Tanto los gobiernos como los consumidores han tomado conciencia de la necesidad de descarbonizar la economía. Cuatro países – Francia, Reino Unido, Noruega y Suecia – van camino de ser neutrales en emisiones de carbono; otros quince han iniciado un debate en profundidad sobre el tema. La Unión Europea ha decidido prohibir el uso de varios productos de plástico de un solo uno uso en 2021 y reducir a la mitad las emisiones de CO2 generadas por el transporte de mercancías para 2050.
Para los consumidores, las huelgas de estudiantes y las protestas por el cambio climático, junto con la disminución del consumo de carne, muestran un cambio de mentalidad que no se puede ignorar. El cambio que se está produciendo en la economía global requiere una gran cantidad de inversión, que beneficiará a las empresas que están trabajando para hacer frente a los retos medioambientales y sociales. Aprovechar el excepcional potencial de crecimiento de estas empresas en las próximas décadas es exactamente el objetivo de la inversión de impacto: seleccionar activos que tengan un impacto positivo y medible en la sociedad, a la vez que ofrecen a los inversores una perspectiva atractiva.
Pero, ¿cómo se pueden identificar estos activos con tanto potencial y evaluar su impacto? Las metodologías de selección actuales se basan en el plan proporcionado por los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de las Naciones Unidas. El objetivo es evaluar, por ejemplo, la parte de la inversión en I+D destinada a soluciones que generen un impacto positivo, o la parte de los ingresos que proviene exclusivamente de estas soluciones. También está la cuestión de determinar si una empresa está o no posicionada para convertirse en líder en su campo.
En la categoría de “ecosistemas sanos”, Aquafil, una empresa italiana que cotiza en bolsa y que opera a nivel internacional, es un ejemplo de una empresa con un potencial atractivo tanto por sus sólidos fundamentales financieros como por su importante impacto positivo. Aquafil produce fibras sintéticas (nylon) para fabricantes de alfombras y para el sector textil. Se ha convertido en un líder de la industria en el desarrollo de tecnologías que contribuyen a una economía circular. Su proceso patentado “Econyl” recupera los desechos de nylon, como las redes de pesca de los océanos, así como los restos de tela y alfombra, y con ello los convierte en hilo de nylon de alta calidad. Este proceso único ya ha conquistado a varias de las principales marcas de moda, como Adidas, H&M, Stella McCartney y Prada. Por cada millón de dólares invertidos en la empresa, se recuperan 1,3 toneladas de redes de pesca y se regeneran 1,02 toneladas de residuos de alfombras al año.
Nombres de impacto positivo como Aquafil están ayudando a sentar las bases de un crecimiento sostenible y una economía circular, lo opuesto a una cultura de “tomar, hacer, malgastar” que consume recursos naturales. En una economía circular, los productos y materiales usados son reciclados y regenerados al final de su ciclo de vida. Sin embargo, el camino para difundir estas prácticas es uno largo. Hoy en día, solo el 9,1% de la economía mundial es verdaderamente circular. Aquí es donde la inversión de impacto tiene un papel importante que desempeñar, tanto para salvaguardar el planeta como para mantener la rentabilidad de la inversión.