Desde que el primer ETF (Exchange Traded Fund) se registrara en la Bolsa de Toronto en 1990, los fondos cotizados han alcanzado una gran popularidad. Era difícil imaginar el futuro de este vehículo de inversión cuando en 1993 la American Stock Exchange lanzó su fondo S&P 500 Depository Receipt, conocido como ‘spider’ en el mercado por su símbolo de cotización SPDR. El ‘spider’ se considera ahora como el primer lanzamiento con éxito de un ETF. Veinticinco años más tarde, el mercado global de ETFs suma un volumen de 4.000 billones de dólares (aproximadamente 3.432 millones de euros). Y continúa creciendo.
Como un fondo de inversión, un fondo cotizado es un vehículo de inversión colectiva que ofrece una exposición diversificada a un sector específico del mercado. Puede invertir en acciones, bonos, materias primas, divisas o una mezcla de activo. Los inversores compran participaciones, que representan una parte proporcional de los activos en la cartera del fondo.
Es, por tanto, igual que un fondo de inversión en muchos aspectos, menos en uno: que cotiza en una Bolsa de Valores. Como fondo cotizado, se pueden adquirir participaciones de un ETF directamente a través de una Sociedad de Valores, del mismo modo que compraría acciones de Telefónica, Repsol, Técnicas Reunidas o Barón de Ley.
También al igual que en el caso de las acciones, se puede operar en el momento que se desee durante las horas de cotización del mercado, mientras que las ordenes de compra o venta de un fondo tradicional se procesan una vez al día.
El funcionamiento de este mercado permite comprar participaciones de un ETF por la mañana y venderlas por la tarde
Permite asimismo conocer su valoración en cualquier momento de la sesión del mercado, permitiendo un seguimiento de su evolución, que puede esperarse sea la misma que la del índice de referencia menos las comisiones, mientras que, en el caso de un fondo de inversión, la valoración se hace diariamente y se publica con hasta dos días de decalaje.
Con un ETF pueden asimismo aplicarse todo tipo de estrategias similares a las de las acciones, que no podrían nunca emplearse con fondos de inversión: ventas en corto, órdenes con stop-loss o limitadas, e incluso préstamo de valores. Al seguir un estilo de inversión pasiva, sus costes por comisiones son menores, y al estar cotizados su fiscalidad es similar a la de una acción.
De acuerdo con la normativa fiscal actual, la ganancia o pérdida patrimonial obtenida al invertir en un ETF se integra en la renta del ahorro. Los primeros 6.000 euros tributan al 20%, al 22% hasta 50.000 euros y al 24% para los importes superiores a los 50.0000 euros. Las ganancias patrimoniales no están sometidas a retención, pero en el traspaso entre ETFs cotizados en la Bolsa española, no se aplica la exención fiscal por traspasos que se emplea entre fondos de inversión. Si es efectiva, sin embargo, cuando se trata de ETFs cotizados en Bolsas extranjeras.
Como sucede con los fondos de inversión, los ETF son una gran herramienta de diversificación, pero a un coste menor. Se puede invertir en cestas de acciones, bonos y otro tipo de valores con una sola operación, ganando exposición a diferentes mercados y sectores. Los ETF eliminan el riesgo de concentración que supone invertir en una sola acción o sector.
Podríamos decir, por tanto, que un ETF es una herramienta que permite a los inversores acceder a diferentes áreas de mercado a un coste bajo, desde la comodidad relativa de una cuenta en una sociedad de valores
Los ETF se consideran también más transparentes, ya que una inversión pasiva que refleja la evolución de un índice ofrece más claridad sobre los valores incluidos en su cartera. Un fondo de inversión tradicional, sin embargo, suele publicar solamente los valores principales en su cartera con una periodicidad trimestral.
Pero no todo son ventajas. Como en cualquier otro tipo de inversión, la inversión en ETFs tiene sus riesgos. El más importante es el riesgo de mercado. Puesto que bajo los ETF subyace un índice de mercado, si el mercado cae, ni la diversificación, ni la transparencia, ni los bajos costes por comisión servirán de protección.
Puesto que existen multitud de ETFs, algunos llegan a tener una gran aceptación mientras que otros no consiguen despegar y se procede a su cierre. El cierre de un ETF no es una tragedia. El fondo se liquida y se paga a los accionistas, pero puede haber costes que se apliquen al inversor, por lo que resultaría conveniente vender tan pronto como se conozca la noticia de su cierre.
Otro de los riesgos que puede tener la inversión en ETFs es un crecimiento excesivamente rápido de su volumen de patrimonio. Se generan muchos tipos de ETF cada año sobre nuevos tipos de activo que pueden estar posicionados en los márgenes del mercado y atraen fuertes volúmenes de inversión. Si parte de esta inversión se retira también bruscamente, la valoración de las participaciones podría sufrir.
El coste de la operativa puede ser también un factor de riesgo. Al contrario que sucede con un fondo de inversión, no puede comprarse un ETF sin coste. Además, como sucede con las acciones, un ETF cotiza con un diferencial o spread que puede hacer variar bastante su precio a lo largo del tiempo.
Otro factor a tener en cuenta es la liquidez, ya que puede no contar con suficiente profundidad de mercado, con lo que, por ejemplo, las primeras 100 acciones pueden tener un coste reducido, que podría multiplicarse en el caso de querer negociar un volumen mayor, como pueden ser 10.000 acciones. Por ello, es importante entender bien el mercado de ETFs antes de entrar en él y siempre utilizar órdenes limitadas.
Paula Mercado es directora de análisis de VDOS Stochastics y quefondos.com