Cincuenta años después de que el hombre pisara la Luna por primera vez, asistimos a una nueva y ambiciosa carrera espacial. Tras siglos especulando sobre si hay (o hubo) vida en Marte, ¿podríamos acabar viendo una colonia humana en el planeta rojo? Para Elon Musk esta posibilidad no es solo algo deseable sino que podría resultar crucial a largo plazo. De hecho, el fundador de Tesla y de SpaceX cree que esta hazaña podría ser la única esperanza para la humanidad en caso de que se desatase una tercera guerra mundial.
Aunque podríamos tachar de exagerados estos comentarios, lo cierto es que los avances tecnológicos y un renovado interés por los viajes espaciales le han dado un nuevo y ambicioso impulso a los programas espaciales de todo el mundo.
La carrera espacial original fue una batalla más de la guerra política e ideológica que libraban EE.UU. y la antigua Unión Soviética con el objetivo de demostrar su supremacía más allá de la órbita terrestre. Tan solo cincuenta años después, la –entonces rompedora– tecnología de los programas espaciales Sputnik y Apolo ha sido sustituida por naves y satélites infinitamente más potentes.
Según la NASA, cualquier móvil actual con 16 gigas de memoria tiene unas 240.000 veces más memoria que las sondas espaciales Voyager2 lanzadas a finales de los años setenta
Mientras que en aquella época las agencias estatales como la NASA o el programa espacial soviético competían por dominar el espacio, en la actualidad los impulsores de la carrera espacial son principalmente empresarios de éxito como Elon Musk, Jeff Bezos (el multimillonario fundador de Amazon) o el británico Richard Branson (fundador de Virgin), que han reavivado el sueño del turismo intergaláctico, las bases lunares y la colonización de otros planetas.
No obstante, parece que las iniciativas espaciales también empiezan a contar con respaldo gubernamental. En marzo, el gobierno de Trump hizo público su objetivo de volver a enviar a un estadounidense a la Luna en 2024 y el vicepresidente Mike Pence declaró que el país ha vuelto a la carrera espacial.
Otros países también miran hacia las estrellas. Además de Rusia, que siempre se ha mostrado interesada en la exploración espacial y el desarrollo de satélites, otros como Japón, China o la India están desarrollando sus propios programas espaciales.
En marzo, el primer ministro indio, Narendra Modi, se refirió a su país como un nueva «potencia espacial» después de que científicos indios lograsen derribar un satélite propio como parte de una prueba controlada. La organización israelí SpaceIL lanzó hace poco una ambiciosa misión lunar privada que, desafortunadamente, fracasó. Incluso el pequeño Gran Ducado de Luxemburgo cuenta ahora con su propia agencia espacial.
Carrera espacial
El desarrollo tecnológico ha vuelto a despertar el interés por los viajes espaciales. Ahora que se cumplen cincuenta años de la llegada del hombre a la Luna, una generación de empresarios e inversores están impulsando una nueva carrera espacial, contribuyendo al desarrollo de un sector por el que también están apostando fuerte algunos países de mercados en desarrollo como China o la India.
Aunque a muy largo plazo, los avances tecnológicos y la innovación, junto con la posibilidad de reutilizar los cohetes y el abaratamiento de la tecnología podrían fomentar el transporte espacial y estimular la inversión en áreas como el turismo espacial o, a más largo plazo, permitir la explotación de valiosas reservas minerales en asteroides o en otros planetas.
Cualquier oportunidad de inversión potencial relacionada con el espacio debe ser a muy largo plazo. No obstante, al igual que otras tecnologías –como, por ejemplo, las microondas– necesitaron cierto tiempo para convertirse en algo cotidiano, las tecnologías que se están desarrollando hoy en día para la exploración y los viajes espaciales podrían acabar teniendo aplicaciones más amplias en el futuro, mientras que el desarrollo actual probablemente reforzará la demanda de semiconductores y otros componentes esenciales.
