Existen cada vez más pruebas de que los factores ESG influyen en la calidad crediticia y las rentabilidades de la renta fija, lo que ejerce una necesaria presión sobre los inversores. Pese al crecimiento exponencial que vive el mercado de los bonos verdes, que en la primera mitad de 2019 ha aumentado un 48% con respecto a 20181, a día de hoy sigue siendo solo un pequeño porcentaje de los mercados mundiales.
La tendencia que empezó con los bonos verdes se ha extendido a los bonos sociales, a los bonos sostenibles (que abarcan tanto factores medioambientales como sociales) e, incluso, a los bonos azules (centrados en la protección de costas y océanos). Este fuerte aumento de la concienciación sobre el cambio climático a nivel mundial implica que los bonos verdes probablemente continuarán atrayendo el mayor porcentaje de capital dentro del segmento de bonos ESG.
Sin embargo, los inversores que desean reducir su exposición a los riesgos vinculados al cambio climático deben tener cuidado con el ‘greenwashing’ o ‘ecoblanqueamiento’, por lo que deben evaluar cuidadosamente si las credenciales de un bono verde son solventes. Los inversores en renta fija necesitan estandarización para poder comparar un bono con otro y los emisores deben cumplir con los estándares del mercado en términos de transparencia, divulgación de información e informes de impacto.
Para poder valorar adecuadamente las oportunidades de inversión, es importante analizar el mercado de los bonos verdes de forma integral. Realizar un riguroso análisis bottom-up es tan importante en el caso de los bonos verdes como en el de cualquier otro bono, ya que suele ser uno de los principales factores de rentabilidad de la inversión.
Los bonos verdes no están exentos de riesgos y ya se han dado casos de impago entre algunos de estos instrumentos. La gestión activa permite que los inversores puedan analizar cuidadosamente los bonos que se identifiquen como verdes. Esta evaluación en detalle puede llevar a algunos inversores a decantarse por bonos que, aunque no cuenten con la etiqueta de verdes, procedan de emisores responsables y produzcan resultados más positivos para el medioambiente.
Ahora mismo, gran parte de los bonos verdes han sido emitidos por bancos, gobiernos, entidades supranacionales y empresas de suministros públicos, lo que puede suponer un problema para los inversores que deseen diversificar el riesgo. Algo similar ocurre en el mercado de los bonos sociales, donde la mayoría de los emisores están vinculados a gobiernos.
Dicho esto, la Asociación Internacional de Mercados de Capitales publicó recientemente un documento en el que conecta los diferentes tipos de bonos verdes y sociales con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de Naciones Unidas, lo que sugiere que la emisión de estos bonos podría verse impulsada a largo plazo. Teniendo en cuenta el fuerte respaldo que reciben las actividades alineadas con los ODS, podemos esperar un aumento de la oferta.
Estas oportunidades serán bien recibidas por los inversores que se enfrentan actualmente a un entorno de mercado de desaceleración económica mundial, baja inflación y una menor liquidez en dólares».