La próxima gran ola de innovación financiera será impulsada por las entidades tradicionales, según el informe “Time to start again” sobre el estado de la industria de servicios financieros realizado por Oliver Wyman. El informe destaca que la disrupción digital en servicios financieros no está distribuida de manera uniforme. Así, los negocios apoyados en capacidades digitales han conseguido hasta el momento un impulso superior. Entre ellos se encuentran los neobancos digitales, que captan millones de clientes en todo el mundo, así como los grandes actores del sector tecnológico que están dando sus primeros pasos en este sector.
No obstante, el nuevo enfoque «greenfield» permite a las entidades establecidas crear nuevos negocios digitales desde cero, reduciendo los costes de forma significativa y funcionando como catalizadores del cambio en la organización principal. De este modo, las empresas existentes se pueden deshacer de las limitaciones de su IT heredado, su modelo de negocio y gestión del talento.
El modelo se basa en las nuevas tecnologías y en nuevas soluciones para clientes. Sus principales factores de éxito se resumen en situar al cliente y al Data&Analytics en el centro de la actividad, contar con una cultura y sistema de gobierno diferenciado del de la organización principal, así como desplegar una tecnología moderna.
«Para una industria cuyo producto – el movimiento y almacenamiento de dinero – es electrónico, los procesos aún son demasiado manuales”, considera Ted Moynihan, socio director y responsable Global de Servicios Financieros de Oliver Wyman. «Las empresas establecidas han de librarse de las ataduras de su infraestructura heredada, y embarcarse en un viaje al futuro sin trabas», añade.
Tradición vs innovación
En el sector de los servicios financieros, las ventajas de lo ‘nuevo’ frente a lo ‘viejo’ son claras. Entre otras, destacan la eficiencia, ya que un banco tradicional necesita invertir 150 dólares para captar un cliente frente a los 30 dólares de un banco digital. Además, la agilidad, ya que una cuenta corriente tarda tres días en estar accesible en un banco tradicional, frente a la instantaneidad de los bancos digitales. En tercer lugar estaría la rapidez, ya que un banco tradicional tarde entre tres y seis meses en lanzar nuevos productos o cambiar las características de los existentes mientras que los digitales, dos semanas. Por último, se sitúa la satisfacción laboral, ya que solo el 25% de los empleados de banca tradicional califican su compañía como empleador “5 estrellas”, frente al 68% de los empleados de compañías financieras digitales, con el impacto de atracción de talento que ello conlleva.
Ejemplos de esta potencialidad de lo nuevo se encuentran en todo el mundo. Por ejemplo, el banco digital surcoreano Kakao consiguió 6 millones de suscripciones en menos de un año, los británicos Monzo y Revolut aumentaron su base de clientes de 0,6 a 2,5 millones en un año y en Estados Unidos, Chime posee más de 2 millones de cuentas de transacciones sin cargo.
Clientes y recursos, clave del éxito de los actores tradicionales
Para tener éxito en el futuro, las instituciones financieras deben tener las mismas ventajas que los «digital challengers». Sin embargo, cuentan con unas ventajas de partida de las que no disponen los nuevos actores: recursos y base de clientes. En palabras de Pablo Campos, socio-director de Oliver Wyman en España y Portugal, “nos encontramos en un momento de disrupción absoluta, en el que los nuevos actores están siendo capaces de comer terreno a las organizaciones tradicionales. No obstante, éstas últimas tienen la posibilidad de competir de tú a tú con los «digital challengers» y no quedarse atrás en el nuevo panorama de la industria de servicios financieros”. En opinión de Campos, las entidades que sean capaces de integrar lo nuevo con las ventajas de lo existente serán las que sobrevivan e incluso ganen en el futuro. «La simbiosis creará un mejor sistema financiero en su conjunto”, concluye.