La pugna entre las buenas noticias económicas y la creciente incertidumbre política continúa, por lo que los mercados han de estar muy atentos a la contraposición entre ambas fuerzas a fin de ponderar la evolución de los factores que pueden hacer que la coyuntura mejore o empeore. Además, el propio comportamiento del mercado podría fácilmente tener repercusiones prácticas en la realidad económica o política, lo que complica aún más las cosas a los inversores que están planteándose cómo posicionar las carteras que gestionan.
Estos inversores particulares forman parte de la multitud que compone el conjunto del mercado, lo que hace que su propio modo de pensar y actuar se integre en el ecosistema económico en constante adaptación que intentan analizar. Siendo así, los inversores no sólo se esfuerzan por comprender los fundamentos económicos y la política, sino también por evaluar el comportamiento de los otros inversores, la forma en la que la confianza inversora influye en su posicionamiento y flujos, y cómo ésta puede sesgar, o incluso anular, el contexto fundamental en lo que respecta a la evolución futura del precio de los activos financieros.
Cuando economía y política empujan en direcciones contrapuestas cobra aún más importancia entender los factores conductuales que en último término determinan la dirección del mercado
Aunque hacerse una imagen psicológica del mercado no es fácil, si se hace bien proporciona un elemento clave del rompecabezas que explica la razón por la que los mercados reales a menudo se desvían del modelo de formación de precios «eficiente». Por ejemplo, la conducta gregaria y el contagio de rumores pueden ayudar a explicar por qué el sentimiento del mercado puede hacer que los precios efectivos difieran de aquellos que representarían una valoración ajustada de la realidad económica subyacente, así como los riesgos que ello entraña. Además, aun cuando se identifique correctamente el sentir del mercado, podría no estar claro qué curso de acción debería seguirse.
Una vez identificado, tal comportamiento debe diagnosticarse, investigarse e interpretarse en términos de cuál será su impacto más probable en el mercado. El perfil de comportamiento del mercado que componemos constituye, por lo tanto, una opinión bien fundada: capta factores de confianza y manifestaciones de conducta gregaria, y establece el posicionamiento de los inversores y la dinámica de flujos.
A veces la mejora del sentimiento o la dinámica del flujo de inversores pueden cumplir una importante función indicativa para las decisiones de inversión. La mayor rentabilidad de clases de activos beneficiarias de flujos previos puede inducir a los gestores de fondos a asignar recursos adicionales a esas mismas clases de activos. Por lo tanto, puede ser rentable subirse al carro de un tema de inversión que todavía esté formándose, ya que algunos de estos temas pueden durar bastante tiempo.
El recorrido alcista del mercado de bonos, prolongado durante varias décadas, probablemente fuera uno de los temas más persistentes jamás vistos, si bien más recientemente también han perdurado temas tales como la “búsqueda de rendimiento” y “acciones de baja volatilidad”. Al mismo tiempo, el optimismo y el pesimismo, así como el posicionamiento inversor, pueden llegar a pecar de excesivos tras períodos de movimiento unidireccional del mercado. En consecuencia, en algún momento puede ser aconsejable posicionarse en sentido contrario.
Una manera tradicional y eficaz de aprovechar estas dinámicas consiste simplemente en fijarse en los propios precios o rentabilidades, a través de gráficos o de señales basadas en reglas aplicadas a las cotizaciones. De forma complementaria a éstas puede ser informativo analizar la evolución del sentimiento inversor, sin renunciar al rigor al distinguir momentos en que sumarse a la multitud o al identificar un exceso de confianza (o de pesimismo).
Más recientemente, la tecnología de macrodatos nos ha permitido empezar a raspar Internet y las redes sociales para captar el sentimiento día a día, lo que brinda detalles y dimensiones adicionales. Permite, por ejemplo, identificar el sentimiento general en múltiples factores como el optimismo, el miedo, la alegría, la tristeza, el estrés y el enfado, y establecer qué opiniones sobre riesgos políticos o sobre la incertidumbre se expresan a través de canales digitales. Esto nos permite crear una medida más rica, profunda y objetiva de la evolución del tipo de emociones que condicionan el estado de ánimo del mercado.
Curiosamente, el riesgo político ha disminuido ligeramente desde mediados de enero, según información recopilada tanto de plataformas de noticias en Internet como de medios de comunicación social
Resulta interesante cómo medidas de sentimiento diferentes, procedentes de distintas fuentes, pueden transmitir una información diferente. Las plataformas de noticias (noticias de agencia, diarios financieros, blogs, etc.) auguraron que la elección de Trump perjudicaría sustancialmente a los mercados, mientras que las redes sociales fueron bastante menos dramáticas al respecto. Las emociones han mejorado notablemente en los medios de comunicación social desde el verano pasado, mientras que las plataformas de noticias no acaban de definirse y continúan un tanto deprimidas en comparación con los últimos años Todos estos factores de comportamiento deben, en último término, combinarse de una manera consistente y fehaciente.
Esto significa determinar el valor informativo de los distintos factores y comprender qué aportan unos a otros. Sólo una vez hecho esto con sensatez cabe diseñar un perfil de comportamiento útil, uno que potencie claramente la toma de decisiones, en contraste con un análisis que tan solo tenga en cuenta la economía y la política. Aunque incorporar el aspecto conductual a la ecuación de inversión no implica obtener predicciones blindadas ni resultados garantizados, sí que ayuda a gestionar mejor la incertidumbre y a generar una mejor relación de intercambio entre riesgo y rentabilidad de la inversión en acciones a más largo plazo.