieron 5.530 millones.
En su conjunto, el primer trimestre terminó con 28.954 millones de euros menos de patrimonio, un descenso porcentual de 10,32%. Considerando los tres primeros meses del año, los reembolsos netos son de 1.660 millones, a los que se suman 27.293 millones por el descenso en la rentabilidad de los subyacentes. Como puede apreciarse, marzo fue el principal responsable de estos resultados trimestrales.
Considerando el comportamiento por tipo de activo, se percibe una notable diferencia en el comportamiento de los inversores españoles en el comienzo de la crisis del COVID-19 y en la pasada crisis financiera. Si las mayores salidas netas de patrimonio se registraron en septiembre de 2008 (tras la caída de Lehman) en las categorías de renta variable, con garantizados como únicos receptores de aportaciones netas, el pasado marzo han sido los fondos de renta variable los que mayores entradas netas recibieron (1.111 millones) junto con los monetarios (315 millones de euros). Mixtos (-3.555 millones) y renta fija (-2.385 millones) fueron los tipos de fondos con mayores salidas netas, sin embargo, con los garantizados (-441 millones) continuando su tendencia descendente de los últimos años.
Esta diferencia de comportamiento parece indicar una mayor madurez de los inversores en fondos de inversión, que han sabido ver una oportunidad en las valoraciones irracionalmente bajas durante el brusco descenso bursátil de marzo, con un porcentaje menor de inversores conservadores que priorizan la preservación de patrimonio con fondos monetarios que, por rentabilidad, conseguían evitar los números rojos cuando se trataba de carteras invertidas en emisiones de Estados Unidos.
La tormenta generada por el COVID-19 es sin duda la peor de nuestras vidas, de características diferentes a las de una guerra, en cuanto a que la población en su totalidad está en peligro, pero enfrentándonos a un enemigo al que sólo estamos comenzando a conocer y que se ha cobrado ya más de 160.000 vidas en todo el mundo. Pero todavía es un gran desconocido en su comportamiento y esta falta de previsibilidad es lo que mayor inestabilidad puede crear en los mercados.
Para conseguir navegar en estas aguas inexploradas los fondos de inversión suponen una excelente opción para el inversor individual, para quien resulta difícil alcanzar un nivel de conocimientos equivalente al de un gestor profesional y dedicarle el tiempo necesario para seguir el mercado. También puede que no se disponga de suficientes ahorros para invertir en una cartera correctamente diversificada o que resulte muy gravoso hacerlo por los costes de operativa que supondría. Puede que algunos inversores deseen únicamente obtener ventajas fiscales a través de la inversión, mientras que otros deseen liquidez en sus inversiones. Un fondo de inversión puede constituir una solución única para dar respuesta a estas necesidades.
Básicamente, un fondo agrupa un gran número de inversores, cada uno de los cuales reciben un título proporcional del patrimonio del fondo en forma de participaciones, de acuerdo con la cantidad aportada. El patrimonio total aportado por los partícipes es utilizado por el gestor para comprar y vender activos en nombre de los inversores, formando una cartera de valores. Los beneficios recibidos por esta cartera se distribuyen entre los inversores en la misma proporción en que los inversores hayan invertido.
Por lo general, el inversor busca seguridad, liquidez y rentabilidad a partir de su inversión. La elección del tipo de activo en que invertirá – deuda, acciones, inmobiliario y oro u otras materias primas – dependerá de la prioridad que establezca para cada uno de estos factores. Su perfil de riesgo será bien diferente por edades, ya que un inversor joven, al comienzo de su carrera profesional, puede permitirse un perfil de riesgo completamente diferente al de un inversor que tenga cerca la fecha de jubilación, o que esté ya jubilado. Para conseguir alcanzar el objetivo de retorno definido en el plan de inversión a largo plazo, es necesario crear una cartera bien equilibrada, que incluya diferentes tipos de activo y que se adapte al perfil de riesgo de cada inversor.
Si hay un beneficio relevante al invertir en un fondo es la diversificación que proporciona. Los fondos pueden ofrecer una cartera de varios valores con diferentes fechas de vencimiento en renta fija o que invierta en diferentes sectores, en renta variable, con un coste reducido por gastos de operativa, incluso invirtiendo una pequeña cantidad. Una característica de gran ayuda para mitigar el riesgo, que permite además obtener las ventajas de la diversificación con una inversión de, por ejemplo, 10 euros. La inversión que requeriría construir una cartera diversificada comprando acciones o bonos directamente, supondría un desembolso considerablemente mayor.
