Junio de 2017 puede suponer un hito apropiado para el décimo aniversario de la quiebra de Northern Rock. Cuatro bancos que empezaron el año en una precaria situación han puesto fin a sus respectivas crisis: España, Italia y el Reino Unido han «resuelto» de forma muy distinta la situación de Banco Popular, los bancos del Véneto y The Co-op Bank, que lograron sobrevivir por poco tiempo a la crisis de 2008. Un análisis más profundo de cómo se han gestionado estas operaciones arroja luz sobre las cuestiones a las que se enfrentan los reguladores bancarios, las entidades y los gobiernos nacionales.
Ninguno de estos bancos era sistémico en el sentido de Lehman o de RBS, lo que no quiere decir que no fueran importantes para sus respectivos grupos de interés
Lo más interesante, sin embargo, es cómo se han gestionado las distintas quiebras bancarias y sus repercusiones. Europa lidió rápidamente con Banco Popular a través de la Junta Única de Resolución (JUR) de la UE. Este parecía ser también el destino de los bancos del Véneto pero, tras debatirlo en Bruselas, un resquicio legal permitió que la JUR declarase a estos bancos «no sistémicos» de forma que Italia pasase a encargarse de ellos. El gobierno italiano reaccionó rápidamente y movilizó la ingente cantidad de 19.000 millones de dólares para rescatar a Banca Popolare di Vicenza y a Veneto Banca, considerados de importancia sistémica para la adinerada región del norte de Italia. La operación refleja la lentitud a la que avanza la reforma bancaria en el país transalpino, que aún se ve obligado a inyectar elevadas cantidades de capital en las entidades con problemas.
En general, la regulación bancaria se ha demostrado rápida y eficaz, ya que ahora cuenta con herramientas que no tenía en 2008
Estas reestructuraciones demuestran que el regulador sigue muy de cerca los movimientos de los bancos comunitarios en el marco de la directiva sobre reestructuración y resolución bancarias (DRRB) aprobada por la UE en junio de 2014. La DRRB, que surgió como respuesta a la crisis de 2008 y a la posterior crisis del euro de 2011, se diseñó para limitar la responsabilidad de las naciones-estado en caso de rescates públicos y evitar contagios sistémicos.
Los rescates por parte de los gobiernos nacionales resultan arbitrarios porque se producen inevitablemente en un contexto de crisis. Los tenedores de deuda se veían beneficiados o perjudicados de forma bastante aleatoria según el tipo de rescate y la generosidad del gobierno de turno. Al crear la JUR, la UE se proponía garantizar un tratamiento equitativo para todos los tenedores de deuda bancaria al determinar claramente qué le correspondía a cada uno conforme al orden de subordinación establecido. Así, los inversores podrían evaluar los riesgos y tomar sus propias decisiones sin depender de los gobiernos nacionales.
Por supuesto, las cosas nunca son tan sencillas. Tomemos, por ejemplo, el caso de un banco que necesitaba más capital: Banco Popular. Después de numerosas ampliaciones de capital, este año los accionistas prefirieron la quiebra a tener que seguir poniendo dinero. Al hacerlo, los bonos subordinados de primer y segundo nivel (Tier 1 y Tier 2, respectivamente) también pasaron a valer cero. Los tenedores de deuda sénior sobrevivieron a la quita mientras que los que invirtieron en bonos subordinados fueron arrollados por la rápida, eficaz y brutal apisonadora de la JUR.
¿Y en el caso de los bancos italianos? Casi igual, excepto para los inversores minoristas que compraron deuda subordinada de las entidades rescatadas, ya que la política nacional obliga al gobierno a proteger a los inversores minoristas. En Italia es bastante común pasar por tu banco local y comprar un bono que ofrece una rentabilidad superior a un depósito garantizado comunitario estándar, por lo que la adquiriente Intesa Sanpaolo está amortizando los bonos de Vicenza y Veneto (con dinero del gobierno italiano) para que los inversores minoristas de todo el país no se pongan nerviosos. No es exactamente como la JUR había definido el riesgo dentro de la estructura de capital, donde la subordinación, y no el tipo de inversor, debía ser el factor determinante a la hora de absorber las pérdidas.
A los bonistas de The Co-op Bank no les ha ido tan bien o, mejor dicho, los inversores minoristas en bonos subordinados de la entidad no son ni influyentes ni sistémicos y sus pérdidas no suponen ningún riesgo de contagio. Tras haber sufrido una importante quita en 2013, ahora se ven forzados a aceptar que sus bonos pierdan un 55% de su valor. Los impopulares hedge funds, que ahora poseen el 80% del balance del Co-op, podrían hacerse con el 99% del banco.
¿Conclusión? En primer lugar, el Mecanismo Único de Resolución (MUR) no ha empezado mal, aunque los resultados hayan sido más pragmáticos que sistemáticos. En realidad, la eficacia del nuevo sistema no se demostrará hasta que se ponga a prueba una institución financiera de importancia sistémica mundial. El riesgo moral de los rescates bancarios centró el debate en 2007 y 2008. Teniendo en cuenta que no sería recomendable que se volviera a repetir ese periodo, será mejor ir ganando confianza progresivamente en la JUR. De momento, vamos bien. En segundo lugar, los cuatro bancos que quebraron en junio arrastraban problemas desde hacía más de cinco años, por lo que estas resoluciones deben interpretarse como parte de un proceso de saneamiento.
Aunque el aniversario de la quiebra de Northern Rock sea pura coincidencia, resulta oportuno como recordatorio de lo larga que puede llegar a ser la reparación del sistema bancario
El tiempo lo acaba curando todo. Aunque aún no estamos fuera de peligro en lo que respecta a los préstamos morosos en Europa o a los bancos regionales en Italia, la banca europea está en una situación definitivamente mejor que hace diez años.
Adrian Hull, especialista sénior en inversiones en renta fija en Kames Capital