El Instituto Aviva ha presentado su estudio «Pensiones en transición», un análisis comparativo de casi una veintena de países, agrupados en seis modelos de pensiones representativos: Anglosajón, Europa Central, Europa del Sur, Nórdicos, Emergentes y Asia. Se trata del primer estudio presentado en España que ofrece una panorámica internacional de cuál ha sido la evolución de los diferentes sistemas de pensiones públicos y privados, su adaptación a la realidad cambiante y los retos que afrontan en el medio y largo plazo.
Según José Antonio Herce, coordinador del informe, “las pensiones están a debate en todos los países del mundo ya que casi todos los sistemas siguen practicando modalidades de protección de hace más de cien años”. En este sentido, Herce recuerda que el modelo prusiano de Von Bismarck data de hace 130 años y la edad de jubilación que proponía, 65 años, tenía su explicación en que “había cuatro gatos que llegaban a esta edad”.
En los modelos analizados conviven pensiones básicas con pensiones profesionales, el reparto y la capitalización, la naturaleza pública y la privada, obligatoria o voluntaria. En general, se observa una tendencia en varios países hacia una lenta aproximación desde el modelo de reparto a la capitalización.
Singapur, por ejemplo, tiene un modelo único en el mundo: el trabajador y la empresa realizan aportaciones a distintos fondos públicos obligatorios para pensiones, vivienda, sanidad y educación. Estos saldos se pueden reordenar con el tiempo a un único fondo exclusivo para la jubilación. Suecia, sin embargo, es el único país con un esquema de tres prestaciones: básica/ universal, profesional obligatoria y privada complementaria obligatoria.
La dependencia, clave en el sistema de pensiones
La “tríada protectora” compuesta por las pensiones de jubilación, supervivencia e incapacidad se ha universalizado, pero ya aparece acompañada, desde hace lustros, de la nueva gran contingencia del siglo XXI: la dependencia. Sin embargo, su despliegue institucional y protector no está acabado en muchos países. “Detrás de cada jubilado hay un dependiente. A los 75 años hay un 50% de posibilidades de ser dependiente y esto se suma al desafío de las pensiones”, explica Herce.
La “segunda transición demográfica” que estamos atravesando se observa en dos tendencias. Por un lado, el descenso acusado de la tasa de fecundidad hasta por debajo de los niveles de reemplazo generacional en todos los países analizados y, por otro, el incremento de la longevidad y la esperanza de vida.
El modelo de Europa del Sur, donde se encuentra España, se caracteriza por tener la tasa de fecundidad más baja (1,4 hijos por mujer), la mayor tasa de dependencia (34,2%) y la esperanza de vida más alta (79,7 años para hombres y 85 años para las mujeres
En cuanto a la edad de jubilación, ha permanecido prácticamente sin cambios desde la creación de los sistemas de pensiones, mientras que la esperanza de vida se ha duplicado. La mayoría de países han iniciado reformas que avanzan hacia los 67 años pasado 2020, aunque en los países Emergentes la edad de jubilación es menor debido también a su menor esperanza de vida.
Suecia es un caso especial ya que ofrece una gran flexibilidad: no establece una edad determinada, pudiéndose acceder a la jubilación a partir de los 61 años. Países como Polonia, Italia, Brasil y China contemplan edades de jubilación diferentes por género. Las tasas de sustitución de las pensiones varían enormemente por países y por modelos. La combinación de pensiones públicas y privadas puede generar pensiones tan suficientes (80%) como los modelos basados exclusivamente en las pensiones públicas, pero sin el riesgo de sostenibilidad financiera.
Para hacer el cómputo de la pensión de jubilación, la mayoría de países tiene en cuenta toda la carrera laboral. Solo seis países, entre ellos España, computan un periodo menor. «La verdad no es que las pensiones se acabarán sino que no serán tan elevadas como nos gustaría», afirma Herce, quien critica el alarmismo que genera la opinión pública y del que se hacen eco los medios de comunicación y los políticos.
¿Cómo se financian los sistemas de pensiones?
En buena medida, la financiación de los sistemas se realiza por la vía de las cotizaciones, aportaciones a planes de pensiones o primas de seguro (en muchos casos obligatorias y vinculadas a la actividad laboral). En algunos países, especialmente los Emergentes, los propios sistemas públicos de reparto han adoptado las cuentas individuales nocionales de contribución definida, que les dotan de un mecanismo muy eficaz de sostenibilidad, asimilándolos a los sistemas de capitalización privados. Países como Polonia, Italia, Suecia y China tienen un sistema de contribución definida nocional.
La existencia de los sistemas privados de pensiones complementarios o sustitutivos, obligatorios en muchos casos, determina tasas de sustitución totales. Asimismo, se aprecia cierta relación inversa entre la tasa de sustitución que ofrece el sistema público y la tasa de penetración del sistema privado. Holanda es el país con mayor penetración de los sistemas privados de pensiones (178% del PIB).
En opinión de Herce, “la verdadera innovación en materia de pensiones se da solo en un pequeño grupo de países de los que podemos aprender, como por ejemplo, las cuentas nocionales de contribución definida, las pensiones básicas, incluso universales ligadas a la residencia o la ciudadanía, o los fondos de ahorro obligatorio a largo plazo cuyo propósito va cambiando con la edad”.