Sostenibilidad, ética, ISR (Inversión Socialmente Responsable), ASG (factores Ambientales, Sociales y de Gobernanza), ‘Best-in-Class’, inversión de impacto. A medida que la popularidad de todos estos términos ha crecido, el panorama de inversión responsable se ha vuelto confuso, utilizando terminología que apunta más a lo que excluye que a lo que permite. Tampoco parece haber consenso sobre lo que significan estos términos. Como consecuencia, se está generando confusión entre los inversores y asesores que, guiados por un etiquetado de productos mal regulados, puede potencialmente conducir a una decisión de inversión incorrecta.
La ISR, que surgió como una estrategia de inversión a principios de la década de 2000, está siendo reemplazada en parte por modelos basados en el riesgo como la integración de los factores ASG. Puesto que ambos modelos tienen mucho en común, para los inversores puede resultar bastante confuso entender a lo que se refieren y tomar la decisión que resulte más adecuada y más en consonancia con sus propias convicciones y necesidades.
Mientras que la ISR considera enfoques holísticos para la evaluación del comportamiento de la empresa, desde una perspectiva de responsabilidad y valores, ASG (o ESG por sus siglas en inglés) está más orientado al riesgo, centrándose en la materialidad financiera en lugar de poner su foco en las prácticas comerciales responsables. ASG se ha convertido en el denominador común «de facto» para integrar los riesgos ambientales, sociales y de gobernanza, pero, al mismo tiempo, cada vez más, estamos viendo que la «inversión sostenible» vuelve a cobrar importancia.
Para los gestores de activos, otra adición al léxico en constante expansión de términos de inversión responsables representa un reto de comunicación para proporcionar claridad a los inversores. La sostenibilidad se ha convertido en un concepto cada vez más dominante en el panorama inversor y la rápida aceptación de esta forma de invertir ha traído consigo desafíos en torno a las definiciones y al potencial de greenwashing o «lavado verde». Para evitar esta confusión, es imperativo que los gestores presten apoyo a los inversores en la comprensión de esta compleja área.
En este contexto, es crucial entender lo que constituye una «inversión sostenible». En un nivel fundamental, podemos considerar la sostenibilidad como un «motor para el cambio» clave en la toma de decisiones de inversión. Se puede llegar así a una definición de sostenibilidad basada en modelos de «transición» y de «circularidad» que, centrándose en los riesgos y soluciones ambientales, tiene también en cuenta los aspectos sociales.
En los conceptos gemelos de «Campeones de la Transición» y «Soluciones Sostenibles» las primeras son las principales empresas líderes en incorporar a su modelo de negocio una transición estratégica y las segundas proporcionan bienes y soluciones que permiten abordar los principales imperativos ambientales y sociales.
Como parte de este proceso se integran temas como educación, salud y bienestar, infraestructura social y soluciones sostenibles. Pero además de estos cuatro temas, las compañías deben cumplir con los criterios éticos que se definan para la inversión y con los factores ASG.
La inversión sostenible ya está atrayendo un volumen significativo de capital, y todo parece indicar que la tendencia continuará. En última instancia, podemos ver la inversión sostenible como uno de los factores clave en la toma de decisiones de inversión, que está captando la atención de los mercados, los inversores y la sociedad por igual. Pero los inversores deben ser conscientes de lo que están adquiriendo, profundizar en los componentes de la cartera y mostrarse muy curiosos, y muy críticos, para entender correctamente el significado de definiciones y procesos