Hace unos días llegaban nuevos rumores de la caída de la productividad de España en el primer trimestre del año. Un tremendo problema que está enquistado en nuestro país y que atrae miradas de recelo y desconfianza desde la Comisión Europea. La UE lleva tiempo recomendando a la Administración pública española que se instaure un consejo de técnicos que nos ayuden a mejorar en este aspecto, especialmente en lo que respecta a innovación y captación de inversiones. Aunque también se detecta un gran déficit en lo que respecta a planificación y disciplina horaria.
Los empresarios y directivos viven en una vorágine multitarea que les dispersa. Intentan abarcar demasiados procesos a la vez y pierden minutos preciosos saltando de uno a otro. Sin embargo, deberían entrenar su cerebro para saber priorizar y planificar, estructurando sus agendas con pocas acciones de pequeño calibre, como mucho una o dos a la vez, sencillas, realistas y muy dirigidas, encaminadas a lograr un objetivo concreto.
Se necesita un cambio de mentalidad en cada empresa, en cada empleado, en el que sume más puntos aquel que acabe su jornada laboral sin haber realizado horas extra, habiendo terminado su trabajo pautado de cada día. Evitemos cargarles una cruz injusta y pongámoslos como ejemplo, porque en su labor está la clave del éxito. Si queremos mejorar nuestros niveles y que Europa no nos siga señalando con el dedo, debemos desterrar del imaginario popular la idea generalizada de que el trabajador más productivo es el que echa más horas.
Precisamente, evitar este ‘maltrato’ a los recursos humanos, uno de los grandes valores añadidos de nuestras compañías, es otra buena manera de ganar en productividad. Tener empleados felices mejora los niveles de compromiso y vinculación, y deja a un lado sus ganas de salir huyendo. Algo que ocurre en muchas compañías y equipos de trabajo en los que son habituales las reuniones, llamadas y encargos fuera del horario laboral y las tareas urgentes que llegan en el último momento. Malos hábitos que ‘queman’ y que provocan la fuga de los mejores especialistas, que no buscan un mejor sueldo, sino ganar en calidad de vida.
Aunque no todo pasa por cuidar a los trabajadores. Como comentábamos antes, también es importante planificar las tareas diarias o semanales que debemos cumplimentar, encaminadas a lograr ese objetivo mayor en el que todos los miembros de una compañía estén implicados. Y saber diferenciar las acciones que son de alta y de baja rentabilidad. Hay que marcar unos hábitos específicos para que las primeras, las que generan mayores beneficios y potencian el crecimiento de cada entidad, tengan un espacio primordial en el día a día de la empresa.
En este cuadrante de actividades medidas no puede haber espacio para las interrupciones, que a veces son inevitables, pero que en otras ocasiones surgen de hábitos perjudiciales, como atender el teléfono en todo momento, abrir el correo electrónico cada vez que vemos saltar un mensaje en la pantalla, revisar nuestras redes sociales de forma asidua, organizar reuniones sin previo aviso, o cualquier otra actividad que desbarate nuestra concentración y, con ello, toda nuestra planificación.
Según diversos estudios centrados en diversos aspectos de neurología y neurobiología, a nuestro cerebro le lleva veinte minutos reconectar con la tarea que estaba realizando cada vez que nos desconcentramos. Por eso es preferible cuadrar en nuestra agenda también una serie de espacios de tiempo para realizar acciones como las que antes comentábamos: dejarnos una hora concreta al día para atender emails y mensajería instantánea; apagar el teléfono móvil y evitar que nos entren llamadas en determinados momentos; informar a los miembros de nuestro equipo que no vamos a estar disponibles en horarios específicos, etc.
Éstos son hábitos difíciles de adquirir de la noche a la mañana, especialmente si nos referimos a la compleja estructura de una empresa, pero son eficaces para mejorar en rendimiento y productividad. Siempre y cuando, eso sí, se observen los resultados y se corrijan las ‘desviaciones’ que se produzcan semana tras semana, hasta dar con la fórmula óptima del éxito.