Se suele decir que las comparaciones son odiosas, sin embargo, muchas veces pueden ayudar a saber dónde estamos. Con este objetivo en mente, el Instituto de Estudios Económicos (IEE) ha desarrollado un documento en el que analiza nuestro sistema de pensiones y el ahorro a través del tercer y segundo pilar, comparándolo con el de nuestros vecinos europeos.
Es cierto que toda Europa se enfrenta a un reto más o menos común, el envejecimiento de su población. Así, el llamado “viejo continente” convertirá ese apodo en una realidad gracias a una población con cada vez más ancianos y menos niños. Sin embargo, este es un reto que se intensifica en nuestro país, teniendo ya la fama de ser el segundo país más envejecido del mundo, por detrás de Japón.
Este problema, unido a otros como la jubilación del babyboom (generación más numerosa y con sueldos más altos), un gasto en pensiones del 11% del PIB, un porcentaje superior al de la media de los países de la OCDE (7,5%) o el déficit de las pensiones que podría alcanzar el 5% del PIB, 60.000 millones de euros, hacen que nuestro sistema haya entrado en jaque, lo que supone que o movemos ficha o caemos. ¿Qué fichas hay que mover? Algunos de los blancos son la edad de jubilación, la tasa de sustitución (una de las más altas de Europa) y la promoción de los otros pilares de ahorro para complementar la futuro jubilación.
Este último punto, ha supuesto durante los últimos meses opiniones muy diversas a raíz de las valoraciones de la AIReF respecto a los incentivos fiscales de los planes de pensiones.
España, unos de los países con menos incentivos de ahorro para la jubilación
Volviendo a las comparaciones, desde el IEE concluyen que España es uno de los países de Europa con menos incentivos para el ahorro complementario, un ahorro muy necesario, sobre todo en el escenario en el que nos movemos donde la OCDE prevé que la tasa de sustitución pase del 71,8% actual al 57,8% en 2030, 53,8% en 2040 y al 49,2% en 2050.
Según explica el informe, los sistemas complementarios de la Seguridad Social están muy desarrollados en países de nuestro entorno, tal y como muestra el volumen del patrimonio de los fondos de pensiones privados y los seguros de vida. El tamaño de los fondos de pensiones con respecto al PIB presenta un rango de variación importante. En aquellos países con sistemas privados de pensiones fuertes, como Holanda, Suiza o el Reino Unido, los fondos de pensiones, con un valor superior al 100% del PIB, canalizan el ahorro privado y constituyen el principal proveedor de capital a la industria, a la vez que constituyen la parte fundamental de la tasa de sustitución del sistema; sin embargo, en España no alcanzan el 10% del valor del PIB.
Estos bajos niveles de ahorro complementario, se pueden justificar, según los autores del informe, debido a las elevadas tasas actuales de sustitución y reemplazo del sistema público. Sin embargo, también las bajas tasas de ahorro de las familias, así como su mayor materialización en otro tipo de activos financieros, las particulares condiciones laborales de los ocupados y, según insisten, muy especialmente, la escasez de incentivos fiscales que actúen eficazmente sobre la acumulación de este tipo de activos financieros.
Tratamiento fiscal de las aportaciones, el sexto peor de la OCDE
El esquema del tratamiento de las aportaciones en España es similar al de la mayoría de los países de la OCDE, sin embargo, existe una diferencia con España, muchos de ellos eximen parcialmente de tributación o tienen un tratamiento ventajoso fiscalmente para las prestaciones futuras, por lo que, los autores del informe insisten que cualquier análisis del incentivo fiscal debe hacerse teniendo en cuenta conjuntamente las aportaciones y las prestaciones.
“En este sentido, la OCDE ha estimado este monto conjunto de incentivos fiscales como porcentaje del valor de dichas aportaciones y resulta que España queda muy por debajo de los promedios de la UE y de la OCDE, que se sitúan cerca del 28% de ventaja fiscal sobre el importe aportado, mientras que en España es solo del 16%”, explican.
Con este indicador de ventajas fiscales estimado por la OCDE, desde el IEE han construido un indicador propio cuyos resultados demuestran que España es uno de los seis países que peor trata los incentivos fiscales a los planes de pensiones dentro del colectivo de los 37 países de la OCDE.
Nuestros incentivos no llegan al 60% del promedio de los existentes en este grupo. En lo que refiere a la UE, cuyo promedio es algo peor que el de la OCDE, el sistema de incentivos fiscales en España se sitúa en el 65% de la media europea. Si además se compara con Irlanda u Holanda, estos están por encima del 170% de la media de la OCDE, que es equivalente a un incentivo fiscal tres veces superior al de España.
La importancia de que el segundo y tercer pilar se complementen
Durante este último año, se ha puesto sobre la mesa la posibilidad de desincentivar los planes de pensiones individuales frente a los de empresa, una opción que no ha sido bien recibida por la industria.
Tal y como señalan desde el informe, ambos sistemas son complementarios y no sustitutivos, como erróneamente se plantea en ocasiones. Además, defienden que en los países en los que los planes de empleo no se han desarrollado adecuadamente, como es el caso de España, resulta más necesario tener un marco regulatorio adecuado para los planes individuales de pensiones.
“La coexistencia de planes de previsión individuales y de empresa en muchos países desarrollados no es casualidad, sino el resultado de haber entendido la importancia del ahorro y la necesidad de fomentar la previsión social en las diferentes opciones disponibles, ampliando lo máximo posible el abanico de oportunidades para el ahorrador”, explican.
En este sentido, los planes individuales aportan una flexibilidad a sus partícipes que no pueden ofrecer los planes de empleo, ya que el partícipe de un plan individual puede movilizar los derechos consolidados a otro plan cuando lo desee, mientras que, en los planes de empleo, esa posibilidad suele estar vinculada a la extinción del contrato laboral del partícipe. Además, los planes individuales permiten una mayor adecuación a las necesidades y perfil de riesgo del partícipe frente a los planes de empleo, ya que estos últimos están formados por un grupo de partícipes cuyo perfil de riesgo y horizonte temporal puede ser heterogéneo y que, sin embargo, han de compartir política de inversión.
Por otra parte, hay perfiles de ahorradores que tienen un acceso más difícil, cuando no imposible, a los planes de empleo. En España, el 57% del empleo no es estándar (trabajadores que no trabajan por cuenta ajena y que su contrato no es a tiempo completo), por lo que, impulsando solo el segundo pilar, se dejaría fuera al 60% de los trabajadores.
“Los planes de empresa son un instrumento con un fuerte potencial de crecimiento en España y es deseable que así suceda, pero ello requiere del mantenimiento del apoyo actual a los planes individuales, ya que los complementan otorgándoles mayor flexibilidad, mejor adecuación a los perfiles de riesgo y cobertura a un mayor número de colectivos”, resumen los autores.