Los indicadores económicos estadounidenses han sido bastante volátiles y erráticos últimamente, pero en general apuntan a una desaceleración de la tasa de crecimiento. Esto podría deberse a la disipación del estímulo fiscal junto con el impacto del cierre parcial de la Administración. No obstante, de manera más general, el equilibrio de riesgos para las previsiones de crecimiento estadounidense se ha inclinado a la baja, especialmente en el contexto actual de desaceleración económica mundial. Esto explica la rápida inflexión del tono de la Fed hacia una postura claramente moderada.
En la zona euro, la persistente reducción de la actividad y los índices de confianza también están obligando al BCE a adoptar una postura aún más relajada, especialmente puesto que la inflación subyacente se mantiene obstinadamente en torno al 1%, pese a las alzas salariales. Alemania evitó por poco una recesión técnica en el cuarto trimestre, pero no logró crecer por segundo trimestre consecutivo, e Italia ha registrado efectivamente su tercera recesión en diez años.
Los fundamentales de la demanda interna siguen indicando que el crecimiento debería repuntar y siguen siendo positivos para la unión monetaria en conjunto. No obstante, el margen de seguridad entre una estabilización y una plena recesión en Europa es ahora muy limitado. Un escenario de Brexit sin acuerdo podría ser la gota que colma el vaso, pero los acontecimientos recientes indican que el Parlamento británico, por muy dividido que esté, está resuelto a evitarlo.
A la expectativa de la subida del tipo del IVA que se realizará este año, la economía japonesa está viéndose afectada por la desaceleración del crecimiento mundial y la incertidumbre sobre las perspectivas comerciales de China. Esto ha llevado al BoJ, tras la Fed y el BCE, a reconsiderar sus opciones y recordar explícitamente a los inversores que está dispuesto a intervenir si hace falta.
La estabilización de los datos macroeconómicos de China se esperaba desde hace tiempo y es crucial para que el crecimiento mundial se recupere. En este sentido, han aparecido algunos signos incipientes alentadores desde principios de año, con un aumento de las exportaciones, un repunte del crédito interno y un rebote de los índices de actividad.
Además de las perspectivas de que se alcance un acuerdo en las negociaciones comerciales entre EE. UU. y China, estos datos confirman la hipótesis de que la relajación de las políticas fiscal y monetaria está finalmente consiguiendo que la ralentización del crecimiento del PIB toque fondo. Esto supondría un alivio para toda la región del sudeste asiático, que se ha visto claramente afectada por la ralentización de China y la incertidumbre sobre el comercio.
Los dos gigantes latinoamericanos, Brasil y México, están experimentando una dinámica de crecimiento alentadora, impulsada por el optimismo sobre el impacto de las políticas previstas de sus nuevos presidentes. No obstante, los dos difieren bastante en su orientación y enfoque. La elección de Bolsonaro en Brasil ha suscitado esperanzas de unas reformas estructurales ansiadas desde hace tiempo, que respaldan la inversión empresarial, mientras que la elección de AMLO en México movilizó a los hogares por sus promesas de aumento del salario mínimo.
La caída del precio del petróleo observada en el cuarto trimestre de 2018 está lastrando actualmente los indicadores económicos de Rusia, pero dada el alza de la inflación a un máximo de dos años, el banco central mantiene su postura restrictiva.