Una de las consecuencias no deseadas de este prolongado periodo de deuda barata y dinero fácil ha sido el aumento de la desigualdad entre ricos y pobres, al beneficiar de forma desproporcionada a los primeros, alimentando el creciente descontento de los ciudadanos.
Esta desigualdad explica el auge del populismo en gran parte del mundo y está detrás del brusco cambio de rumbo de muchos políticos, presionados por la desafección de los votantes.
Ahora que las políticas monetarias mundiales empiezan a endurecerse y que los bancos centrales se van retirando poco a poco de los mercados de bonos, en Newton, parte de BNY Mellon, observamos que gobiernos y bancos centrales están reorientando sus políticas de la expansión monetaria a la expansión fiscal: imprimir más dinero y prometerle más dinero a la gente, lo que en muchos casos está incrementando los déficits presupuestarios. La deuda gubernamental de las economías más grandes del mundo ha crecido de forma constante en los últimos doce años y está previsto que siga haciéndolo, dada la perspectiva de que muchos países apliquen nuevas medidas de flexibilización fiscal.
Tres fases de la respuesta política
Fase 1: Expansión cuantitativa: La primera fase implica la imposición de unos tipos de interés ultrabajos a través del mecanismo de la expansión cuantitativa que caracterizó gran parte de la pasada década.
Fase 2: Estímulos fiscales: En la segunda fase se aplican estímulos (o concesiones) fiscales y, en general, la austeridad da paso al aumento del gasto público y las bajadas de impuestos.
En Newton observamos esta tendencia a derecha e izquierda del espectro político. Por ejemplo, algunos demócratas estadounidenses, sobre todo los seguidores del socialismo democrático que defiende Bernie Sanders, han propuesto subirle los impuestos a las rentas más altas con el objetivo de recaudar hasta 250.000 millones de dólares para financiar el gasto público en áreas como sanidad y vivienda.
Fase 3: Teoría monetaria moderna: La tercera fase es la teoría monetaria moderna (TMM). El interés por esta teoría, que contempla subidas de impuestos para los ricos pero va más allá, ha repuntado con fuerza últimamente.
Los defensores de la TMM argumentan que los gobiernos que controlan su propia divisa deberían endeudarse en la medida en que sea necesario para cumplir con los objetivos políticos fijados (por ejemplo, la redistribución de las rentas, una renta básica universal, pleno empleo o un sistema nacional de salud) puesto que, mientras la inflación esté controlada, repagar el mayor nivel de deuda no será problemático.
El populismo avanza en Europa
En Europa continental, el continuo avance del populismo (y de potenciales políticas monetarias que podrían considerarse populistas) también tiene implicaciones para los inversores en bonos. La tendencia de los partidos populistas (o de los miembros más populistas de los partidos) a prometer políticas fiscales expansivas podría acabar traduciéndose en mayores déficits presupuestarios.
Además, la incapacidad de los partidos para ampliar el gasto público todo lo que desearía el electorado podría acabar fomentando la creación de más partidos populistas tanto de extrema izquierda como de extrema derecha.
Creemos que la desafección política continuará siendo una tendencia mundial y que, en muchos países, el persistente aumento del número de partidos tendrá un efecto dilutivo sobre el voto. Esta dilución se traduce en gobiernos de coalición con escasa capacidad para acometer reformas significativas –tanto en términos de política monetaria como de política general– lo que dificulta que los inversores en bonos puedan discernir pautas de comportamiento político consistentes o predecibles.