En apenas medio siglo hemos pasado de tener unas pocas prendas en nuestro armario que se arreglaban, heredaban y duraban años y años, a comprar prácticamente ropa de “usar y tirar” que, con suerte, solo guardamos un par de temporadas. Este cambio ha hecho que la industria de la moda se haya convertido en una de las más contaminantes del mundo. De hecho, según el Banco Mundial, el 20% de la contaminación del agua es causada por el procesamiento textil, lo que la convierte en el segundo mayor contaminante de recursos de agua dulce en el planeta. Asimismo, un cuarto de los recursos químicos producidos en el mundo se usa en los textiles.
Según un informe de Greenpeace, “Puntadas tóxicas”, cada año se producen alrededor de 80.000 millones de prendas en el mundo, el equivalente a un poco más de 11 prendas por habitante cada año. “La ‘desechabilidad’ es algo clave en este volumen de negocio tan grande. La poca calidad de muchos productos sumada a los bajos precios motiva la necesidad de cambiar de ropa habitualmente y gran parte de esta ropa desechada llega a los vertederos o se incinera”, explican en el informe.
La globalización de la moda, la globalización de la contaminación
La industria necesita claramente una nueva dirección, ya que su impacto cada vez será más fuerte. De hecho, según expresa la Fundación Changing Markets, en su campaña de lucha contra los procesos contaminantes, se calcula que para 2030 la producción se disparará en un 60% y tendremos moda más rápida, masiva y caduca. Según resume un informe de la ONU, “El coste ambiental de estar a la moda”, se requieren 7.500 litros de agua para producir unos vaqueros; el sector del vestido usa 93.000 millones de metros cúbicos de agua cada año, una cantidad suficiente para que sobrevivan 5 millones de personas; la producción de ropa y calzado produce el 8% de los gases de efecto invernadero y cada segundo se entierra o quema una cantidad de textiles equivalente a un camión de basura. Sin embargo, existen alternativas con procesos y materiales más respetuosos con el medio ambiente, lo que, acompañado de un consumo más responsable por parte de la población, podría ayudar a mitigar los efectos devastadores de la industria textil.
¿Cuáles son las fibras más respetuosas?
La ropa sostenible es aquella hecha con tejidos que provienen de fuentes respetuosas con el medio ambiente, ya sean porque provienen de materiales reciclados o han sido cultivados de manera sostenible. Sin embargo, el proceso para obtenerlos es muy largo e intervienen muchos factores. La sostenibilidad del proceso productivo, desde la materia prima hasta la utilización de agua y químicos, y sus vertidos; la seguridad del proceso para los trabajadores involucrados; la generación de micro plásticos en el lavado o la biodegradabilidad de las prendas una vez se tiran, son algunos de los factores que determinan la sostenibilidad de un producto.
Lo cierto es que la mayoría de las fibras son reciclables, pero el problema es que las fibras recicladas tienden a ser degradadas y suelen ser usadas para rellenos o fines con menos calidad. En muchas ocasiones los procesos hacen que pierdan calidad, debido a que la tecnología del reciclaje de las fibras se ha quedado estancada y no ha sufrido innovaciones desde hace casi 200 años.
Existen varios tipos de fibras y se pueden clasificar según su procedencia: naturales, sintéticas o semi sintéticas y recicladas. A su vez, las naturales se pueden clasificar en dos grupos: celulosa, provienen de las plantas como el algodón, bambú, cáñamo, lino, soja, el yute, el ramio, la abacá el maíz o el plátano, la piña o el coco o las animales, como la lana, la seda, angora o chachemir.
Las fibras con menos impacto medioambiental
Algodón reciclado u orgánico. El algodón es la fibra más usada del mundo y la más contaminante. Según explica Pierre Hupperts en su artículo “Moda y sostenibilidad”: “Casi el 25% de los insecticidas y herbicidas se utilizan en la producción de algodón y cada año mueren centenares de trabajadores como consecuencia del uso de químicos. Ingentes cantidades de agua dulce se utilizan para la irrigación de los campos de algodón, lo que genera escasez de agua para usos básicos y una baja dramática en las reservas”. Sin embargo, ya se están desarrollando alternativas más respetuosas, como el algodón BT que gracias a la biotecnología no necesitas pesticidas, el algodón orgánico, algodones sin teñir que respetan los colores naturales o el algodón reciclado ya que por cada tonelada que se recicla se pueden ahorrar hasta 765.000 litros de agua.
El cáñamo es una de las fibras más respetuosas, requiere poca agua, es resistente a plagas y es más duradera que el algodón. Además, la mayoría de sus partes pueden ser aprovechadas. Por su parte, la soja no es tan duradera como el cáñamo o el algodón, pero a menudo es comparada con el cachemir por su textura.
El bambú (responsable) requiere poca agua, crece rápido y es resistente a plagas por lo que necesita pocos pesticidas. Pero debido a su color natural, se usan químicos potentes para que adquiera un color blanco, aunque existen procesos alternativos que reducen significativamente su impacto medioambiental. Asimismo, existen muchas otras naturales como el lino, el tencel (pulpa de la madera) o incluso el tejido de leche, los cuales, también tienen un escaso impacto medioambiental.
Por otro lado, centrándonos en las de origen animal, encontramos la alpaca, una de las fibras animales más respetuosas ya que, según indican desde Sustain Your Style, con una sola alpaca se pueden producir de cuatro a cinco jerséis al año, mientras que las cabras cachemir necesitan hasta cuatro años para producir un jersey. Además, estas solo comen entre el 1-2% de su peso diariamente, mientras que las cabras el 10%.
La seda orgánica es una fibra proteica producida por gusanos de seda. Es biodegradable y también un recurso renovable. Sin embargo, según señalan desde Sustain Your Style, se suelen emplear sustancias químicas para producir seda convencional, por lo que siempre se recomienda el uso de seda orgánica. Además, para los defensores de los derechos de los animales, existen sedas como Peace Silk, Tussah o Ahimsa, las cuales permiten que la polilla abandone el capullo antes de que éste sea hervido para obtener la fibra.
Dentro de las fibras recicladas, encontramos el nailon y poliéster reciclado. Ambos materiales reciclados tienen los mismos beneficios, evitan que parte de la basura acabe en los vertederos y su producción necesita muchos menos recursos que los convencionales (agua, energía y combustible fósil). Además, aprovechan otros materiales como botellas de plástico, alfombras o redes de pescar. Sin embargo, hoy en día, reciclar nailon es más caro que producir nuevo material.
Las fibras que debemos evitar por el bien del planeta
Dentro de las fibras animales se recomienda evitar la lana, el algodón, la piel y el cachemir cuando no son producidos ni obtenidos de forma ecológica. En los tejidos obtenidos a partir de animales, el mayor problema es la deforestación que se causa por su sobrepastoreo o el uso de sustancias tóxicas. Por su parte, la piel vegana, aunque sea respetuosa con los animales, no quiere decir que sea ecológica ya que para producirla se usan PVC o poliuretano, materiales con un gran impacto medioambiental.
Las fibras sintéticas o semi-sintéticas como el poliéster tienen un gran impacto medioambiental debido a las grandes cantidades de petróleo que se necesitan para su fabricación, asimismo, este tipo de fibras suele desprender muchos microplásticos que acaban en el mar. Por otro lado, fibras como el rayón, también muy común, proceden de la celulosa por lo que son responsables de la tala o la plantación irresponsable de millones de árboles.