Si lo definimos como una caída del 20% desde máximos, en los mercados emergentes ha aparecido un mercado bajista (en dólares), pero Europa no ha llegado todavía ahí y en el resto de regiones la corrección ha sido relativamente moderada hasta ahora.
En febrero, las incertidumbres en torno a la inflación estadounidense desencadenaron una oleada de ventas en la que el índice S&P 500 perdió un 10%. Después de caer durante cinco sesiones consecutivas, EE.UU. se encuentra tan solo a un 5% de sus máximos recientes, aunque la magnitud de la caída de algunos valores ha asustado a algunos inversores, por lo que merece la pena detenerse en ello.
Hemos experimentado varios retrocesos durante los últimos diez años desde la crisis financiera. Todos fueron justificables en alguna medida y dejaron a los inversores nerviosos, pero los mercados, por su naturaleza, se estabilizan en una situación en la que las fuerzas positivas y negativas vuelven a estar equilibradas, y eso generalmente ocurre bastante rápido.
Sin embargo, este movimiento a la baja es algo diferente del ocurrido en febrero, que fue realmente un extraño tipo de espiral de limitación de pérdidas que golpeó principalmente a los ETF especializados. Los descensos de octubre están achacándose al fuerte repunte de los bonos estadounidenses, pero las causas últimas van un poco más allá. Es un problema que ha girado en torno a EE.UU. (a pesar de que, como suele ocurrir en momentos como estos, otros mercados han sufrido la presión de forma más intensa).
Pensemos en lo que ha sucedido con los tipos de interés de EE.UU. este año… el tipo de referencia de la Reserva Federal ha pasado del 1,50% al 2,25% y los rendimientos de los bonos a 10 años han subido en una proporción similar, del 2,40% al 3,15%. La corrección actual es fundamentalmente un movimiento reflejo de ajuste de las bolsas a unos tipos más altos y unas condiciones monetarias ostensiblemente más restrictivas en EE.UU.
Entretanto, la economía estadounidense da muestras de una tremenda fortaleza, ya que creció a una tasa anualizada del 4,2% en el segundo trimestre. Del mismo modo, los beneficios empresariales de EE.UU. han batido hasta las previsiones más optimistas del año pasado y se prevé que este empuje se note también en el tercer trimestre; así, los estrategas esperan que el beneficio por acción anunciado del tercer trimestre en EE.UU. crezca en torno a un 25% con respecto al mismo periodo del año pasado. Eso es un salto considerable y contrasta con la subida mucho más modesta del 9% del índice S&P 500 durante los últimos doce meses. Así pues, en relación con los beneficios empresariales actuales, la bolsa estadounidense (y el resto de mercados por ese mismo motivo) está considerablemente más barata hoy que hace un año.
Con todo, existen algunas razones de peso para mirar con inquietud los beneficios empresariales. Se han producido algunas revisiones a la baja de los beneficios previstos muy elocuentes durante las últimas semanas que han puesto de relieve los crecientes retos a los que se enfrentan las empresas. Pongamos el ejemplo de las declaraciones realizadas recientemente por PPG, que fabrica pinturas y revestimientos industriales. La empresa mencionó problemas con la demanda en China y los fabricantes de automóviles, aumentos de los precios a la producción, aumento de los costes logísticos y, en general, la reticencia de los clientes a pagar precios más altos para compensar estas presiones en los costes. La próxima temporada de resultados aportará más detalles a este cuadro y pondrá de relieve aquellas áreas donde, al menos de momento, los márgenes de beneficios han tocado techo.
Sin embargo, el mensaje general es que no deberíamos obviar en absoluto la debilidad actual de la demanda en China y la inflación de los costes. Desafortunadamente, todo ello está vinculado a las políticas de las autoridades (y al impacto de los aranceles sobre el comercio y los precios de las importaciones), y eso es algo molestamente impredecible.
¿Qué estamos haciendo en las carteras? Gran parte del trabajo necesario ya se ha hecho, ya que a comienzos de año fuimos posición por posición evaluando la vulnerabilidad de cada empresa a las presiones inflacionistas, las tensiones comerciales y los factores económicos cíclicos. Por ejemplo, ya habíamos reducido considerablemente la exposición a semiconductores, que han reaccionado con excesiva fuerza ante lo que en estos momentos parece un ciclo de inventarios bastante convencional. En fechas más recientes, hemos reducido el tamaño de algunas de las posiciones con mejor comportamiento y, entre ellas, varios valores clásicos “de crecimiento”, pero en general los ajustes han sido muy moderados.
Nuestra hipótesis de trabajo sigue siendo que la economía mundial marcha bastante bien y que los mercados presentan unas valoraciones relativamente atractivas, con unas perspectivas de beneficios favorables, Sin embargo, es importante mantenerse alerta y estar muy atentos a los riesgos aparentes, centrándonos más en la selección de valores y menos en las previsiones macroeconómicas.
Jeremy Podger, gestor de fondos de renta variable mundial de Fidelity