Al invertir en un fondo se consigue además beneficiarse de la experiencia de un profesional, con acceso a información detallada de los emisores y a datos económicos, y con la formación y experiencia necesarias para poder interpretar hechos relevantes, datos o noticias que pueden afectar a una inversión, pudiendo actuar en consecuencia para beneficio de los inversores del fondo.
Al seguir los mercados con regularidad, los gestores pueden tomar decisiones más acertadas sobre dónde invertir que las que un inversor individual podrían tomar por sí mismo. Si se trata de renta fija, por ejemplo, un gestor profesional conoce el comportamiento de la volatilidad de los tipos de interés y conseguir retornos optimizados.
En muchos casos, los inversores tienen ocupaciones profesionales que no les permiten dedicar mucho tiempo a entender y seguir los mercados diariamente, ni para analizar la información disponible. La inversión en un fondo supone también un ahorro de tiempo, delegándose estas tareas en un gestor profesional constantemente atento al mercado, liberando al inversor individual para que continúe con sus ocupaciones.
Desde el punto de vista fiscal, los fondos cuentan con la ventaja de no atraer retenciones cuando el patrimonio se traspase de uno a otro fondo. Esta característica permite cambiar el perfil de riesgo, traspasando el patrimonio, por ejemplo, de un fondo de renta variable a un mixto moderado, sin que se apliquen retenciones por posibles plusvalías. Sólo en el caso de que se efectúen reembolsos totales o parciales del patrimonio serán de aplicación las correspondientes retenciones.
Además, el fondo es, por lo general, un instrumento de inversión líquido. Las gestoras recompran y venden participaciones de acuerdo con el valor liquidativo del fondo, que se calcula diariamente. De esta forma el inversor no tiene que preocuparse de la liquidez disponible en el mercado para determinados bonos o acciones.
Por ejemplo, en el caso de que invirtiera directamente en acciones, dependería de la disponibilidad de una contrapartida que deseara tomar la posición contraria, en caso tanto de compra como de venta. Una característica especialmente relevante cuando se trata de compañías de mediana o pequeña capitalización, en que la liquidez puede ser una preocupación.
Aunque la mayoría de los inversores en fondos busca obtener retornos superiores, este no es el único factor que determine una decisión de inversión a largo plazo. Si se invierte en un fondo de renta fija, conviene conocer la calidad crediticia de la cartera del fondo. Una cartera con calificación crediticia AAA ofrecerá una mayor seguridad que otra con calificación AA. Considerado desde la perspectiva de tipos de interés, los fondos de deuda pueden tener un perfil de riesgo distinto, dependiendo tanto de la duración media como de la rentabilidad generada por el fondo. Si, por ejemplo, el fondo A genera un 10% de rentabilidad con una duración media de 1 año y el fondo B genera un 11% con una duración media de 5 años, ¿cuál de los dos es mejor fondo?
En realidad, los dos fondos tienen diferente perfil de riesgo. En un escenario de subida de tipos, el fondo B supondrá un riego mayor que el fondo A. En un escenario de bajada de tipos de interés, el fondo B tienen mejores posibilidades de generar un mayor retorno. Por lo tanto, el retorno obtenido por un fondo debe evaluarse respecto al riesgo de crédito y/o el riesgo de mercado asumido y la capacidad de cada inversor de aceptar ese nivel de riesgo, dentro del horizonte de inversión definido.
Respecto al perfil de riesgo de un fondo, es también importante considerarlo desde el punto de vista de la liquidez. Si puede invertir en activos que no son fáciles de comprar o vender, ¿cómo va a poder hacer frente a posibles reembolsos de participaciones por parte del inversor individual? Conviene por tanto invertir en fondos que incluyan en su cartera valores que se negocien con regularidad en mercados organizados.
Un último aspecto por considerar es la consistencia de las rentabilidades obtenidas a largo plazo. Más que en obtener retornos elevados, debería ponerse el foco en la rentabilidad obtenida de acuerdo con el riesgo asumido. El fondo ideal debe ofrecer el máximo retorno con el menor nivel de riesgo, en un largo periodo de tiempo.
Previsiblemente los mercados continuarán siendo volátiles durante algún tiempo, pero si seguimos la recomendación de comprar barato, esta puede ser una gran oportunidad, siempre y cuando el foco se ponga en el largo plazo. Puesto que no sabemos cuanto va a durar la pandemia, conviene escalonar las inversiones en el tiempo para contar con margen de liquidez para posibles próximas bajadas del mercado. Y siempre a largo plazo, no invierta dinero que vaya a poder necesitar a corto plazo.