Es importante desarrollar nuevos materiales ligeros capaces de resistir las altas temperaturas y las duras condiciones del espacio en un entorno en el que, cuanto más pesa la nave, más caro es el viaje. La NASA es una de las organizaciones centradas en desarrollar nanotubos y metales superligeros y superresistentes con el fin de aligerar las naves y reducir costes.
Más allá de las misiones espaciales, una aplicación más práctica podría recurrir a la tecnología que emplean los cohetes espaciales para acortar los vuelos intercontinentales. Elon Musk ha declarado que, en el futuro, este uso de tecnología espacial podría permitir el transporte de pasajeros a cualquier punto de la Tierra en menos de una hora, por el precio de un billete de avión convencional.
Invertir en empresas que desarrollan cohetes espaciales conlleva un alto grado de especulación pero, si nos fijamos en la cadena de suministro, cualquier reducción en el peso de las naves podría implicar un importante ahorro de combustible. En cuanto al desarrollo, las técnicas de impresión 3D parecen particularmente adecuadas para la fabricación de nuevas estructuras que usen menos materiales y pesen menos, manteniendo la solidez estructural. Todo esto podría generar oportunidades de inversión interesantes en estas y otras áreas relacionadas con elespacio en el futuro.
Soy más excéptico ante la idea de colonizar otros planetas, dadas las enormes distancias y las fuertes barreras naturales, aunque esta ambición es algo muy humano. En cualquier caso, y considerando que algunos análisis estiman que la industria espacial alcanzará un valor de 805.000 millones de dólares en 20307, estoy convencido de que en el futuro será más fácil y más barato viajar al espacio gracias a los continuos avances científicos.
Siempre habrá quien recurra al maltusianismo para argumentar que la población de la Tierra es demasiado numerosa, que somos demasiados en el planeta y que no habrá alimentos para todos
El ingenio, la curiosidad y la imaginación pueden fomentar la innovación, así que ¿quién sabe hasta dónde llegaremos? No es descabellado pensar que parte del talento y de la innovación empresarial que se están volcando en este área acabará dando como resultado grandes avances tecnológicos en el futuro.
Minas en la Luna: ¿ciencia ficción o realidad?
La idea de la minería intergaláctica lleva generaciones formando parte del imaginario básico de la ciencia ficción. Ahora, algunos analistas creen que podría convertirse en una fuente potencial de riqueza en el futuro próximo. Si bien nuestro conocimiento de otros planetas –incluso de los de nuestro sistema solar– es bastante limitado, se han encontrado materiales potencialmente lucrativos en la Luna. La superficie lunar contiene helio-3, un isotopo ligero del helio que podría utilizarse como fuente de energía para la fusión nuclear en el futuro.
Aunque algunos escépticos siguen creyendo que la extracción de minerales no es más que un sueño, la Agencia Espacial Europea (ESA) ha declarado que espera poder extraer agua y oxígeno de la Luna en la próxima década.
En el espacio existen numerosos yacimientos que podrían ser explotados. La Luna presenta concentraciones de elementos que son raros en la Tierra, como el titanio y el helio-3, que podría usarse para producir energía limpia a partir de reactores de fusión nuclear.
La propia Luna podría convertirse en una rica cantera cósmica. Teniendo en cuenta la contaminación que genera la minería en la Tierra y la preocupación por el impacto medioambiental de esta actividad, el espacio ofrece un potencial enorme. En el futuro, los recursos mineros de la Luna podrían reducir la necesidad de transportar pesados recursos hasta el espacio, disminuyendo el coste de los viajes.
Además de la Luna, hay otros satélites y algunos planetas en nuestro sistema solar que también podrían contener valiosos minerales y fuentes de energía. En abril, un grupo de científicos anunció que había identificado una posible fuente de gas metano en Marte.
De ser cierto, y dependiendo del tamaño de los yacimientos de gas, el Instituto Nacional de Astrofísica de Roma afirma que podría ser usado para la fabricación de sustancias químicas y de combustible para cohetes en el futuro.